Transantiago: la pérdida de la inocencia.
En el artículo donde discutimos la “Herencia urbana del gobierno de Pinochet”, intentamos hacer más clara la línea, para muchos invisible, que vincula los orígenes ideológicos de la estructura política-económica de nuestro país, con las políticas de desarrollo urbano, con los proyectos construidos y, por fin, con la realidad que todos habitamos día a día. Con el Transantiago tenemos hoy, más que nunca, una situación que transforma una operación de planificación urbana en un acontecimiento de alto impacto público-mediático-real (para todos). Si muchas veces se olvida la influencia de la política en la realidad urbana construida, hoy es contundente el peso de la planificación urbana en la contingencia político-social.
A quién le importa
En Santiago ha habido operaciones urbanas en el último tiempo que, aunque de un gran costo económico, tuvieron un impacto social insignificante comparado con Transantiago. Tal fue el caso de las grandes infraestructuras, como las autopistas urbanas. Parece rebuscado ponerse a escarbar en la relación que entonces tuvo el urbanismo y los problemas político-ideológicos que encarnan las preguntas ¿Qué es lo que tiene mayor prioridad? ¿A beneficio de quiénes invertiremos dinero y dedicación del aparato público?
Y a pesar de que encienda las más espontáneas pero estériles chispas de resentimiento, poco peso, más allá de unos cuantos pataleos, tiene la “escala de prioridades” con la que se planificó. A pocos le importa la realidad, tan distinta, que las autopistas generaron en el mejorado Nudo Estoril de Las Condes, contra el aislamiento en que quedó el Parque la Bandera de San Ramón. El peso de la política [y los políticos] en la planificación urbana se diluye hasta [casi] desaparecer.
Transantiago desflorado…
Mucho después de que la concertación aprovechara dejar claro, en la Franja Electoral de las últimas elecciones, que con los nuevos buses los pololos podrían pinchar en la vereda sin ser interrumpidos por las estruendosas micros-amarillas-tipo-Marinakis, el ruido de Transantiago tiene desencajado a todo Chile.
Transantiago ha perdido la inocencia. Esa inocencia que alguna vez tuvo que tener cuando, lánguido e inofensivo, se veía en un papel sobre la mesa de los urbanistas, mientras ellos, con su profilaxis académica, garabateaban sugerencias estructurales rayando por aquí y por allá.
Si uno le quita el alarmante tono de resentimiento, con aire setentero, de la frase típica “Ni Bam Bam ni los ricos del gobierno andan en micro”, puede leer una lección que, por más que repetida, no parece entrar en las privilegiadas mentes de los planificadores: hay demasiadas diferencias en cómo se ve la ciudad en un modelo abstracto de como la viven efectivamente los ciudadanos. Y en éste caso, la diferencia puede hacer estallar a la ciudad.
Punto Aparte
Hay algo que de a poco se introduce en el aire. Hasta las colas tienen un aire más civilizado con Transantiago. Y pareciese que los santiaguinos prefieren tragarse las molestias cuando se sienten en una ciudad un pelo más primermundista [o un pelo menos tercermundista]. En tiempos en que hasta al gobierno se rige por encuestas y estudios de mercado, los alegatos no vienen ya de “el Pueblo”, esa masa con olor a transpiración que se batía en revoluciones o pedía golpes de estado. “El Pueblo” ha muerto. Las protestas vienen de consumidores, los seis millones de individuos que pagan $380 por un servicio.
Se hace evidente una nueva realidad política-económica-social. PAreciera que hoy, la mejor manera de ejercer un poder como ciudadanos dejó de ser la democracia, para dar paso a nuestra capacidad como consumidores de exigir calidad de los productos [en este caso una parte importantísima del producto-ciudad: el transporte público]. ¿quién es el responsable? La nueva mezcla estado-privados nos confunde sobre los roles que cada uno de ellos tiene en la culpa de nuestros males. Una gestión pública, que con transparencia haga que podamos ejercer nuestros derechos como usuarios-consumidores, será otro paso hacia una nueva forma de poder para el “ex Pueblo”: una masa ciudadana capaz de plantearse con mayor firmeza y claridad frente a las autoridades y los privados.
Algún día Transantiago estará completado, y lo que quedará de ejemplo para Valparaíso, Concepción y el resto de Chile será más que nuevos colores para las micros.
Ver:
Más Metro, lista la Línea 4A… ¿para integrar?
Partió el Transantiago: ¿Para dónde va la micro?
Transantiago / Jefe, $350 hasta el metro!
Fotografía de portada: intervenida de “El blog de ffuentes” y “Fotolog Josephs”
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