Una tormenta de fuego arrasa las 1.200 casas del pueblo de Santa Olga en solo siete horas
La localidad de la comuna de Constitución, en la Región del Maule, sucumbió cercada por al menos dos incendios:
Los vecinos lucharon contra las llamas hasta que “bolas de fuego” de 15 metros de altura los obligaron a evacuar.
Pablo Valenzuela, trabajador forestal, casado y padre de cuatro hijos de entre 12 y 26 años, llora desconsolado en lo que era su hogar en la calle Los Robles 207 de la hasta ayer Villa Santa Olga, en Constitución, Maule.
Pasó allí toda la tarde de ayer, porque no quiere que su familia lo vea triste. “Las lágrimas te brotan solas y no puedes pararlas, porque la pena es gigante”, confiesa sentado en los escombros de su hogar.
Como la suya, las otras 1.200 casas del poblado -el 90% de ellas de material ligero, según Bomberos- quedaron reducidas a cenizas, envueltas por dos de los 16 incendios forestales que siguen activos en la región. Ocho mil personas perdieron sus hogares en solo siete horas. Ayer, además, fue hallado un cuerpo calcinado en el sector (ver página C 6).
La tragedia se desencadenó el miércoles, cuando la villa amaneció amenazada por el fuego. Un foco avanzaba desde el sur, desde Empedrado, arrasando con pastizales y bosques. Durante el día, sin que los vecinos se expliquen cómo, otro foco surgió desde el norte. Más tarde se prendió una plantación de pino. A esas alturas estaban sitiados.
Llamado a evacuar
Los residentes intentaron luchar como pudieron. Con rastrillos y motosierras, los adultos cortaban el bosque de pino tras sus casas para hacer cortafuegos. Las mujeres sacaban agua de un riachuelo cercano para llenar unos tambores, mientras los niños les llevaban agua con hielo a sus padres y a los bomberos de la Quinta Compañía de Santa Olga.
Pero a las 20:00 horas, los bomberos llamaron a evacuar. El fuego avanzaba con fuerza. Ya no había nada que hacer. Testigos describen que se les venían encima “bolas de fuego” de más de 15 metros de altura.
Muchos decidieron evacuar sus enseres hacia Constitución. Refrigeradores, cocinas, lavadoras, sillones y televisores fueron quedando junto a la ruta.
Quienes permanecieron hasta el final, en cambio, los dejaron en el círculo central de la cancha de Santa Olga, donde se juegan los clásicos entre Real Independiente y el Hooligans, los clubes con más hinchas en el pueblo. El calor fue tan intenso -Bomberos estima que superó los 600 grados-, no obstante, que los cilindros de gas de las cocinas explotaron y el círculo central quedó cubierto por hollín.
Mientras los últimos vecinos corrían, algunos pasaron la noche junto a la ruta. La mayoría fue llevada a un albergue en la Escuela 1 de Constitución.
Allí, Ynelia Muñoz, casada hace 37 años con Luis Naranjo, cuenta que nadie durmió. A las tres de la mañana -cuando solo los niños habían logrado conciliar el sueño- ya sabían que lo habían perdido todo. “La gente estaba sentada en la cancha, abrazada, llorando o fumando. Caminaban de un lado a otro y nadie se quería convencer de la tragedia”, describe Muñoz.
Mientras a algunos les inyectaron calmantes para atenuar su conmoción, a otros les atendían las quemaduras que sufrieron al intentar salvar sus bienes.
En la tarde de ayer jóvenes de parroquias católicas llegaron al albergue. Instalaron un pequeño escenario en el patio y con guitarras cantaron varias veces “Que viva la vida”, el éxito de la banda Croni-K, para intentar levantar el ánimo de los damnificados. Pero solo lo consiguieron con los niños. Los adultos siguieron sentados, con la vista fija en el horizonte y la mente en los hogares que perdieron.
”Mi casa se quemó a puertas cerradas. Hemos estado toda la noche despiertos. Yo no he ido a ver, porque no quiero ir”. XIMENA VILLEGAS Vecina de Santa Olga
Jefe local de Bomberos: “Faltó ayuda del Gobierno. Necesitábamos apoyo aéreo”Carlos Hernández es un damnificado por partida doble en Santa Olga. No solo perdió su hogar, en la calle Los Molinos, sino también el cuartel de la 5ª Compañía de Bomberos, de la que es director.
Bajo una nube de humo que aún cubre el pueblo, el calor de las brasas que traspasa el calzado y un persistente olor a quemado que inunda el sector, repasa la trágica jornada del miércoles.
“Pensábamos que íbamos a contener el fuego con el trabajo de los voluntarios y de los vecinos, pero no bastó”, relata. “Santa Olga tenía fuego por sus cuatro costados. Estaba rodeado”, agrega.
Dice que sus hombres trabajaron hasta la medianoche y que solo evacuaron “cuando vimos que no se podía hacer nada. El avance del fuego tenía demasiada carga calórica. En 10 minutos vaciamos un carro con tres mil litros de agua y un camión aljibe con 10 mil”.
¿Se pudo haber evitado la destrucción del poblado?
Hernández cree que sí. “Quizás las autoridades no tomaron las medidas necesarias. Faltó ayuda de las autoridades, del Gobierno. Necesitábamos apoyo aéreo. Teníamos la esperanza de que pudiera pasar el superavión. Eso nos habría bajado la intensidad del incendio. Generalmente, el apoyo aéreo era de las empresas. Hicieron mucha falta aviones con agua”.
Coincide el soldador Leandro Rivas (24), otro damnificado: “Estuvimos batallando hasta la última (…). Nos dejaron prácticamente botados. Hicimos lo más que pudimos, pero cuando llegó el incendio grande tuvimos que arrancar. Mi casa ya no existe”.
Para el consultor Michel De L’Herbe, en estas localidades lo importante es trabajar antes, retirando el material combustible de los alrededores. En cambio, cuando se está con el tiempo en contra, como el miércoles en Santa Olga, “se necesita maquinaria pesada, que va a ser más eficiente que la labor que hace un grupo de personas”. A su juicio, el mejor camino para estas comunidades es que se organicen, tomen contacto con Conaf y formen sus propias brigadas. “Se transforman en una extensión del sistema de emergencia y en una primera respuesta, que puede ser muy efectiva”, concluye.
La historia del pequeño poblado forestal en la Región del MauleSanta Olga está ubicada a 15 kilómetros de la ciudad de Constitución, en la Región del Maule, y hasta el miércoles vivían allí más de cinco mil habitantes.
Hoy, pulverizada por la “crisis de fuego”, la situación es dramática: las llamas generaron la postal más triste en la joven historia de una localidad que surgió por el impulso forestal.
Andrea Olivares conoce bien esa historia: llegó a la localidad a los ocho años, y solo hace dos que se vino a Santiago. Su familia lo perdió todo en la catástrofe.
“Santa Olga es una zona rural que nació hace 50 años, y lo hizo por el tema forestal, porque se instala Pacífico, una empresa de ese rubro. De esa manera, parte funcionando la empresa, y la gente del sur empieza a llegar para allá. Actualmente hay harto apellido mapuche. Se empezó a poblar la zona, y el pueblo fue creciendo. Todo partió con una escuela pequeña”, dice.
La localidad contaba con una posta de primeros auxilios, un retén de Carabineros, un cuartel de Bomberos y un establecimiento de educación básica. Todo fue arrasado por el incendio.
Hermógenes Villegas ha vivido toda su vida en Santa Olga. Explica que la localidad lleva ese nombre por un predio cercano. “La mayoría de la gente se dedicaba al rubro forestal, y como las casas eran de material ligero, prendió más rápido el fuego. Fueron años de sacrificio; mi casa fue construida por mis propias manos con esfuerzo, y fue una pesadilla verla en el suelo”, agrega.
La devastación es absoluta; prácticamente nada queda en pie. De las más de mil casas -dicen sus vecinos-, solo quedan cenizas.
“Llegar a una localidad completamente destruida da una pena y una impotencia tremenda; ver que todo ya no está es una situación caótica”, afirma el alcalde de Constitución, Carlos Valenzuela, quien agrega que “incluso muchas personas están durmiendo al lado de la playa para sentir seguridad”.
El edil dice que la meta es reconstruir las 1.200 casas quemadas. Con iniciativas privadas y ayuda del Gobierno -asegura- esperan levantar a Santa Olga.
“Junto con llorar, hay que ponerse de pie y seguir adelante. La idea es reconstruir las casas quemadas; ese es el compromiso que hay, lo antes posible, sin mayor trámite. Lo importante es que todos hablemos el mismo idioma. Tenemos que hacerlo en conjunto y escuchando a la gente”, plantea, optimista, el alcalde.
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