El artífice de los mosaicos del Metro
Peter Himmel es uno de los arquitectos que decidieron revestir los andenes con céramicos de colores. Los mismos que un movimiento ciudadano quiere rescatar.
Por Darío Zambra, La Tercera
LOS muros de la estación de Metro Salvador están revestidos con unos pequeños cuadrados de vidrio coloreado, conocidos popularmente como “muriglass”. La mayoría son de tonos ocres, pero también hay otros blancos. En algunas partes del andén ese revestimiento va tomando un tono más claro, como en degradé. “Esa fue una idea mía”, cuenta Peter Himmel (74), mientras apunta con el dedo las pastillas de vidrio pegadas en la pared. “Se me ocurrió que sería interesante darle ese efecto”, agrega. Detrás de él, acaba de partir un tren.
Himmel fue uno de los primeros arquitectos que tuvo el Metro. Partió en enero de 1968, cuando el tren subterráneo era sólo una oficina de la Dirección de Planificación del MOP y siete años antes de que debutara el primer recorrido. Ahí, junto a un equipo de consultores externos, trabajó en el diseño de las estaciones, incluidas las terminaciones. Es uno de los artífices de los tradicionales mosaicos que revisten los andenes de las líneas 1 y 2, los mismos que en las últimas semanas generaron un movimiento ciudadano para rescatarlos, luego de que la empresa decidiera retirarlos en algunas estaciones.
“Si el material cumplió su vida útil, hay que cambiarlo. Se puede reparar, aunque es difícil acertar con los colores”, justifica el arquitecto.
En 1980 la Línea 1 se extendió desde Salvador hasta Escuela Militar. Las paredes de las nuevas estaciones fueron adornadas con pequeños cerámicos de gres, que con los años le dieron identidad a estos espacios. “Duraba más que la pintura y era más barato que la madera, por eso elegimos este material. En esos años los recursos eran escasos. También era muy limpio. Con un chorro de agua se lavaba”, cuenta Himmel.
Era este arquitecto quien iba personalmente a las fábricas a elegir los materiales. Fue varias veces a la calle Las Dalias, en Macul, donde estaba Irmir, la empresa que creaba estos cerámicos. Ahí lo recibían sus mismos dueños. “Metro era el principal cliente de estas industrias”, asegura.
Una vez que elegían la forma y el color de los materiales, analizaban cuál era el diseño más adecuado para revestir los andenes y pasillos. “Queríamos que con el tiempo no se viera anticuado. Por eso, no hicimos nada figurativo ni abstracto, sólo paños lisos y mezcla de colores en algunos casos”, precisa.
Fue así como la estación Pedro de Valdivia obtuvo las franjas azul y naranja que la caracterizan y Salvador, los tonos ocres que aún conserva. Himmel aclara que, de todos modos, se preocuparon de que fueran tonos claros: “La idea era quitarle al santiaguino el temor de bajar al subsuelo, queríamos que usara el Metro. Recuerdo que algunas personas decían ‘nunca me voy a meter a ese hoyo’. Todo el diseño se hizo con una finalidad práctica”.
Tras la crisis del 82, estas empresas quebraron y nunca más se fabricó este tipo de materiales. Desde entonces, los muros de las estaciones se comenzaron a revestir con los cerámicos que hoy venden en cualquier ferretería.
En algunas estaciones se optó por las “calugas”, como en Salvador, Baquedano y Toesca, y en otras, por los cerámicos de Irmir. Es el caso de Manuel Montt, Los Leones, Alcántara, El Golf y Escuela Militar, que durante 30 años lucieron el particular brillo de este material. Eso, hasta el año pasado, cuando Metro decidió retirarlos, luego de que el terremoto de 2010 desprendiera algunos de estos. Hoy, esas estaciones lucen un diseño diferente, con placas de porcelanato y tres franjas de mosaicos de vidrio. “Se ve mezquino, con una falta de cariño enorme. En cambio, los mosaicos le daban a estos espacios urbanos una identidad clara y eran parte de la memoria histórica”, sostiene el arquitecto Sebastián Gray, uno de los santiaguinos que apoyan el movimiento para rescatar el antiguo revestimiento.
A Himmel, el nuevo diseño no le desagrada, aunque tampoco le gusta: “No es feo, pero es tímido, muy gris”.