Superficie de las ciudades chilenas se incrementó 46% en los últimos 20 años
Por Manuel Valencia, El Mercurio. (28/06/14)
Informe consigna que Puerto Montt, La Serena, Copiapó y Punta Arenas lideraron expansión territorial:
Auge de la minería en el norte y del salmón en la Región de Los Lagos dejó atrás la migración desde el campo como el principal fenómeno del crecimiento urbano.
Por más de un siglo, la lógica de expansión de las ciudades chilenas fue casi siempre la misma: las pequeñas e intermedias de regiones avanzaban a paso lento, mientras Santiago se consolidaba como el destino incesante de cientos de trabajadores y familias vulnerables provenientes del campo y de actividades productivas en extinción, como el salitre. Se fue transformando así en la metrópolis actual, que concentra el 40% de la población nacional.
Pero esta dinámica sufrió una alteración radical en los últimos 20 años. El auge de la minería del cobre en el norte del país y de la actividad salmonera en la Región de Los Lagos generó otros polos de atracción demográfica que torcieron la balanza.
Así lo muestra un informe elaborado por el Observatorio Urbano del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), incluido en el primer reporte del estado del Medio Ambiente.
El análisis establece que desde 1993 la superficie urbana de todo Chile creció en 46%. En el transcurso de una década, hasta 2003, ese crecimiento tuvo de protagonistas a conurbaciones como La Serena-Coquimbo, Iquique-Alto Hospicio, Rancagua-Machalí, además de Talca.
Estos incrementos en la superficie urbana, explicados por el auge de segundas viviendas en el norte y traslados del campo a la ciudad en las regiones de O’Higgins y del Maule, dieron paso a un cambio radical entre 2003 y 2013: en estos 10 años las zonas intercomunales de Puerto Montt-Puerto Varas, La Serena-Coquimbo, Iquique-Alto Hospicio, Arica y Punta Arenas pasaron a liderar, con crecimientos de entre 55% y 70%.
¿Cómo se explica este cambio? Pablo Contrucci, jefe de la división de desarrollo urbano del Minvu, señala que esto refleja claramente el crecimiento económico del país. “Lo que vemos en un comienzo corresponde a un fenómeno demográfico con una fuerte impronta de viviendas sociales, con población que emigra por mejores perspectivas y se establece en condiciones marginales en la ciudad. En el segundo período, en cambio, se nota un crecimiento asociado a la expansión económica. El país cambia y muestra una consolidación de las ciudades intermedias, lo que es una muy buena noticia”.
Correlaciones
Este crecimiento explosivo del área urbana fue, en algunos casos, directamente proporcional al aumento de la población estable. Por ejemplo, en Puerto Montt-Puerto Varas el censo de 1992 consignó 154.913 habitantes y las proyecciones de 2012 arrojaban 266.060 (72%). En 1992, La Serena y Coquimbo contaban con una población de 242.325, que aumentó en 70% y llegó a 412.586 en las estimaciones de 2012. En casos como el de Copiapó (58% más en 20 años), el auge responde a la segunda vivienda.
Para Ricardo Truffello, geógrafo y académico del centro de inteligencia territorial de la Universidad Adolfo Ibáñez, este cambio físico de las urbes chilenas ha desencadenado modificaciones profundas en las ciudades que se han expandido. “Copiapó era una ciudad de destino agrícola y minero que cambia con una población que no necesariamente ha establecido ahí su primera residencia y ha disparado los precios de suelos y arriendos. Esto mismo se va a producir en Arica cuando se desarrolle el mercado del litio”, anticipa.
El impacto medioambiental
Según el informe, el auge urbano tiene una directa relación con la erosión del suelo. Por ejemplo, en la Región Metropolitana el terreno erosionado alcanza casi la misma proporción que aquella de las zonas mineras. Genaro Cuadros, urbanista de la UDP, dice que estos deterioros, superiores al 60% en las zonas urbanas, tienen una directa relación con el crecimiento de la infraestructura. “El problema es que esta expansión de las ciudades va en detrimento de suelos agrícolas disponibles”. Con él coincide el jefe de la División de Información y Economía Ambiental, Rodrigo Pizarro. “Esto, además de degradar y erosionar suelos, genera más desplazamientos, lo que aumenta la congestión, la contaminación y la segregación social”, señala.