Tren metropolitano e inversiones urbanas: ¿El estado líder en la construcción de la ciudad neoliberal?
Nuestro pujante Chile no deja de sorprender con sus procedimientos para hacer y deshacer ciudad. Cómo el ya aceptado campo de experimentación de los economistas de Chicago, sistema impuesto férreamente por los militares y no modificado en sus bases por los demócratas, observamos sus actos, sufrimos sus bondades y fallas, opinando periódicamente ante unas escurridizas posibilidades de perfeccionamiento.
El Metro de Santiago, una empresa autónoma del Estado, ha anunciado un paquete de inversiones urbanas que levanta enorme interés en el mundo de las inversiones inmobiliarias. Después de la exitosa experiencia de Subcentro en Apoquindo con A.Vespucio, que revitalizó recintos subutilizados en nuevos y activos espacios de ocio, comercio y consumo, Metro arremete con una serie de licitaciones sobre terrenos que estando bajo su administración suponen una tremenda oportunidad de repetir la experiencia y los aciertos del modelo.
A primera vista, éxito seguro para quien “arriesgue” invertir en tan codiciados 4.000 m2 de terrenos ofrecidos, sin embargo cabe preguntarse sobre el nivel de regulación o intervención que tendrá Metro S.A. y por ende el Estado, ¿Podrán acaso exigir algo mas que el mínimo cumplimiento normativo?.
Mientras bullados casos como Puerto Barón, demuestran la compleja relación que establece una empresa autónoma del Estado con la ciudadanía, a favor de sus planes de expansión comercial, no dejan de llamar la atención los procedimientos y las formas de evaluar los impactos de esas intervenciones sobre la ciudad, cuando el Estado es propietario, normador y quien establece los criterios a favor del mejor resultado.
¿Tendremos al fin los requeridos estacionamientos de bicicletas?, ¿O los estacionamientos públicos que liberen nuestras calles?, ¿U otros servicios públicos subsidiados que aún no hemos vislumbrado solicitar?
La preocupación entonces debe ser mas bien de proposición de no perder la oportunidad de hacer ciudad e incentivar el uso de nuestro polémico transporte público, especialmente cuando las reglas del mercado están a favor de la ciudadanía, con flujos y plusvalías plenamente asegurados a los inversores y donde haya espacio para esas peticiones, que siendo pequeñas, afectan considerablemente nuestra calidad de vida.
Suerte ciudadanos, que se viene el Metro.