Contaminación por ozono: el desconocido aporte de los árboles
(La Nación. 28/08/2009)
Hasta ahora sólo las emanaciones de fuentes fijas y móviles estaban vinculadas a la formación de ozono troposférico, cuyo contacto con organismos vivos puede ser nefasto. Ahora una investigación de la UTFSM dice que una gama de coníferas y árboles endémicos chilenos deben sumarse a los inventarios de emisiones.
Si alguna vez pensó que un bosque en plena ciudad era una idea brillante para descontaminarla, reconsidérelo, porque el remedio puede resultar peor que la enfermedad.
El aire en las grandes ciudades, producto de una diversa gama de contaminantes, contiene sustancias denominadas compuestos orgánicos volátiles (COVs), que son producidas por emisiones residenciales e industriales derivados de productos de limpieza, pinturas, gasolinas, entre otras. Al combinarse éstos con los óxidos de nitrógeno (NOx) -generados por la combustión vehicular- y la luz solar producen ozono troposférico, uno de los componentes del esmog fotoquímico y cuyo contacto con organismos vivos, puede ser nefasto.
¿Qué tienen que ver los árboles? Algunas especies son emisoras de COVs biogénicos (COVsB), que son tan causantes del ozono como los producidos por el hombre. “Entre estas especies se encuentran las coníferas como el pino y otras como el eucaliptus”, explica el doctor en química, Francisco Cereceda, director del Laboratorio de Química Ambiental y del Centro de Tecnologías Ambientales de la Universidad Técnica Federico Santa María.
Con qué forestar la ciudad
La mayoría de los vegetales emiten COVs, pero algunas especies como las esclerófilas (hoja dura) lo hacen en mayor cantidad, “en el caso de nuestro país, especies nativas como el peumo, boldo, quillay, litre, maqui, caqui, arrayán, y una serie de especies endémicas emiten COVs, pero no se tiene las más remota idea de cuáles son sus niveles de emisión”, sostiene el investigador.
El problema es que especies como el eucaliptus y los pinos, resistentes a las enfermedades y de rápido crecimiento, suelen ser candidatas perfectas para los programas de forestación, lo que no causaría problemas si se tratara de un ecosistema limpio, como bosques o parques alejados de la ciudad, pero sí cuando se plantan dentro de las ciudades, pues “es su combinación con contaminantes urbanos lo que hay que evitar”, sostiene Cereceda.
El especialista ha dirigido los principales estudios que miden los contaminantes urbanos en el país. La última investigación fue encargada por la Conama VI Región y financiada por el gobierno regional, para monitorear Rancagua, basados en antecedentes que la sindicaban como potencial zona latente por ozono.
El estudio realizado en conjunto con la UC de Temuco y el Desert Research Institute (DRI), de Estados Unidos, concluyó que aunque los niveles de ozono no son alarmantes (aunque en algunos sectores superó en 80% a la norma chilena), sí sacó a la luz que los niveles de concentración de COVsB son 6,5 veces más altos que los antropogénicos (685,1 nanogramos por metro cúbico -ng/m3-). Por lo menos en esta ciudad, los vegetales aportan mucho más contaminantes que el resto de las fuentes.
“Para poder evaluar de mejor manera los inventarios de emisiones y poder asignar el rol protagónico que tienen los vegetales en la emisión de COVs, se hace necesario estudiar los factores de emisión de estos compuestos en la vegetación nativa de Chile, cuánto emite cada variedad”, sostiene el investigador, que para este estudio trabajó junto a los doctores Luis Díaz Robles (director de la Unidad de Calidad del Aire de la UCT) y Bárbara Zielinska (jefe del Laboratorio Analítico Orgánico del DRI). Esta última, en su visita a Chile, destacó la importancia de realizar análisis sobre el tipo y cantidad de COVs que emite la vegetación autóctona del país, para poder decidir qué tipo de árboles se van a plantar en iniciativas de reforestación o en áreas verdes en la ciudad. “La vegetación, en especial aquellos árboles que tienen olor, son importantes emisores de COVs, por lo que es necesario tenerlos en cuenta a la hora de realizar los inventarios de emisiones”, dijo Zielinska.
Estudios
En Chile no existe un análisis del aporte en emisiones de COVs que incluya toda la vegetación (la Universidad de Chile analizó el peumo y el pimiento en 2005).
Los estudios desarrollados para medir el ozono en las ciudades de Santiago (2001 y 2003) y Rancagua (2009) -dirigidos por Cereceda- muestran que el aporte de los COVsB no es menor y que es necesario medirlos. “Esto adquiere mucho más relevancia cuando son árboles plantados en la ciudad, porque no vamos a discutir la importancia de los COVs cuando estamos en un bosque o santuario de la naturaleza lejos de la urbe, donde todo está en equilibrio. Dentro de la ciudad no se puede hacer reforestación con este tipo de especies, sino se está contribuyendo a un tremendo problema y es un error que se comete en varias ciudades de Latinoamérica”, asegura el químico.
“Toda la vegetación emite COVs biogénicos, ésta es la naturaleza de los árboles y algunas especies emiten más que otras. Pero hay que recordar que las actividades humanas también generan COVs que actúan como precursores del esmog fotoquímico”, destaca Zielinska, para que tampoco se olviden los COVs antropogénicos.