Vuelve a sonar el cañonazo de las 12 tras dos años de silencio
El disparo inaugural se efectuó ayer, en el marco del aniversario 471 de Santiago.
por Carlos Reyes La Tercera
Aunque ayer la Catedral Metropolitana se adelantó al mediodía con su ruido de campanas, el reloj de alta precisión del cerro Santa Lucía dio el aviso exacto para ejecutar nuevamente el “Cañonazo de las 12”, que no había disparado su salva desde el terremoto de 2010. A partir de ahora, su estruendo volverá a hacerse oír en el centro de la capital de lunes a viernes.
El cañonazo inaugural se realizó en el Fuerte Hidalgo del cerro, en el marco de la ceremonia de aniversario de los 471 años de la fundación de Santiago. Para la ocasión hubo un número de vals colonial orquestado, una obra de teatro y artistas disfrazados de Pedro de Valdivia e Inés de Suárez. “Hemos querido celebrar esta fecha recuperando el cañonazo, que data de 1824 y cuyo sonido era la antesala de la misa en todas las iglesias de Santiago”, dice Pablo Zalaquett, alcalde de la comuna.
Faltando 15 minutos para el mediodía y previo a la detonación, los tres nuevos artilleros recibieron sus certificados para ejercer el cargo. Miguel Flores, Eduardo Almarza y Nelson Ossandón fueron entrenados en técnicas de disparo y mantenimiento del cañón, por parte del Instituto de Investigaciones y Control del Ejército. Su director, el coronel Hernán Araya, fue el encargado de entregarles los diplomas y los manuales de uso.
“Tan feliz como estoy yo, están mi familia y mis compañeros de trabajo”, cuenta Flores con su overol azul de cañonero. Lleva 26 años trabajando en la Dirección de Jardines del Municipio, encargado, entre otras cosas, de cumplir con las tareas administrativas del cañón: comprar la salva y gestionar su mantención. “Ahora no sólo voy a hacer el trabajo de oficina, sino que además podré dispararlo. Voy a botar tensiones con este oficio”, agrega.
Flores debe estar de lunes a viernes, a las 11 de la mañana, en el Fuerte Hidalgo, lugar donde está el mortero. “A las 12.45 termina esa tarea, porque la gente vendrá a sacarse fotos y tengo que acompañarla”, explica.
Eduardo Almarza, otro de los artilleros, lleva 11 años trabajando en esa misma dirección municipal, en una oficina ubicada cerca del cerro, donde solía oír el cañonazo. Su tarea es reemplazar a Miguel o a Nelson en caso de que no puedan asistir por estar de vacaciones o enfermos.
La restauración del emblemático cañón fabricado en Alemania, en 1910, quedó en manos del Ejército . “Un trabajo pulcro y muy meticuloso”, dijo Zalaquett durante la ceremonia, a la cual también fue invitado Fermín Muñoz, el antiguo artillero oficial, quien desempeñó esa labor desde 1997 a 2006.
Pese a que extraña este oficio, Fermín dice que “al igual que los futbolistas, uno debe saber retirarse a tiempo”.”Es emocionante que vuelva. Muy bueno para el turismo y la tradición de la ciudad”, asegura. Sólo tiene una recomendación para sus sucesores: “Sean puntuales”.
Otros que estaban expectantes eran los jardineros que cuidan la vegetación del cerro.”Siempre esperábamos el cañonazo para hacer una pausa”, dice Gustavo Riquelme, quien trabaja ahí desde hace 13 años.
Tradición interrumpida
Su funcionamiento, desde 1824, ha sido interrumpido principalmente por desgracias y denuncias de los vecinos por ruidos molestos. Una de estas ocurrió en 1916, cuando el artillero Juan Larenas, duplicó la carga de pólvora durante un Año Nuevo. El cañón no aguantó la fuerza de la explosión, se reventó y le quitó la vida.
Años más tarde, en 1996, el entonces alcalde Jaime Ravinet, suspendió durante cuatro meses los disparos, a causa de los reclamos de algunos vecinos cansados del ruido. El último cese de los cañonazos fue después del terremoto de febrero de 2010, para evitar derrumbes en el dañado Castillo Hidalgo.
“Vamos a reducir el ruido y aumentar la seguridad, usando sólo 30 gramos de pólvora en lugar de 55”, informa el edil.
Junto al alcalde, estuvieron otras autoridades: la intendenta (s) Caterina Klein y el embajador de España en Chile, Iñigo de Palacio, entre varias más. “Santiago es hoy una urbe moderna, llena de rascacielos y servicios, prueba de su dinamismo económico. Un escenario que difícilmente podría haber imaginado Pedro de Valdivia cuando subió a las faldas de este cerro”, remató el embajador.