Carta – Estatua de Juan Pablo II
(El Mercurio. 20/09/2009)
Señor Director:
Desde la carta de Hernán Rodríguez Villegas, pasando por la columna de Cristián Warnken, la polémica ha tenido que ver con cuestiones urbanísticas y de buen gusto.
Ahora los señores Lagos y Goldenberg Ibáñez retrucan desde el clericalismo. ¿Cuál es específicamente su problema? ¿Pretender que una estatua de Juan Pablo II, por el solo hecho de representar a quien representa, tenga patente de corso?
El arte no admite manipulaciones. Su fin es su propia perfección; que, en el caso de una escultura urbana, implica también su armonía con el entorno en que se pretende emplazar.
El adefesio es adefesio, represente a quien represente.
Braulio Fernández Biggs