La Jerusalem Chilena
Grandes edificaciones, símbolos de las grandes religiones del planeta compitiendo y conviviendo. Esto no es Oriente Medio; no está ni cerca de los lugares donde históricamente estos dos mundos se han enfrentado, NO. Se trata de Sudamérica. Se trata de Chile, Se trata de Coquimbo, IV Región.
A mediados del año 1999 se inició en la cumbre del Cerro El Vigía, ubicada a 157 Mts. Sobre el nivel del mar en la península de Guayacán, la construcción de la Cruz del Tercer Milenio: gigantescos 93 metros de hormigón armado que dominan toda la bahía , diseñados por el arquitecto Carlos Aguirre Mandiola. Según sus gestores (comunidad católica de la zona y Municipalidad de Coquimbo) “la idea, fue concebida luego de constatar en diversos países de Oriente y el Viejo Mundo, que importantes ciudades adquieren especiales significados bajo referencia de Monumentos o símbolos elevados en consagración de sucesos trascendentales”.
Luego, el 2004 se termina el proyecto y se da inicio a la construcción del Centro Cultural Islámico Mohamed VI de Diálogo de las Civilizaciones. Su diseño fue supervisado por el arquitecto marroquí Faisal Cherradi, inspector de monumentos históricos y delegado del Ministerio de Cultura de su país. La llamada “Mezquita de Coquimbo” se emplaza en la cumbre del Cerro Dominante, a 110 metros sobre el nivel del mar, enfrentándose a la cruz. El elemento que destaca y se suma como hito vertical en al paisaje de la ciudad es el Minarete de 36 metros de altura. Actualmente se realizan los últimos retoques de la obra, coordinados por artesanos provenientes de Marruecos, país cuyo rey da nombre a la mezquita luego de haber donado US$ 350 mil para la obra.
El principal gestor de estas obras ha sido el alcalde de Coquimbo, Pedro Velásquez, quien ha buscado identificar la ciudad con estos símbolos y generar una nueva imagen urbana, con otros proyectos como la revitalización del Barrio Inglés y la reconstrucción de los fuertes que defendían la ciudad de los piratas, sumada a otras obras con fondos regionales como la extensión del eje Av. Del Mar con Peñuelas que une La Serena y Coquimbo.
Evidentemente, el móvil aquí es la generación de recursos a través del turismo. Frente a la faraónica construcción de monumentos religiosos que en el corto plazo no parece querer detenerse, cabe preguntarse hasta dónde se puede llegar levantando atracciones que parecieran superar la historia de la ciudad y la cultura del país; hasta qué punto son válidas generadoras de una nueva identidad urbana; o si debe la ciudad transformarse en un parque temático en busca de visitantes. Detrás de todo esto hay un problema mucho más profundo y que afecta a urbes que se transforman en ciudades exclusivamente turísticas (y universitaria en caso de Valparaíso, tras la obsolescencia del puerto), donde la búsqueda por incentivar aquellas “imágenes urbanas” generan bonitas fachadas y monumentos, barrios nocturnos con “onda”, espacios públicos que vale la pena visitar, pero que sin embargo esconden tras los cerros una gran población cada vez más pobre, que sólo tiene ingresos de temporada.