Carpooling, una propuesta creativa para combatir la congestión

© Fernando Reyes Torres

Por Fernando Reyes Torres, co-fundador y Ximena Chávez, Periodista Ridematch.me

La congestión vial, sin lugar a dudas, es uno de los problemas que más afecta la calidad de vida de los habitantes de las grandes urbes. En Santiago es un motivo de preocupación permanente y ha gatillado iniciativas como la restricción vehicular (pensada, en principio, para disminuir la contaminación) y la tarificación vial. Además, es el detonante de grandes inversiones en infraestructura entre las cuales destacan las autopistas urbanas.

La ciudadanía de a poco ha ido tomando conciencia de la necesidad de adoptar iniciativas que les ayuden a que las calles sean más vivibles. La masificación del uso de la bicicleta es un ejemplo, así como el cada vez mayor parque de motos y scooters.

Trabajar para evitar un colapso

Claro que todas estas acciones son sólo atenuantes. Cada año aumenta la cantidad de vehículos que circula por las ciudades de Chile, siendo una tendencia que se explica por el crecimiento económico con la consiguiente prosperidad que acarrea para un buen porcentaje de la población, el cual, legítimamente, siente el deseo de adquirir un auto por primera vez o de renovar el que ya tiene, con el agravante de que existe una mala percepción del transporte público.

Así y todo, las ciudades chilenas están lejos de sufrir un colapso vial como el que diariamente deben vivir los habitantes de grandes urbes del vecindarios como México DF, Sao Paulo y Bogotá. En el caso de Santiago, es una ciudad que colapsa principalmente en horarios punta, fuera de los cuales sigue siendo una urbe transitable con tiempos de desplazamiento abordables… por el momento.

En Europa y Estados Unidos las personas han impulsado otro tipo de iniciativa muy embrionaria aún en Chile, pero en la que se puede depositar grandes esperanzas. Se trata del carpooling o compartir el auto. Es una tendencia con 40 años de historia en el mundo desarrollado, que resulta de una comunidad organizada que, apoyada en diversos soportes de comunicación, permite la conexión de usuarios que comparten un interés que apunta, en definitiva, a disminuir la cantidad de vehículos circulando por las calles.

El carpooling nació en los diarios murales ubicados en fábricas de Alemania; luego la difusión se aprovechó de la masificación de Internet y nacieron diversos portales, los cuales siguen siendo hoy la principal vía de difusión, especialmente en Alemania y California. Pero la tecnología ya está permitiendo dar un salto hacia soluciones móviles que, apoyadas en la geolocalización, permiten conectar en tiempo real a conductores y peatones (o conductores que optan por dejar su auto en casa) que tienen un trayecto común.

Hay dos datos que dan cuenta del potencial que puede llegar a tener el carpooling en nuestra capital. Por un lado, con tasas de adopción de más de un 200% anual (de acuerdo a GSMA Latin America), se estima que pronto todos los usuarios de telefonía celular del país tendrán un smartphone, y por otra parte, según información disponible en la Sectra, la tasa de ocupación de vehículos en Santiago es de sólo 1,3 pasajeros por vehículo, lo que demuestra un uso ineficiente del auto.

Está claro que actualmente el transporte público no es una respuesta para esos usuarios de telefonía móvil y conductores, quienes difícilmente abdicarán de la comodidad de su automóvil mientras exista un servicio deficiente como el actual.

En ese sentido, las políticas de transporte debieran sincerarse y partir de la realidad innegable de que los autos están acá y para quedarse. Y sobre esa base, generar incentivos para que la gente deje su vehículo en la casa y aproveche el carpooling para sus desplazamientos.

© Fernando Reyes Torres

Ejemplos en el mundo

En California, en el área de San Francisco para ser más específico, las autoridades de transporte definieron pistas exclusivas para autos compartidos en autopistas y tarifas de peaje reducidas en algunos de los puntes que conectan la bahía con los barrios periféricos. En el área de Oakland-Berkeley, asimismo, se identificaron e implementaron puntos de encuentro donde los pasajeros pueden esperar vehículos que se dirijan al centro de la ciudad, los cuales pueden luego utilizar las pistas exclusivas ya señaladas en los puentes que unen la ciudad con éstos barrios, ahorrando valiosos minutos de desplazamiento (cosa curiosa, una buena proporción de los usuarios del sistema son conductores de autos de lujo que evidentemente no hacen uso del mismo por un motivo económico; es decir, por el ahorro en peajes o una tarifa a convenir con su pasajero. El gran motivador es el ahorro de tiempo).

En Santiago, por qué no, podrían implementarse soluciones parecidas y hacer del intercambio modal entre vehículos privados y públicos parte de nuestra política. La autoridad tiene mucho qué decir acerca de este tipo de iniciativas. Se puede pensar en tarifas de estacionamiento y peajes urbanos rebajados, pistas segregadas (o que usuarios de carpooling puedan utilizar las ya habilitadas para el transporte público, con un umbral de cierta cantidad de personas por auto), vías expresas en autopistas urbanas, o incluso estacionamientos exclusivos para el intercambio modal en estaciones de Metro o Metrotren (especialmente para zonas rurales).

Hoy ¿cuántas estaciones del Metro tienen estacionamientos conectados o espacios en sus alrededores para la descarga de pasajeros? ¿Cuántos trayectos cortos podrían ser resueltos con políticas de fomento del carpooling?

Las ideas expresadas apuntan en definitiva a un uso inteligente de la infraestructura urbana disponible, considerando, por ejemplo, que hoy por hoy las pistas reservadas a los autobuses del Transantiago suelen estar subutilizadas mientras enormes filas de autos se embotellan y apenas avanzan en las otras pistas.

La experiencia, revisando muchas iniciativas de carpooling en el mundo, lleva a la convicción de que la tecnología puede ser una gran ayuda… Las plataformas web y las aplicaciones para smartphones tienen todavía mucho qué decir. No obstante, es más relevante una comunidad organizada que percibe los beneficios de estas herramientas y los aprovecha proactivamente, y de una forma correcta.

© Fernando Reyes Torres

El aporte de la tecnología

En todo caso, más que la cultura ciudadana y de los conductores, el gran desafío actual de Santiago es la falta de una autoridad de transporte que empuje medidas creativas como las señaladas. La Sectra se presenta como un organismo que promueve modelos y el ministerio del ramo, por su parte, asume un rol netamente fiscalizador. Falta, entonces, una entidad que promueva soluciones como el carpooling y otras ideas que vayan en la dirección de descongestionar Santiago y colaborar a disminuir los niveles de polución. Hasta ahora lo que hay son iniciativas de privados frente a problemas públicos, como las aplicadas por los vecinos del Pedro Fontova, en Huechuraba, parte de los cuales se han organizado para enfrentar ellos -entre otras cosas, con el sistema de auto compartido- el terrible cuello de botella que cada mañana se forma al tratar de salir de su barrio para dirigirse a sus trabajos.

Otro ejemplo de cómo la comunidad se puede empoderar es Ridematch.me, una aplicación pensada para apoyar y difundir el carpooling en el mundo, aprovechando la geolocalización disponible en los teléfonos inteligentes.

Ridematch.me permite conocer en tiempo real qué conductores pueden satisfacer las necesidades de transporte de una persona y hacerles una petición para que la lleve en su vehículo. Es fácil de usar, basta con ingresar el lugar de salida y el de llegada (en el mapa o ingresando la dirección), identificar si se es pasajero o conductor, y la hora de salida del trayecto. Con estos datos, Ridematch.me hace la asociación entre usuarios y entrega los trayectos disponibles.

Hoy es gratis y está disponible para plataformas Iphone y Android, en Itunes y Google Play.

Afortunadamente, la tecnología está y para ayudar a que la comunidad disponga de más y mejores herramientas que le permitan enfrentar sus problemas, a la espera de que las autoridades adopten otras iniciativas que, de momento, no se ven cercanas.

Entretanto, mientras la economía chilena siga creciendo y el transporte público no sea una solución real en tiempo ni calidad, los santiaguinos seguiremos prefiriendo el auto.