Punta de Choros: ¿Qué haremos para que esto no vuelva a ocurrir?
En más de una oportunidad hemos publicado el caso de la central termoeléctrica Barrancones en La Higuera. Ayer el proyecto fue aprobado por la Corema de Coquimbo y con esto casi se agotan las posibilidades que no llegue Suez Energy a Punta de Choros.
Sobre este caso en particular ya casi todos conocemos las consecuencias que traería, tanto para el ecosistema como para los pobladores de las localidades cercanas. Pero ¿Qué hicimos ante la instalación de las otras veinte termoeléctricas aprobadas en los últimos años? La termoeléctrica de Taltal (2000), Guacolda (1995), Laguna Verde (1990), Valdivia (1999), por mencionar algunas. Y ¿Qué haremos respecto de la construcción de Castilla, Cruz Blanca y las otras 10 que deben aprobar o rechazar nuestras autoridades?
Punta de Choros quizás sobreviva gracias a la organización y perseverancia de las personas detrás del movimiento ciudadano. Pero ¿Qué pasará cuando proyectos similares decidan instalarse en lugares que no son tan atractivos?, ¿dejaremos que se siga generando electricidad de manera tan primitiva y altos acostos en nuestro país?.
Más allá de la situación puntual de Punta Choros creo que aquí hay varios temás de fondo que no se están sopesando realmente, y que tienen que ver directamente con la producción de energía y con la política ambiental de nuestro país, y luego con el diario vivir de todos nosotros. En primer lugar la carencia de una estricta regulación ambiental, en segundo término la falta de un organismo supragubernamental que vele por una política ambiental a largo plazo, más allá de lo que dura un gobierno en particular, y en tercera instancia el fomento al desarrollo tecnológico, en este caso las energías limpias.
Respecto de las primeras afirmaciones sabemos que este tipo de proyectos se debe someter a una evaluación ante la Conama, así se mide el impacto ambiental que produciría una vez que se ponga en marcha. Los casos anteriores nos hacen pensar que el criterio que se ocupa en el informe de impacto ambiental es, por decir lo menos, reduccionista. Generalmente los proyectos han sido aprobados por la Conama, como en este caso de la termoeléctrica de Barrancones, sin embargo después lamentamos derrames de desechos tóxicos, pérdidas de vida animal, como el caso de los cisnes en Valdivia, e incluso la desaparición de ecosistemas completos. Es tanto así, que muchas veces las empresas prefieren pagar altas multas, y aún así es conveniente para sus utilidades. Así que, que me vegan a decir que “el proyecto cumple con toda la normativa ambiental”, no me da absolutamente ninguna seguridad.
Es sabido que Chile se encuentra en pañales en estos temas, que la ley de medio ambiente fue dictada en 1994 y el ministerio del ramo fue promulgado en enero de 2010. Varias veces hemos presentado el temas de las energías limpias, y a esta altura los expertos ya bastante saben acerca de esto, sólo es cosa de ir a buscarlos e invertir.
Pero si los instrumentos han sido insuficientes, la institución tampoco ha sido una lumbrera. Como hemos reflexionado en reiteradas oportunidades, y apartir de distintos casos, hace falta instituciones compuestas por teóricos de la acedemia y expertos en políticas públicas. Organismos que desarrollen planes estrátegicos, o en este caso, que resguarden el desarrollo sustentable del país, transversales e integradores en distintas áreas y que sean independientes del gobierno, tanto por su línea política como por el por el escaso tiempo que tiene un gobierno para ejecutar buenos proyectos. Así además se evitaría que asuntos tan importantes como este, en el que está en peligro un ecosistema completo, se vieran empequeñecidos por gente que ve el hecho sólo desde la óptica política.
Finalmente y sobre todo después del derrumbe en la mina San José, me viene a la mente la necesidad imperiosa que tiene Chile de tener un ministerio de Ciencia y Tecnología o de Ciencia e Innovación. No puede ser que cada vez que necesitamos salvar vida humanas o trabajar en condiciones de catástrofe estemos dependiendo de tecnología extranjera. Lo vimos cuando Hillary Clinton llegó con teléfonos satélitales para el terremoto 27F, lo vemos ahora con la llegada de máquinas perforadas desde Estados Unidos y Australia. Puede ser que Chile no sea capaz de producir estas maquinas a corto plazo, talvez, pero dadas nuestras condiciones lo mínimo es que se encuentren estos equipos para cuando sea necesario. Tenemos universidades ranqueadas en buenas posiciones mundialmente, tenemos energías limpias para aprovechar, como el viento y mar, ¿Por qué no fomentamos que estos profesionales investiguen y desarrollen tecnología para nuestro país?…Humildemente creo que la excusa de la crisis energética para justificar una termoeléctrica es demasiado facilista y simplona. Si fuera así, ¿De qué sirve nombrar un determinado lugar reserva nacional, si después se puede legalmente instalar una industria altamente contaminante muy cerca?
Sin duda son muchas las preguntas y las dudas que surgen al analizar estos temas, pero considerando la masiva manifestación en contra de la termoeléctrica Barrancones, en varias ciudades del país, queda una pregunta estratégica en el aire ¿Cómo integrar a los ciudadanos en la toma de decisiones?
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