Al rescate del “pulmón verde” que atesora Lampa
Grupo multidisciplinario estudia zona ubicada al norte de la Región Metropolitana, donde habita una gran cantidad de especies nativas de la zona central. Extracción de minerales y caza ilegal ponen en peligro un paisaje que podría convertirse en una importante fuente de recursos económicos para los habitantes del sector y en una nueva área verde para la ciudad. Por Cristina Espinoza
Los Altos de Chicauma y Lipangue, en la comuna de Lampa, es uno de los pocos lugares de la Región Metropolitana donde, a pesar de su cercanía con la ciudad, aún es posible oír cantar un aguilucho o -si se tiene suerte- encontrarse con un lagarto Gruñidor de Álvaro (pristidactylus alvaroi), especie escasa en Chile y casi desconocida para los científicos. El lugar es, además, una de las pocas áreas de la zona central del país donde el roble -parte de la flora endémica en peligro de extinción- crece naturalmente.
A pesar de la intervención del hombre, el ruido y las antiguas explotaciones mineras, los Altos aún conservan parte de su ecosistema natural y podrían convertirse en una especie de “pulmón verde” de la ciudad. Eso, si se logra proteger la zona y aplicar algunas medidas de mitigación de los impactos causados por el hombre.
Ése es el objetivo de un equipo multidisciplinario de profesionales del Centro de Investigaciones Ecotoxicológicas de la Universidad Mayor (CIE Mayor), Conama y el departamento de Medio Ambiente de la Municipalidad de Lampa, quienes están a cargo de un proyecto que, desde marzo de 2008, tiene como prioridad estudiar y conservar las especies que allí habitan, que son vulnerables o corren riesgo de desaparecer.
Veterinarios, ingenieros forestales y biólogos están encargados de desarrollar una línea base que les permita conocer las diferentes especies que viven en el lugar: reptiles, mamíferos, micromamíferos, aves y peces, además de flora propia de la zona central. “Es una zona de alto endemismo vegetacional, donde hay muchas especies propias de Chile. La mayor parte de las aves endémicas habitan aquí”, señala César Mattar, veterinario del CIE Mayor y coordinador de estudios del proyecto. “Es un área de gran diversidad, no solamente en especies, sino también en ecosistema, porque tenemos bosque esclerófilo, bosque de roble, matorral altoandino espinoso, vegetación xerófita”, agrega el especialista.
Zona en peligro
El lugar es atractivo, no sólo por su paisaje, sino porque a su alrededor históricamente se han llevado a cabo actividades como la minería, extracción de áridos y caza ilegal de especies. “De hecho, parte de Chicauma es una propiedad privada, donde aún hay piques mineros, por lo que el impacto antrópico es fuerte”, explica Mattar.
De ahí que surge la preocupación de que dichas zonas puedan volver a ser explotadas. Sin ir más lejos, el roble es un árbol altamente lucrativo y el que crece en la actualidad es bastante nuevo. Eso sin contar que los piques mineros abandonados han vuelto a llamar la atención debido al alto precio del precio del cobre, de hecho “de repente se escuchan algunas tronaduras”, cuenta Mattar.
Por esto, entre las metas de los investigadores está detectar a qué riesgos se expone la zona y cuáles de estos sectores son los más afectados. El fin: determinar algunos senderos donde se puedan desarrollar proyectos ecoturísticos. La idea es que gente de la zona “también aproveche, sepa valorarlo y obtenga un recurso. No solamente un bien económico, sino también paisajístico. O sea, es súper bueno para los niños ir a jugar a un lugar que está protegido, con especies nuevas y chilenas”, enfatiza el veterinario.
Aunque la instauración de parques no es de competencia de los profesionales que estudian la zona, Mattar asegura que los dueños de los terrenos tienen la idea de desarrollar un parque y ecoturismo. “Están interesados y cooperan de la manera en que pueden hacerlo, así que espero que respeten los resultados del proyecto y se conserven las zonas que se definan como de mayor riesgo y se apliquen algunas medidas de mitigación como se ha propuesto”, señala es especialista.
Una de ellas es -por ejemplo- que la gente no circule por el sector en el período reproductivo de algunos animales. Ello, porque se ha constatado que el aguilucho chico -ave difícil de encontrar- nidifica en ese bosque “y si empieza a pasar gente de forma indiscriminada, probablemente se vaya. Hay que tomar medidas como que el sendero no pase por ese sector o simplemente en periodos gestacionales, que la gente no pueda ingresar a esas zonas”, aconseja el experto.
Pocos recursos
El equipo de especialistas cuenta con 10 meses para desarrollar el proyecto que permitirá conservar el ecosistema de los Altos de Chicauma y Lipangue. Un problema, dice el veterinario, pues lo ideal para este tipo de proyectos son dos años. Hasta el momento, los estudios de bioensayo han determinado que la calidad del agua del sector es buena, pero los suelos presentan gran erosión, producto de caminos construidos en forma inadecuada. “Generalmente, han pasado con tractores o con palas mecánicas y han hecho caminos rectos hacia arriba, entonces la erosión es altísima, se han formado cárcavas (socavones) en muchas zonas. Sobre todo cuando llueve mucho, los caminos se desmoronan, no ha habido quizás un buen control y la erosión es un problema grave”, enfatiza Mattar.
El veterinario espera que la definición de estas zonas de riesgo permita regular el tema de las extracciones mineras en la zona, “porque en Chile uno no es dueño del subsuelo. El dueño del terreno podría estar muy interesado en proteger, pero si yo encuentro cobre u oro, puedo comprar esos derechos y hacer lo que se me ocurra con tal de extraer esos minerales. Obviamente hay un estudio de impacto ambiental involucrado, pero generalmente en Chile está visto que los proyectos mineros siempre se llevan a cabo, sobre todo con el precio que tienen ahora los minerales. Entonces ese tipo de impactos deberían regularse un poquito más, sobre todo en un país minero”, concluye el investigador.