Carta – Estatua de Juan Pablo II
(El Mercurio. 15/09/2009)
Señor Director:
Dos pensamientos acerca de la escultura de Juan Pablo II que se quiere levantar en Bellavista. Me asombran su gestión y su tamaño. Tiene siete metros y medio de altura y, en mi modesta opinión, está completamente fuera de escala del lugar donde se quiere ubicar. Será una “muñeca gigante” inmóvil, permanente, que no reflejará el espíritu del Santo Padre, grande, entre otras cosas, por su modestia y sensibilidad de artista. Sensibilidad que le habría hecho gozar con la exposición que está realizando el escultor Mario Irarrázaval en el Bellas Artes, muy cerca de ahí, donde se entiende que un monumento, además de proporción, es belleza y síntesis.
Tanto como el tamaño de la escultura, me asombra cómo se toman decisiones sobre calles o espacios importantes de la ciudad. Como este caso, donde frente a valiosos edificios patrimoniales –la escuela de Juan Martínez y una iglesia de Eugenio Joannon– se levantará un monumento de más de siete metros, sin que haya mediado concurso, opinión, consulta o informe que conozca la ciudadanía. Estos hechos consumados ¿pueden pasar en cualquier lugar, en cualquier momento? Con ingenuidad esperé que desapareciera la feria provisoria –ahora permanente– que denigra la fachada de la Escuela de Derecho. Ahora, a la feria se sumará un Papa de siete metros, con el brazo extendido. ¿Surrealismo urbano? A lo mejor no todo está perdido. ¿Por qué no colocar la proyectada escultura de Juan Pablo II en otro lugar, amplio, con perspectiva, y se recupera como área verde el parque que está frente a la Escuela de Derecho y a la hermosa iglesia de Joannon? Pensemos más, pensemos mejor nuestra ciudad.
Hernán Rodríguez Villegas