En defensa de un urbanismo ilustrado
Por Nicolás Tugas desde Barcelona
Si el urbanismo es una disciplina, que descompone el territorio en niveles de discusión y organiza las áreas de intereses con factibilidades técnicas y legibilidad para su información y gobernanza; por muy geométrico que puedan ser los resultados físicos de las reflexiones, éstas están en continuo diálogo con distintos colectivos de intereses comunes y contrapuestos. La capa “invisible” desde el punto de visto físico, es el nivel de las relaciones humanas, y por ende del diálogo y del conflicto de intereses.
La capa social
se manifiesta en cuanto la interrogo (con una propuesta) y de este modo la hago partícipe. El justo debate o lucha de intereses generada, organiza grupos de presión a favor o en contra de objetivos específicos. El conflicto inicial calibra el instrumento de planeamiento, ayudando a acercar las posturas, que en una sociedad democrática informada, tendería a elegir una opción en donde prime el bien común.
El escenario real dista del planteamiento ideal, puesto que ni la educación, ni el acceso a información, ni los derechos ciudadanos son homogéneos dentro del colectivo que habita en el ámbito de afectación de un plan urbanístico en cualquiera de sus escalas.
En algunos países, en el centro norte europeo, por ejemplo, el acceso a la información y la organización coordinada de intereses, en un debate informado de importante representatividad, aumenta la eficiencia de la economía, la sustentabilidad y la inclusión social. En un plan en la capital danesa, por ejemplo, la administración con el empresariado y los trabajadores pactaron que no hubiera más de cierta cantidad de minutos de movilidad obligada dentro de la ciudad, un pacto tan lógico tenía una plasmación física que coincidía con otros objetivos de eficiencia económica y sostenibilidad ambiental, como crecimiento coordinado en torno a los ejes de accesibilidad y sistemas de parques y equipamientos en los intersticios. Los beneficios en competitividad y calidad de vida primaron como un bien común, digno de una democracia. Una lucidez así depende de responsabilidad, educación y capacidad técnica.
Los planes territoriales contemporáneos se basan en su filosofía en los principios de la democracia y posee, por ello, sus mismas falencias, representa los intereses de una mayoría y entrará siempre en conflicto con los grupos no representados. La enorme ventaja radica en la oportunidad de una negociación informada a distintas escalas de administración, que permitiría una sensibilidad más aproximada a los intereses diversos de las comunidades. Pese a ello, a no ser que exista un voluntarismo enorme, es muy difícil que una planificación de esta envergadura no genere conflicto con algunos colectivos minoritarios radicales o se vea enfrentada a grupos de presión de enorme poder económico, por lo que la ética en las decisiones políticas, termina jugando un rol importante siempre, y por ende, la elección responsable de los líderes también.
La necesidad de ilustrar el debate, pasa por el hecho de que en Chile el colectivo con acceso a educación de alto nivel, debe tomar conciencia que tiene una responsabilidad en establecer un puente de diálogo informado hacia la población educacionalmente más desfavorecida y, de este modo, poder hacerles partícipe de un debate racional, que guiaría una cadena de deseables acuerdos conjuntos.
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