El discontinuo trayecto de los trenes de pasajeros en Chile, ¿Hacia una nueva era de reformulación?
Cada día en la prensa vemos surgir cuestionamientos a proyectos resultantes de políticas públicas que de un gobierno a otro han pasado de ser “algo sensatos” a “completamente inaceptables”. La ciudad parque Bicentenario de Cerrillos, los cuestionamientos ambientales a Hidroaysén, el emplazamiento de Chaitén en Santa Bárbara, las correcciones al Transantiago, la línea 6 del metro, excepcionalmente ratificada y el sistema de ferrocarriles van engrosando la lista de nuevos puntos de reparo, término o reinicio. Sin duda una preocupación pública que va mas allá de los proyectos mismos, hacia la lectura de esas iniciativas-país que en su amplia o compleja implementación pueden durar mas que un gobierno, en una continuidad que aún en nuestro constante camino al desarrollo, no parece garantizable.
En lo particular, después del desamparo de la dictadura y los veinte años de gobiernos concertacionistas, hemos sido testigos y usuarios de los intentos públicos y mixtos por el resurgimiento del sistema ferroviario de pasajeros para el país, con vías semi-concesionadas, equipos importados de segunda mano y polémicos manejos financieros, que incitaron al último Ministro de Obras Públicas de la Concertación a razonar desde una proactiva intromisión, nuevos esquemas de gestión, planificación y salvación. Paralelamente a ello, hemos debido suponer que contar con trenes de calidad, puntuales y de amplia cobertura ha sido un deseo y necesidad incremental de la ciudadanía, que sueña con un tren bala inter-regional, nacional o incluso internacional, como alternativa competitiva, segura y cómoda a los demás sistemas terrestres y aéreos ya implementados.
Lo sorprendente hoy son las declaraciones que el Ministro de Transportes y Telecomunicaciones dejó entrever sobre el tema: recientemente argumentó que “el tren de pasajeros en Chile no se justifica mucho”, levantando una serie de dudas sobre lo realizado y las remotas posibilidades de recuperar la conectividad Santiago-Puerto Montt, suspendida indefinidamente desde 2006. Si sumamos a esto la dedicación del Ministro a las tareas del Transantiago, la compensación del transporte público en regiones, la portabilidad numérica de los teléfonos celulares y las concesiones portuarias, denotan una agenda compleja y saturada, a la que por sus relevantes efectos habrá que prestar muchísima atención.
Al realizar esta afirmación desde la cabeza ministerial, se plantea directamente una despriorización del tren de pasajeros a distancia, encendiéndose interrogantes y exigencias por explicaciones mas claras, mas aun si nos preguntamos quienes pueden ser los beneficiarios directos e indirectos de detener o minimizar este servicio de transporte público. Haciendo teoría ficción: las concesionarias de autopistas perderían flujos de autos, buses y camiones; las petroleras disminuirían ventas, los importadores de vehículos motorizados, las aerolíneas de cobertura nacional, es decir, suponiendo estas presiones, se perdería una interesante oportunidad de competencia en el mercado del transporte de pasajeros, como también la opción de un transporte más cómodo y menos contaminante. ¿Acaso el estado puede desligarse de tales condiciones ventajosas para la ciudadanía?
Después de las diversas propuestas presidenciales que compitieron en las últimas elecciones, cabe primero recordar el programa de gobierno presentado en campaña por el Presidente Piñera que planteaba “eliminar las barreras que reducen la competencia entre el transporte ferroviario, carretero, aéreo y de cabotaje marítimo, tanto de carga como de pasajeros.
Luego, en el contexto de reconstrucción que nos encontramos revisitemos el plan de Obama para reactivar la economía estadounidense, donde el tren de pasajeros adquiere un carácter fundamental. A su vez, los sistemas europeos integrados de ferrocarril, pese a la crisis económica, no han sido ni cuestionados ni desactivados. Aún bajo los argumentos de rentabilidad privada, muchas prioridades nacionales pueden ser cuestionadas, sin embargo no dudamos que la redistribución eficiente de nuestros ingresos por parte del estado se traduzca en salud, educación y transporte público de calidad, en el mas puro sentido de la política de las “oportunidades para todos” descrita en el primer discurso presidencial de Piñera, donde la cobertura territorial del transporte de calidad es también una oportunidad de trabajo, crecimiento y progreso.
A escuchar atentos entonces la inquietud ciudadana y la definición de sus representantes, tanto en el ejecutivo como en el legislativo, que apoyados por la opinión técnica podrán responder pronto la pregunta ¿Cuál será la nueva fórmula para el tren de pasajeros de Chile?