Vivir rodeado (o “mi casa es un cenicero”)
El desarrollo inmobiliario en nuestro país se puede estudiar, observar y criticar desde diversos ángulos: desde el punto de vista económico, la mutación de antiguos barrios residenciales, los cambios en las necesidades de vialidad, los pros y contra de la densificación sobre la expansión de la ciudad, las agrupaciones barriales exigiendo no matar un estilo de vida, etc.… sin embargo existe un ángulo que aparece al ver el tema en una escala algo menor: él ángulo desde abajo.
Independiente de cuánto aprobemos o no la construcción de edificios en lugares céntricos de la ciudad, la existencia de terrenos con construcciones que quedan sumergidas entre el desarrollo que grúas y cuantiosos fondos hicieron posibles, parece no poder sernos indiferente.
El primer problema que se nos aparece es de carácter práctico: por lo general, dichos terrenos no tienen el tamaño necesario para desarrollar en ellos un nuevo proyecto inmobiliario, por lo que habiendo quedado fuera del mercado en un primer momento, parecen estar condenados a quedar como un espacio residual intocable, que quizá encuentre algún feliz destino cambiando su función de residencial a otra en la que la perdida de ciertas condiciones no sean vitales.
¿A que condiciones nos estamos refiriendo? Nada que no sea obvio: por nombrar dos, intimidad (desde la ventana del baño de esa casa se ven al menos 12 ventanas más… y sin asomarse), y soleamiento (algo así como una Cordillera de los Andes y un San Cristóbal a 5 metros cada uno de mis medianeros). ¿Una imagen? Algo así como un niño de 4 años caminando de la mano de su padre en un atochado Paseo Ahumada el 24 de diciembre; un cenicero profundo.
De a poco este breve artículo se está convirtiendo en una pataleta y no mucho más. ¿Soluciones? ¿Que el dueño de la casa hubiera aceptado la oferta de venderla a tiempo? ¿Seccionales más estrictos? ¿Convertir dichas propiedades en oficinas? Por ahora sólo presento el problema y algunas imágenes, queda abierta la invitación a la discusión.
Fotografías Santiago Centro: Nicolás Valenzuela Levi.