Arquitectura minianimalista
(El Mercurio. 05/08/2009)
Marilú Ortiz de Rozas
El único apellido que Matías Pinto D’Aguiar acepta en su obra es el otorgado por el inolvidable Pablo Domínguez, que le dijo a carcajadas que su pintura era “minianimalista”. Sin embargo, hoy la presencia animal prácticamente desapareció. O casi. Porque si buscan bien en algunos de los cuadros de esta serie -compuestos en su mayoría por paisajes urbanos-, hay un caballo. Se ríe y confiesa que lo puso “especialmente para los periodistas”, y les rinde así homenaje por todo lo que se han afanado al respecto.
“En el trabajo mío, la mayoría de las imágenes, y el caballo es una de ellas, nacen por una casualidad. Como todo, si te pones a investigar, le encuentras razones más profundas, que tienen que ver con el conocimiento, con experiencias de vida, o con los sueños, en mi caso”, explica.Aparte del toque de humor que pone este Rocinante desterrado, la muestra actual sorprende por lo depurada, por la ausencia de personajes, por una tonalidad a veces crepuscular, a veces pastel e incluso parda. Pinto D’Aguiar ha rescatado de exploraciones pasadas la contraposición de diferentes planos y un cierto juego constructivista; coqueteando con el geometrismo y la abstracción. “Me he dado el trabajo de revisar todo lo que he pintado, y encontré cosas que se podían revivir de otra manera, con mi mirada actual. Algunos son remakes de obras de hace décadas”. Y en esta presencia arquitectónica es donde sitúa en su pintura la huella o “vestigios” del hombre.
Parte de su aprendizaje provino de la estrecha interacción artística del cuarteto Bororo-Benmayor-Domínguez-Pinto D’Aguiar. Incluso, en ciertas épocas compartieron taller: “Hoy ya estamos muy mañosos para eso”, pero siguen unidos por una profunda amistad y una concepción de su oficio, donde lo que importa es el resultado.