Chile y la dicotomía Bicentenario: Planificar v/s Presidir.

@texidozlatar

Al fin, el Bicentenario de la República toca nuestra puerta y llega hasta a nuestras ciudades. Después de años de preparativos y variados planes gubernamentales, algunos logrados y otros no tanto, la fiesta nacional es inminente y hace válido revisar sucesos recientes y presentes, los que rodeados de celebraciones ciudadanas, demostrarán nuestro encuentro paradojal ante constantes vicios e indefiniciones, propios de nuestra idiosincracia forjada entre tantas tragedias “inesperadas” de tan particular historia.

¿Cumplir 200 años de era republicana en una dicotomía?. Ya hace cien años y previo al centenario de 1910, el discurso del radical Maciver marcaba la controversia de esos días entre progreso y justicia social, mientras se inauguraban las primeras grandes obras lideradas por el Estado naciente. Pero hoy después de un siglo de experimentos sociales voluntarios y forzosos, las decisiones de la Autoridad para la ciudad, entre la obra bien planificada y la otra bien improvisada, parecen abocarnos a una nueva cuestión.

Hagamos un poco de memoria: en el inicio del milenio el Presidente Lagos soñando ciudades “mas bellas y amables” creó la Comisión Bicentenario y la hoy extinta Dirección Ejecutiva DEOB, con un gran listado de iniciativas y proyectos. Muchas de estas obras, hoy cuestionadas, lograron impactos positivos sobre las ciudades, como son las playas artificiales de Antofagasta o el sistema concesionado de autopistas urbanas de Santiago, sin embargo muchas otras aún no ven la luz o peor aún, como el Transantiago, se mantienen en una permanente corrección, sin alcance inmediato de la calidad de vida mejorada que pretendían distribuir a los ciudadanos de la capital, acompañada de la persistente y legítima crítica regional y nacional. Mas cabe recordar otro excepcional suceso, cuando se llamó a concurso público de Arquitectura para completar la caja cívica con el nuevo edificio para el Ministerio de Relaciones Exteriores, en el terreno baldío frente a la esquina nor-poniente del Palacio de la Moneda. Terminado el concurso con el taller de Teodoro Fernández como ganador, la iniciativa respaldada por el Colegio de Arquitectos y las autoridades respectivas se detuvo, optándose por la conveniencia de reconvertir al vecino Hotel Carrera en la nueva Cancillería. La caja cívica sigue inconclusa hoy, ante el anuncio de instalar en el mismo predio el nuevo edificio del Ministerio del Interior, desconocido en sus orígenes y justificaciones. ¿Será un nuevo concurso público o se reutilizará la propuesta existente? ¿Cuáles son las reales necesidades de superficie de la Administración Pública?

El Gobierno de Bachelet, luego, queriendo salir de la sombra del continuismo categórico, buscó alejarse del potencial legado y apagó la luz de la DEOB para levantar la iniciativa de mejoramiento de 200 barrios vulnerables, cubiertos por el Programa “Quiero Mi Barrio” del MINVU. Paralelamente y con el Transantiago en implementación, se levantaban los proyectos de estaciones intermodales que intentaban ordenar el ingreso de transporte interurbano al centro de Santiago, a través de un anillo intermedio. Sin embargo este plan de transporte se vería modificado sin una explicación clara ni un canje comprensible: el predio destinado a la Nueva Estación Intermodal de Quinta Normal es el que ocupa hoy el flamante Museo de la Memoria.

Y entre crisis sub-prime y cambio de coalición dirigente llegamos al desafiante 2010, no sin nuevas contradicciones sistémicas: si desde el terremoto y tsunami que inauguraron al nuevo Gobierno habíamos relanzado y aceptado colectivamente la urgencia de fortificar la planificación de ciudades y los procedimientos de emergencia, han ido surgiendo paralelamente improvisaciones que de excepción en excepción marcan una insólita pauta de comportamientos poco comprendidos y decretados desde la misma autoridad sin un rumbo consensuado.

El reciente ajuste a la central termoeléctrica Barrancones vuelve a instalar el debate sobre los procedimientos institucionales respaldables en planes, algo ausentes en este caso, sin datos duros y abriendo un abismo, que pese a tener base en altruísmos, intenta hoy desesperadamente ser cerrado. En las ciudades también se materializan los efectos de esas buenas intenciones que sin plan estratégico van inevitablemente iniciando, pero también seccionando o anulando obras.

Años antes, ligado inevitablemente a su antecesor, revisitemos el anuncio de la obra Bicentenario Teatro Teletón por Bachelet, que además de mejorar notablemente un equipamiento cultural para el centro de la ciudad, abría las puertas al financiamiento permanente de la acción social que la fundación para la rehabilitación de discapacitados efectúa. Iniciado el Gobierno de Piñera el proyecto fue despriorizado hasta que una simple y breve cita entre el Presidente Piñera y el animador Don Francisco, líder natural de la Teletón, redirigió las decisiones. Para alegría de todos el proyecto del teatro se ractivaba, pero dejando un lisiado: la gran sala oriente para Artes Escénicas del Centro Cultural Gabriela Mistral pasaría al listado de pendientes. Sorprendente modo de (des)cubrir la demanda cultural de la ciudadanía y de dejar inconcluso un equipamiento que venía justificándose desde hace más de cuarenta años.

Pero entonces: ¿Cómo lograron nuestras instituciones y ciudadanos construir el Viaducto del Malleco una obra pensada y ejecutada a través de los periodos presidenciales de Santa María y Balmaceda? o ¿el Molo de Abrigo de Valparaíso, construido entre 1911 y 1931, con mas de siete gobiernos entre Pedro Montt e Ibañez del Campo? Las respuestas parecen quedar para el tricentenario 2110.

Con estos redireccionamientos habituales no cabe duda que la duración de los períodos presidenciales ha sido determinante para el ritmo de los proyectos urbanos, aunque lamentablemente los tiempos de la ciudad demuestran ser más amplios y supra-gubernamentales. A su vez, el centralismo y falta de autonomías regionales han tenido a la máxima autoridad nacional en la primera línea de decisiones sectoriales, locales y a veces, demasiado específicas, cuando finalmente ésta ha sido la manera en que se arribó soberanamente desde los diversos sectores políticos y sociales a celebrar el Bicentenario, en una fiesta parecida a la del año pasado y probablemente muy parecida a la del próximo, pues no se logra el ansiado primer mundo sin los cambios estructurales que cada septiembre volvemos a cuestionar una y otra vez.

Las dos visiones contrapuestas del Bicentenario, planificar el futuro o presidir lo inmediato, deberán resolver su supervivencia, en lo posible la que permita más prosperidad colectiva, dejando de hacer lo de siempre para de una vez por todas abrirnos a la posibilidad real de dejar de seguir siendo los mismos “emergentes” (y nunca emergidos) de siempre.