“¿Por qué un hueón que vive en Estoril tiene que ir a la Plaza de Armas?”
Esta pregunta fue parte del título de un artículo aparecido en una de las últimas ediciones del semanario “The Clinic”. Se trata de una entrevista a un estudiante de diseño en la Universidad del Pacífico quien, sintiéndose orgulloso de ser uno de los denominados estudiantes “cota mil”, lanza descarnadas críticas a Berríos y, sobre todo, realiza comentarios tan políticamente incorrectos como el de arriba, que parecen ser de las cosas más ancladas a la realidad urbana Santiaguina que se han escuchado en el último tiempo. ¿Es posible contestar su pregunta?
Cuando recién, hace ya varios meses, se publicó la columna “Extranjero en su país” de Felipe Berríos – quien a mi pesar, debo confesarlo, deja el país y nos priva de sus comentarios – habíamos profundizado en Plataforma Urbana sobre el trasfondo del conflicto sobre la “Cota Mil”. La provocación esta vez es mucho más incisiva y cínica, lo que la hace más atractiva.
Antes de empezar quiero citar un comentario al post escrito entonces: “En el cuerpo de reportajes de ‘El Mercurio’ un arquitecto afirma realizar tal integración espacial con la relación de la realidad social chilena al ejercer docencia en la escuela de arquitectura de la Universidad de Chile. Si esa es la preocupación de la realidad social de estas instituciones y de estos profesionales, la pobreza seguirá siendo para esta élite parte de la naturaleza”.
Última advertencia: resulta fundamental desprendernos de la tentación de hacer juicios morales del estilo “que egoísta este cabro, quemémoslo en la hoguera”.
Intento de Respuesta 1: Porque así construimos una sociedad más integrada
¡Pésimo intento! Esto implica un juicio moral que le atribuye una responsabilidad individual a cada miembro de la élite socioeconómica sobre la fragmentación social. No diré que no estoy de acuerdo con ello, pero es evidente que en los términos en los que nuestro amigo cota mil plantea su pregunta, lo peor sería responder con juicios morales. ¿Por qué un problema colectivo debiese ser responsabilidad de una persona? Evidentemente que lo debe ser, porque de lo contrario no habrían soluciones practicables. Sin embargo, se requiere un común denominador que una las aspiraciones individuales con las necesidades colectivas, y si nos enfrentamos a este ejemplo, claramente no estamos encontrando ese común denominador. Wrong answer.
Intento de Respuesta 2: Por la ambición de poder de la élite
Esta podría ser la respuesta más clásica. En tiempos anteriores, el Estado-nación no sufría ningún cuestionamiento a su posibilidad hegemónica como espacio de poder para dominar las relaciones sociales y económicas, cosa que sí generan hoy la globalización y la sociedad civil. Entonces lo político era algo que definitivamente le interesaba a esas elites capitalistas, puesto que “la búsqueda y administración del poder” siempre se refería al Estado. Por eso, las antiguas derechas chilenas como aquellas del Partido Conservador o el Partido Liberal participaban fuertemente de lo público: “bajaban a la plaza de armas” e incluso ganaban elecciones presidenciales. Desde las reformas en la Dictadura, que sacan cientos de espacios de decisión sobre temas socio-económicos desde el Estado hacia el mercado, muchas esferas de poder ya no implican lo político, la decisión popular, sino que se pueden perseguir compitiendo con grandes ventajas comparativas si uno ha logrado acumular más que otros que tal vez busquen lo mismo. Probablemente sea ésta una de las razones porque la derecha chilena no ha ganado una elección presidencial desde el 4 de septiembre de 1958; más que pensar en una “mediocridad endémica”, creo que simplemente ya, bajo la simple perspectiva de “tener el poder”, la política no les importa tanto. Wrong answer.
Intento de Respuesta 3: Teni razón cabro hueón, no tiene por qué…
¡Bien, excelente! Hemos encontrado la respuesta correcta. No hay una razón que, en los términos planteados por el amigo cota mil, mueva a uno de sus amigos a tener que moverse a un lugar como la Plaza de Armas.
¿Quiere esto decir que la segregación no tiene solución? ¡No, lector incauto! Hemos hecho un ejercicio de cinismo y sinceridad – sería notable llegar algún día a algo del estilo de The Truth in Advertising – para explicar un punto que es fundamental.
Como bien dicen los economistas cuando utilizan la Teoría de Juegos de Nash, hay situaciones en las que las personas se enfrentan a tomar decisiones estratégicas interactuando con otros. Muchas veces la cooperación de ambos resulta en beneficio mutuo, pero también existe la posibilidad de que una de ellas se quede con todo el beneficio perjudicando al otro; esto lo explica bien Oscar Landerretche hablando del ejemplo de “la trampa del prisionero”. Por ello se requiere que “algo” logre la cooperación entre ambos. Para eso están las decisiones colectivas conjuntas. Para eso a escala de barrio hay muchas comunidades que se organizan, pero… cuando se trata de una escala como la de Santiago, y de un problema como el de la segregación que implica millones de personas… ¿Qué hacemos? ¡Para eso tenemos instituciones públicas! ¡Por eso tenemos planes reguladores, por imperfectos que sean, y no se lo dejamos todo al mercado! Este es solo un ejemplo, pero el fondo de lo que intento decir es que sí existe una respuesta a la pregunta del cota mil, sin embargo, ¡no se puede responder en forma individual, o caeremos en juicios morales y crucifixiones!
Ese es el sentido de lo político, entendido como un ejercicio de construcción colectiva y democrática de la realidad; una forma de hacer las cosas que no podemos conseguir en forma individual. Sí hay algo que debe buscarse en las conciencias personales: preguntarse, y preguntarle a otros: ¿es este problema algo que nos importe? Si importara, si realmente cruza un anhelo personal con necesidades colectivas, no debiese haber nada que nos frene de buscar que esto cambie. Sospecho, sin embargo, que el problema no está en “ir o no” a la Plaza de Armas. Pero ese tema da para otro posteo.