Las expectativas de los Planes de Reconstrucción, a un año del Terremoto
Hace un par de semanas el presidente de la Asociación de Municipalidades, Claudio Arriagada, hizo referencia al proceso de reconstrucción que ha venido tomando cuerpo durante el último año. Arriagada, quien consideró exitosa la entrega de subsidios por parte del Gobierno, hizo hincapié sobre la excesiva lentitud en la ejecución del proceso de reconstrucción post terremoto. Los dichos de Arriagada nos ayudan a entender el problema en dos ámbitos que si bien son intrínsecamente complementarios vale la pena diferenciarlos; por un lado, la vivienda, y por otro, los planes urbanos de reconstrucción.
Si bien es cierto que a la fecha se han beneficiado con subsidios cerca de 124 mil familias damnificadas, muchas de las obras que se han venido planificando para la reconstrucción se encuentran enmarcadas en una estrategia de Planes Maestros – PRES, Planes de Borde Costero, PRUs y Proyectos de Patrimonio- los cuales por su naturaleza no vinculante sino más bien indicativa, no aseguran una ejecución inmediata de las obras que se plantean en el papel. Sumado a esto, la complejidad en la coordinación intersectorial y la falta de herramientas de gestión para acelerar proyectos a gran escala, hacen que estos Planes tengan que pasar necesariamente por los conductos regulares en la discusión presupuestaría, los cuales muchas veces son menos rápidos de lo que la sociedad civil quisiera.
Hasta la fecha, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo cuenta con 27 planes Maestros de Borde Costero, 110 Planes de Regeneración Urbana (PRU) y una serie de Proyectos Patrimoniales y Planes de Reconstrucción Estratégico Sustentables (PRES), estos últimos con mayor cobertura mediática por el carácter emblemático de las localidades afectadas. En el caso de los PRES, éstos fueron encargados desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo a diversos consorcios privados y organizaciones sin fines de lucro, con el fin de definir una cartera de proyectos significativa. Al mismo tiempo, el objetivo fundamental de estos Planes de Reconstrucción ha sido intentar ordenar las inversiones y asegurar el financiamiento y ejecución de obras de reconstrucción a largo plazo, todo esto con una visión de ciudad.
Más allá del noble objetivo detrás de los planes de reconstrucción, resulta especialmente difícil pensar que sólo a partir de éstos se podría alcanzar una reconstrucción seria y completa. ¿Por qué ocurre esto? Debido a que estos planes de Reconstrucción son más bien indicativos, no se da por garantizado que las obras y proyectos sugeridos en los planes de reconstrucción como los PRES se completen cabalmente. Además, se hace necesario contar con herramientas de gestión intersectoriales, que ayuden a canalizar presupuestos de Obras Públicas, Vivienda, Educación, Salud, y otros, de forma coordinada y efectiva. Una contrapunto a esto, ha sido la concentración de esfuerzos en obras emblemáticas con financiamiento directo a través de la DDU Minvu. Estas obras emblemáticas de bajo presupuesto, como miradores o plazas memoriales, han logrado ver la luz ya que la gestión de recursos es mucho más directa y no involucra a otras carteras ministeriales.
Poner especial atención con las expectativas generadas en los Planes de Reconstrucción
Las expectativas se dan en la medida que alguien promete algo. En política, cuando no existe promesa no se pasa la cuenta. Teniendo en mente que hacer ciudad es un acto profundamente político, en el caso de los planes de reconstrucción se han generado una gran cantidad de expectativas sobre lo que serán las ciudades con sus nuevas obras post terremoto. Sin intentar dar un juicio sobre la forma en que se han manejado las expectativas en cada uno de los planes de reconstrucción, lo cierto es que éstas son mejor manejadas cuando se involucra a la comunidad en los procesos, dicho de otro modo, a través de participación ciudadana. Una persona que se ha hecho participe de los procesos de reconstrucción y está consciente de los recursos y capacidades instaladas con que cuenta su propio municipio, probablemente no demandará ni exigirá resultados como si lo haría alguien a quien lisa y llanamente le prometieron algo sobre lo que algún día se construirá en, por dar un ejemplo, Constitución en la VII región costa. Si bien la gran mayoría de estos planes de reconstrucción han contado con procesos de participación ciudadana en distintas escalas, a nivel país aún estamos al debe con la actualización de la institucionalidad que permita cumplir con las expectativas generadas por un terremoto o catástrofe natural.
En un país como Chile, cuyo ADN está compuesto por constantes erupciones volcánicas, terremotos, tsunamis, y otros desastres naturales, la necesidad de instrumentos ad hoc para manejar las crisis, por un lado, y la existencia de procesos participativos a nivel local para manejar expectativas, por el otro, pareciera ser algo no solo básico sino altamente recomendable. Como lección para los procesos que vengan por delante, en caso de no contar con herramientas de gestión efectivas es mejor bajar el perfil de lo que se promete y así evitar falsas expectativas. Por algo dicen que por la boca muere el pez.