La importancia de un barrio cívico
Durante los fin de semana trato de leer algunos diarios regionales o la sección ‘local’ de los diarios ciudadanos, ya que, como todos sabemos, los medios de tiraje nacional poco y nada cubren las noticias y proyectos que se desarrollan fuera de las principales comunas de Chile. Dentro de esta revisión, el sábado pasado leí sobre el barrio cívico que proyecta Bienes Nacionales en Talca.
Según las declaraciones de la seremi de Bienes Nacionales, Cecilia Arancibia, el barrio cívico se construiría en 1 Oriente y 1 Poniente, entre 1 y 2 Norte. La idea para este sector es que los distintos servicios públicos, nacionales como locales, se concentren en un par de manzanas, lo que busca mayores facilidades y accesos para los usuarios. La construcción incluirá un boulevard interior donde se ubicarán cafeterías, jardines y estacionamientos, manteniendo la línea arquitectónica de los edificios antiguos del lugar. Actualmente el proyecto se encuentra en la etapa del estudio de factibilidad.
Siguiendo con lo expuesto en columnas anteriores, considero los espacios públicos y dentro de ellos, los barrios cívicos, lugares fundamentales para desarrollo ciudadano. Los espacios cívicos son definidos por algunos autores como los porches de nuestra instituciones públicas, vale decir, de nuestros tribunales, juzgados, edificios regionales o provinciales, entre otros servicios públicos. Por lo que podemos interpretar estos sectores como el lugar físico donde los ciudadanos interactúan, directa y naturalmente con los gobiernos.
Bajo esta misma idea se sostiene que, cuando los vecinos o habitantes de una determinada ciudad tienen un fuerte sentido de pertenencia, una fuerte integración con su comunidad, prosperan los barrios cívicos. Esto hace que las personas se sientan más conectados entre sí y generan identidad con sus ciudades. Estos espacios de convivencia tienen la misión de impregnar el orgullo y el arraigo entre los diversos grupos. Ejemplos hay muchos, de Santiago se me viene de inmediato a la mente Plaza Italia y el Paseo Ahumada, y a nivel de ciudad, pienso rápidamente en Valdivia. Siempre me ha llamado la atención ese chovinismo de los valdivianos. Admiro el orgullo con que hablan de su ciudad, las actividades que realizan para potenciarla a nivel país y la ciudadanía tremendamente activa con la que cuentan. Siempre me he preguntando de dónde viene tanta pertenencia, tanta proactividad y tanta participación ciudadana. Como no tengo la respuesta, mis suposiciones siempre apuntan a la gran población estudiantil que tiene la ciudad, no olvidemos que la Universidad Austral, ubicada en esa ciudad, es una de las casas de estudios más antiguas de Chile, por lo que la ciudad se ha desarrollado, en buena parte, entorno a los universitarios. Por otro lado, la cohesión vivida por los habitantes tras el terremoto del ’60, puede ser un gran precedente de esa ímpetu tan característico de Valdivia. No pretendo ahondar mayormente ese tema ahora, pero sin duda creo que luego que buena parte de la ciudad se vio obligada a vivir en los rucos, ubicados en el espacio público (que vendrían siendo como las actuales aldeas levantadas en la región del Maule y del Biobío), los lazos y la fuerza para trabajar en conjunto se afiataron.
En otras palabras y para finalizar, los espacios cívicos son extensiones de la comunidad. Habrá lugares donde funcionen bien y habrán lugares donde funcionen mal. Probablemente la población de un espacio cívico que no funcione de manera óptima, no se encuentre fuertemente unida y quizás estos barrios luzcan como una solitaria explanda. No sólo se necesita el lugar sino también la circunstancia y, por supuesto, el planeamiento de uso de estos lugares. Según Cynthia Nikitin, vicepresidenta de Public Buildings and Downtowns en PPS, los siguiente puntos son fundamentales para los desarrolladores de la ciudad y no se debieran omitir en el proceso de levantar o relanzar un barrio cívico.
– Trabajar con los residentes locales y los interesados con ideas para maximizar la utilización de los recursos del sector público existentes (bibliotecas, escuelas, museos, municipalidades, etc)
– Reconceptualizar los edificios públicos como espacios públicos, ofreciendo una programación innovadora en el uso de estas construcciones.
– Fomentar y participar en la planificación cooperativa entorno a los recursos compartidos entre diversas instituciones.
– Formar asociaciones con otras instituciones cívicas, para impulsar las economías locales (es decir, de marketing y promoción, estrategias para el centro de la ciudad).
– Maximizar los recursos existentes y lograr resultados beneficiosos de la comunidad, al mismo tiempo que se pretende mejorar de la comunicación y la interacción.
– Buscar usos temporales y actividades a corto plazo para las instituciones presentes físicamente. De esta forma se busca resolver las necesidades de la comunidad.