La ciudad de las bicicletas
Este año Santiago ha sido testigo de una serie de iniciativas, unas más exitosas que otras, que han buscado dar una mayor presencia a la bicicleta como medio de transporte. Así, a mediados de 2008 se inauguraron los nuevos estacionamientos de bicicletas en algunas estaciones de metro y últimamente se estrenó el sistema de arriendo público en Providencia.
Resulta interesante analizar por qué pese a la existencia de los nuevos servicios disponibles, aún éstos aparecen medio vacios, los estacionamientos del metro rara vez se utilizan por sobre el 50% y usuarios critican el precio elevado de un servicio que según algunos debería ser completamente gratuito para realmente posicionarse una opción de transporte.
¿Servicios gratis o muy baratos para garantizar su éxito? Aquí entramos en una discusión más fina y delicada. Deberían ser más baratos estos servicios para incentivar realmente el uso de la bicicleta. Es acaso el valor del precio impuesto por sobre un bien un real (des)incentivo para el usuario. Salvando las naturales diferencias de escala y alcance, me gustaría comparar la lógica del automóvil y la forma de operación en precio calidad para entender su efectividad.
Por un lado el automóvil pese a ser un medio de transporte caro, es por lejos el medio más apetecido por los ciudadanos. Y si bien, el precio del petróleo ha llegado a pics impensados, aún sigue siendo la primera alternativa para muchos Santiaguinos, sobre todo para aquellos que utilizan las autopistas urbanas. Entonces la lógica del precio elevado se contradice con el éxito del uso. Quizás para muchos chilenos el incremento del PIB per cápita les permite (hasta ahora) pagar por su uso. Pero quizás más importante que eso, muchos automovilistas siguen prefiriendo el auto debido a la comodidad de las autopistas urbanas, en otras palabras, andar en auto es más cómodo y rápido debido a que existen las vías para hacerlo de forma expedita. Hasta ahora no sólo el bolsillo ha logrado aguantar el precio del tag y las alzas del crudo, sino también la paciencia para esperar sentado dentro de un taco.
Volviendo a la Bicicleta, es claro que está no puede competir con las distancias recorridas por el auto. (Recordemos que un viaje óptimo, en cuanto tiempo-distancia, bordea los 6 kilómetros 16 kilómetros origen-destino). Pero dentro de la lógica y las distancias permisibles en bicicleta, ésta difícilmente se podrá convertir en una opción real si no existen las vías, las pistas, la señalización y el respeto necesario de los otros medios de transportes para con la bicicleta.
Si bien es un gran paso la existencia de servicios de arriendos y estacionamientos, la falta de una red integrada de ciclo vías seguirá siendo una piedra de tope para incentivar un uso mayor. En ningún caso habría que desmerecer los esfuerzos, sino más bien celebrarlos y sacar provecho de ellos. Pero si queremos otorgarle comodidad y seguridad al ciclista, tal como lo tiene el automovilista con la red de autopistas, necesitamos vincular las ciclovías existentes y construir más y más redes. Para tener algún día la ciudad de las bicicletas y pasar entonces, del paseo recreacional al uso operativo de pequeñas y medianas distancias, necesitamos construir la red y vincular los nobles esfuerzos de algunas municipalidades como Providencia, ahora a nivel metropolitano.
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