Resultados índice MasterCard: Santiago arriba, pero no por la ciudad (más deudas de calidad de vida)
imagen original de flickr.com/photos/armandolobos
Las malas noticias económicas aparecen día a día. Sin embargo, los indicadores de competitividad aún siguen siendo satisfactorios a nivel local, tal como lo indicó el índice MasterCard de Mercados Emergentes 2008; Santiago resultó la ciudad mejor evaluada en América Latina, y se erigió quinta entre las 65 ciudades cotejadas. Sólo fue superada por Shanghai, Beijing, Budapest y Kuala Lumpur. Estos resultados repiten lo arrojado el 2007, cuando Saskia Sassen nos visitó a propósito del estudio. En esa oportunidad, la misma Sassen precisó que las ventajas comparativas de Santiago se deben a condiciones macro, principalmente relacionadas con el ambiente económico y financiero, muy por sobre nuestra realidad urbana, que de hecho le “resta puntos” a la ciudad, como quedó demostrado en el índice 2008.
Los resultados del Ranking
Las estimaciones realizadas por Master Card nos permiten aventurar un diagnóstico claro para la relación entre la competitividad y la realidad urbana en Santiago. El aspecto más notable es que Santiago es considerada en ese estudio como la mejor ciudad en cuanto a “ambiente económico y comercial” entre todas las ciudades de las economías emergentes consideradas. La mayor parte de las variables que nos benefician corresponden a tópicos como “ambiente de servicios financieros”, y es justamente el aspecto de “calidad de vida urbana” la que más perjudica a Santiago de Chile. Ahí existe una gran oportunidad.
Hay que resaltar que Santiago logró buenos puntajes en libertad política, seguridad física y desastres de ambiente social. Este aspecto es muy importante, y me parece que es de los aspectos a considerar, puesto que existe un riesgo que se refleja en el descalce entre los índices de percepción del delito, y los datos objetivos de victimización (la encuesta INE de este año y el Informe de Seguridad Pública del Ministerio del Interior así lo demuestran). Entre los distintos actores que enfrentan el tema de la seguridad y la cohesión social, tanto práctica como discursivamente, debiéramos hacernos cargo de que se ha creado un ambiente que eleva la percepción del delito por sobre la situación real. Esto incide directamente en la calidad de vida.
Por otro lado, me parece que hay un momento especial que se resolverá en gran medida durante el año que viene; tiene que ver con la discusión por la educación. Es un aspecto que, si bien no es netamente “urbanístico”, sí tiene enormes consecuencias territoriales en las nuevas formas de agrupación asociadas a las industrias creativas y la economía del conocimiento. Hay una situación “macro” que ha definido una nueva realidad en relación a la oferta y las instituciones educacionales en Chile, lo que tiene especial relevancia en Santiago. Hay fenómenos que se han dado en distintos sectores de la ciudad, en las que se están generando especies de “clusters” universitarios, como el Barrio Universitario en el Centro, la nueva mezcla que se dará entre el barrio bohemio-cultural y las universidades antiguas y nuevas en Bellavista, y otros agrupaciones de universidades como en el metro Camino Agrícola en Vicuña Mackenna con las instalaciones de DUOC, UTFSM y PUC. El mismo ranking Master Card reconocía el tema de las universidades como un aspecto a valorar.
Para variar, competitividad desde lo urbano
Esto nos lleva, finalmente, a los proyectos urbanos. Necesitamos competir contra ciudades europeas o latinoamericanas como Buenos Aires, que tienen una fuerte identidad urbana y una idea instalada de calidad de vida. Si bien hemos realizado grandes esfuerzos en infraestructura para el desarrollo (autopistas) y en solventar de manera cuantitativamente eficiente el déficit de vivienda, pareciera que nos quedamos cortos en relación a la vida urbana, los espacios públicos e incluso la entretención. Hay aspectos a trabajar, desde el cierre temprano de las líneas de Metro que dificulta muchas actividades “entretenidas”, hasta aspectos edilicios o de proyectos urbanos emblemáticos para darle calidad a la ciudad. Hay lugares que ya tienen cierto valor propio, como lugares del Centro, Providencia, y sectores del cono de altos ingresos. Sin embargo, hay una parte mayor de Santiago donde esta identidad y valor no existe, reemplazados más bien por pesimismo y hastío. Probablemente, previo a fijarnos en rankings, necesitamos resolver una discusión política que es “cuál es nuestro proyecto de ciudad”.
Como bien dice Richard Florida (2008), “la economía creativa está convirtiendo el dónde vivir en la decisión más importante de tu vida”. En mi opinión, en Santiago existe un capital humano y social en desarrollo que apunta a buscar la calidad urbana, en términos de gestión y desarrollo de proyectos; esto involucra fenómenos como la participación de la agrupación ciudadana Ciudad Viva en el desarrollo del proyecto inmobiliario Patio Bellavista, o los avances que podrían lograrse de un buen análisis del Programa Quiero mi Barrio. Es necesario que, además de encaminarnos hacia “agendas urbanas” que pueden tener claros referentes en otras ciudades latinoamericanas – como el caso colombiano, desde la idea de Transantiago (que debemos necesariamente poder llevar a puerto) hasta el enfoque de las inversiones en equipamiento y espacios públicos para Medellín –, seamos capaces de capitalizar, potenciar y mejorar la modernización de la institucionalidad y de los mecanismos e instrumentos de gestión de la ciudad. Este, a mi juicio, es el momento en el que debemos buscar un cambio estructural. El futuro desarrollo que Chile pretende lograr incorporándose en la Economía del Conocimiento, requiere que podamos ponernos de acuerdo y actuar en estos aspectos.
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