Reabren el Café del Biógrafo, un clásico de la bohemia de los años 90
A fin de mes y luego de 11 años cerrado y tres de arreglos, reinauguran el local del barrio Lastarria.
por La Tercera
Cristina sale del cine y de inmediato cruza la calle en busca de un local donde sentarse a conversar. Quiere comentar El artista, el filme que acaba de ver en El Biógrafo junto a dos amigas. Prácticamente corre, pero alcanza a gritar “es que no concibo ir al cine y no comentar la película después, con un traguito o un café”.
Cruza hacia la vereda poniente de la calle y se ubica en la terraza de un local, a media cuadra. Pero dice que si el restaurante estuviera al lado del cine, el panorama sería óptimo. “Imagínate en el invierno, con lluvia. No alcanzarías a mojarte y te meterías altiro bajo techo”.
Ella y otros habitués podrán hacer realidad ese “ideal” a partir de fin de mes, cuando, después de 11 años cerrado, reabra el Café del Biógrafo, en la esquina de Lastarria con Villavicencio.
Varias son las novedades con las que reabre este rincón del barrio, que tardó tres años en ser remodelado. Como ésta es una zona de conservación histórica, la estructura externa del inmueble no se podía tocar. Por eso, la fachada sólo se restauró, incluidas las gárgolas, almenas y un sobrerrelieve de San Jorge con un dragón, que dan carácter a esta edificación de comienzos del siglo XX.
Por dentro, en cambio, se demolió la construcción original, cuyas paredes tenían las firmas de Armando Uribe, Eduardo Galeano y Jorge Edwards, entre otros. Una vez limpio el espacio, se levantó un nuevo edificio de tres pisos con un subsuelo para la zona de lavado y una terraza al aire libre en el tercer piso.
Según su dueño, Daniel Scrigna, se hizo un trabajo de demolición “en bolsitas, sacando los escombros de a poco por una de las puertas. Fue un trabajo muy difícil y lento”.
En su opinión, la terraza será uno de los mayores atractivos. “Tendremos unas 10 mesas, todas con sombrillas y sillas tipo director de cine, para que los cinéfilos conversen aquí sobre películas y actores”, dice.
En el interior, el ambiente que se quiere lograr es el mismo. Sillones de cuero y mesas de madera en el primer y segundo piso invitan a la conversación frente a los posters de Bette Davis o Marlene Dietrich.
La mayoría de las maderas -pino oregón y roble- que están tanto en la barra como en otros detalles del local, fueron rescatadas de la demolición del edificio original.
En la carta, en tanto, destacan copas, tapas y pizzas, de manera que la comida sea compañía de los comentarios y no centro de atención. “Los valores serán accesibles, porque estamos conscientes de que muchas veces la capacidad intelectual de nuestros clientes no va de la mano con su capacidad económica”, explica Scrigna.
Para acentuar el caracter cinéfilo del café, que puede recibir entre 130 y 150 comensales a la vez, Scrigna adelanta que en algunas oportunidades se entregarán descuentos a los asistentes al cine vecino, que también es de su propiedad. Además, en un par de pantallas LED y algunos muros libres se proyectarán trailers de estrenos cinematográficos y escenas de cintas clásicas.
El café estará abierto desde las 9 de la mañana hasta pasada la medianoche, de acuerdo también con la afluencia que tenga el cine cada día.
Más de un siglo de historia
No es mucho lo que se conoce de este icónico edificio del barrio Lastarria. Los planos originales, por ejemplo, ya no existen. Sí se sabe que fue construido a principios del siglo XX -probablemente en 1911, como indica su fachada-, por el pintor y escultor catalán Antonio Coll i Pi, autor también de las cariátides del hall central del Palacio de Bellas Artes.
En 1987 abrió ahí el Café del Biógrafo, que se transformó en escenario de la transición política y sede frecuente de las reuniones de los líderes de la izquierda chilena en los 90. También, fue escenario predilecto de varios escritores y artistas, como Miguel Littin, José Balmes y Antonio Skármeta.
El café cerró en 2001 y el inmueble fue adquirido por Daniel Scrigna, dueño de la distribuidora de películas Transeuropa, también propietaria del cine El Biógrafo desde 1994.
Su idea era ampliar la sala hacia su costado norte, pero nunca pudo llevar a cabo esa idea, pues como no se podía tocar la fachada, no era posible hacer las puertas de emergencia necesarias para el correcto funcionamiento del cine.
En 2009 surgió el proyecto de reabrir el local. Así, comenzaron los trabajos – cuyo costo Daniel Scrigna aún no es capaz de calcular-, que recién concluirán a fin de mes, con la inauguración del Café del Biógrafo. “Un local antiguo, pero nuevo”, como dice Marcelo, vecino del sector hace 20 años y nostálgico de los años 90.