Población mundial: ya somos siete mil millones

Semanario analiza efectos sobre la economía global y el medio ambiente

(El Mercurio)

Persuadir a las mujeres que tengan menos hijos podría ayudar en algunos lugares. Pero no es una respuesta a la escasez de recursos.

En 1980, Julian Simon, un economista, y Paul Ehrlich, un biólogo, hicieron una apuesta.

Ehrlich, autor de un best seller llamado “The Population bomb”, escogió cinco metales -cobre, cromo, níquel, estaño y tungsteno- y dijo que sus precios aumentarían en términos reales durante los próximos diez años. Simon apostó a que los precios caerían.

La apuesta simboliza el conflicto entre malthusianos, que pensaron que una población en aumento daría lugar lugar a una época de escasez (y precios más altos) y los “cornucopianos”, como el caso de Simon, que pensaban que los mercados estaban asegurados.

Simon ganó con facilidad. Los precios de los cinco metales cayeron en términos reales. A medida que la economía mundial se disparó y la población comenzó a disminuir en la década de los 90, el pesimismo malthusiano fue en retirada.

Ahora está volviendo. El 31 de octubre la ONU dará la bienvenida al ser humano vivo número siete mil millones. Para entonces, el número seis mil millones, Adnan Nevic, nacido en octubre de 1999, tendrá dos semanas más después de su cumpleaños número 12. Si Simon y Ehrlich hubieran terminado su apuesta hoy en lugar de 1990, Ehrlich habría ganado.

Ante los altos precios de los alimentos, la degradación ambiental y vacilantes políticas “verdes”, la gente está nuevamente preocupada de que el mundo esté sobrepoblado. Algunos quieren restricciones para reducir el crecimiento demográfico y evitar una catástrofe ecológica. ¿Tienen razón?

Una menor tasa de fertilidad podría ser buena para el crecimiento económico y la sociedad. Cuando el número de hijos que una mujer puede esperar tener a lo largo de su vida cae de altos niveles de tres o más hijos a una tasa estable de dos, surge un cambio demográfico a lo largo de un país que puede extenderse al menos por una generación.

Los niños son más escasos, los ancianos no son todavía numerosos y el país está repleto de trabajadores adultos: es el “dividendo demográfico”.

Si un país toma esta oportunidad única para aumentar la productividad y la inversión, el crecimiento económico puede saltar hasta en un tercio.

Menos es más

Sin embargo, la caída de la fertilidad ya está extendida en buena parte del mundo.

Más del 80% de la humanidad vive en países donde la tasa de natalidad está por debajo de tres y cayendo, o ya es de dos o menos. Esto no es producto de límites que impone el gobierno, sino a la modernización y el deseo de los individuos de tener familias pequeñas.

Cada vez que el Estado ha tratado de disminuir la fertilidad, el resultado no ha sido bueno.

La política china de un solo hijo constituye una violación de los derechos y un desastre demográfico, alterando el equilibrio entre los sexos como también entre generaciones.

China tiene ahora una gran cantidad de adultos en edad de trabajar, y cargará con una pesada carga de jubilados después de 2050. Es un ejemplo espeluznante de los peligros de la coerción. Los partidarios del control de la población dicen que no quieren la coacción.

Ellos piensan que políticas más suaves ayudarían a salvar el medio ambiente y alimentar al mundo. Tal como señala el Banco Mundial, la producción mundial de alimentos tendrá que aumentar en 70% de aquí a 2050 para alimentar a nueve mil millones. Pero si la población se mantiene plana, la producción de alimentos tendrá que aumentar en sólo un cuarto.

Cuando Simon ganó la apuesta estaba en condiciones de afirmar que el aumento de la población no era un problema: el incremento de la demanda atrae inversión y se produce más.

Pero este proceso sólo aplica a cosas que tengan precio, no a aquellas que son libres, como algunos de los bienes globales más importantes -como un ambiente saludable, el agua dulce, los océanos no ácidos o animales salvajes. ¿Quizás el crecimiento más lento de la población podría reducir la presión sobre ecosistemas frágiles y conservar los recursos que no tienen precio?

Esta idea es especialmente atractiva cuando otras formas de racionamiento -como un impuesto sobre el carbono o el precio del agua- están en conflicto. Sin embargo, las poblaciones que crecen más rápido contribuyen muy poco al cambio climático.

La mitad de la población más pobre del mundo produce el 7% de las emisiones de carbono. En cambio, el 7% más rico produce la mitad de las emisiones. De manera que el problema está en países como China, Estados Unidos y Europa, que cuentan con una población estable.

Moderar la fertilidad en África podría impulsar la economía o ayudar a los estresados medios ambientes locales. Pero eso no ayudaría a resolver los problemas globales.

Queda una última razón para apoyar la planificación familiar: según algunas estimaciones, alrededor de 200 millones de mujeres alrededor del mundo -incluyendo un cuarto de las mujeres africanas- quieren anticonceptivos y no pueden conseguirlos.

Una cuarto de los embarazos no son planificados. En opinión de The Economist, los padres deberían poder decidir cuántos hijos quieren traer al mundo y cuándo, no el Estado, una iglesia o los abuelos avasalladores.

Tenga en cuenta, sin embargo, que éste no es un argumento sobre el medio ambiente mundial, sino sobre el bienestar individual. Por otra parte, la planificación familiar parece hacer poco en orden a controlar directamente el tamaño de las familias: algunos estudios han demostrado que no tienen impacto alguno; mientras que otros revelan un efecto marginal.

Alentar familias más pequeñas en lugares de mayor fertilidad podría ser algo que valga la pena: podría impulsar la economía y reducir la presión de la población en algunos lugares frágiles. Sin embargo, los beneficios probablemente serían modestos. Y no serían sustitutos de otras políticas sensibles hacia el medioambiente, como un impuesto a las emisiones de carbono.

DETALLES DE LAS CIFRAS DE LA POBLACIÓN MUNDIAL A 6

Cada vez que el Estado ha tratado de disminuir la fertilidad, el resultado no ha sido bueno. China es ejemplo de ello.