Arauco: una lección no aprendida
(La Nación. 30/06/2009)
Por Flavia Liberona, directora ejecutiva Fundación Terram
La empresa Celco, del grupo Arauco, acaba de presentar una solicitud para aumentar, por vía administrativa, la capacidad de producción de su planta Valdivia en 20%. Se trata de la misma planta que el año 2005 generó el que probablemente sea el mayor escándalo ambiental del país, al contaminar el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter con sus desechos industriales, cuando llevaba apenas unos meses de funcionamiento.
Los residuos industriales líquidos (riles) arrojados al río en esa ocasión contenían una carga de contaminantes tóxicos que provocaron la muerte y/o migración de la flora y fauna del humedal ubicado en el río Cruces, que hasta entonces era hábitat y refugio de varias especies de aves acuáticas, especialmente cisnes de cuello negro. Es la imagen de cientos de cisnes moribundos a orilla del río la que marcó a fuego al país, movilizó a miles de ciudadanos y organizaciones y forzó a la empresa a modificar ciertas prácticas.
Sin embargo, los problemas de fondo de la planta están lejos de haberse solucionado. Los efluentes se siguen arrojando al río Cruces, aunque con cargas supuestamente menores de contaminantes y aún no está definida la disposición final de los desechos de la planta y el trazado del ducto que debe llevar los riles hasta el mar, de acuerdo con la decisión de las autoridades ambientales.
Con la intención de avanzar y conseguir realizar el estudio de impacto ambiental que le permita depositar sus basuras en el mar, hecho al que las comunidades locales se oponen tenazmente, la empresa implementó una de las peores estrategias para conseguir sus objetivos: comenzó a dividir a la comunidad y firmar acuerdos de compensación económica que le permitan realizar los estudios, en un proceso en el que la autoridad de gobierno se ha abstenido de intervenir. Esta situación ha llevado a la destrucción del tejido social de dos comunidades locales, que hoy se enfrentan entre los que cedieron ante la empresa y los que no.
Tanto el escándalo que significó la contaminación y muerte de los cisnes en el río Cruces, como la posterior contaminación de la planta Licancel y la estrategia de dividir y pagar a la comunidad para poder realizar estudios, son hechos que han remecido profundamente a la opinión pública. Para afrontar estas situaciones, Arauco contrató asesorías de imagen y manejo de crisis y se comprometió públicamente a adoptar una serie de medidas de reparación y mitigación en relación al ecosistema del río Cruces, así como a mejorar sus prácticas y estándares ambientales. Pero, al parecer, lo ocurrido en el río Cruces, en Mehuín y en Misisipi, así como los episodios de contaminación de la planta Licancel en el río Itata, no han servido para que efectivamente la empresa mejore sus prácticas y por sobre todo comprenda que debe tener respeto por las personas y el medio ambiente.
Llama profundamente la atención la petición de Celco para aumentar su producción en nada menos que 20%, lo que equivale a 110 mil toneladas anuales más de celulosa. Los ejecutivos de Arauco, que pusieron en marcha una millonaria maquinaria publicitaria para intentar mejorar la imagen pública de la empresa, actuaron esta vez de manera sigilosa, sin informar de una modificación tan significativa.
Resulta poco convincente que la empresa considere este incremento como una simple “optimización” de la producción (como señala la carta oficial de la gerencia de Celco a la Conama regional), pues bien saben los ejecutivos lo que implica aumentar o disminuir los niveles de producción. No por nada debieron someterse a una restricción de alrededor de 20% de la capacidad total de producción de la planta durante al menos dos años, después del desastre de 2005.
Esta vía escogida por Arauco para aumentar su producción “por secretaría” y a espaldas de la comunidad local y nacional, implica obviar el proceso de participación ciudadana, y refleja la inexistencia de un proceso real de cambio al interior de la empresa. Arauco demuestra, con estos hechos, que el traumático proceso vivido hace cuatro años no logró modificar ni los usos y prácticas ni la filosofía empresarial de este conglomerado.
Ahora, los ojos están puestos sobre la Corema de los Ríos, que deberá decidir si acoge la petición de Celco o, como lo ha señalado incluso la ministra de Medio Ambiente, este aumento de nivel de producción implica un cambio en las condiciones de la Resolución de Calificación Ambiental y, por lo tanto, requiere ser sometido a un nuevo proceso de calificación ambiental.