Columna – Titanes del ring
(La Tercera. 25/11/2009)
Por Pablo Allard
La paralización de Costanera Center en Santiago ya es símbolo de la crisis económica, o mejor dicho, un barómetro de ella, y muchos esperan en vela que la mole despierte para gritar a los cuatro vientos que las vacas flacas están engordando. Mientras ello ocurre, silenciosamente y con mucho menos estridencia, su elegante competidor, Titanium ya alcanzó la cumbre como el rascacielos más alto de Chile y se apresta a abrir sus puertas a comienzos del próximo año.
Si bien nunca he sido admirador de la arquitectura corporativa de Abraham Senerman, particularmente por la pobre integración urbana del conjunto de obras de Av. Andrés Bello, debo confesar que Titanium me parece un buen edificio. Para contextualizar mi crítica, más allá de mi posición respecto a la edificación en altura y los impactos urbanos de estos gigantes, Titanium marca un punto de inflexión en la arquitectura corporativa local.
El primer atributo del edificio es su innovador concepto estructural. Incorpora un sistema de disipadores de energía que dividen al edificio en cuatro cuerpos independientes superpuestos, capaces de reducir las cargas sísmicas con márgenes de seguridad superiores a los de edificios de mediana altura. La torre incluye un sistema de péndulos verticales en los pisos superiores, que reducen las oscilaciones sin consumir espacio útil habitable, como pasa en otros rascacielos.
Este diseño estructural ha sido alabado y reconocido por ingenieros como un avance de clase mundial en arquitectura antisísmica. Otro elemento innovador y sin precedentes en el tema seguridad es la inclusión de una serie de balcones en sus fachadas oriente y poniente, que posibilitan una salida de escape alternativa al tradicional núcleo interior de escaleras presurizado, que evita quedar atrapado entre el fuego y la vía de escape en caso de siniestro y posibilita el acceso a equipos de rescate. Esta innovación es relevante, porque se incorpora al diseño arquitectónico del edificio en forma correcta y no como una estructura parasitaria o funcional.
Otro aspecto destacado es la eficiencia del espacio útil para oficinas. Su planta almendrada con núcleo central de ascensores permite generar pisos libres de gran amplitud y versatilidad, con menores restricciones que su dormido competidor de planta cuadrada. Por último, Titanium ha apostado desde su concepción a incorporar elementos de diseño de bajo consumo energético, que apuestan a certificarlo como uno de los primeros edificios de oficinas con categoría Silver dentro del sistema LEED de arquitectura sustentable. Todos estos atributos, sumados a su elegante estampa y silueta, son aportes al desarrollo de nuestra arquitectura que hay que reconocer.
Los problemas de Titanium vienen de la mano de su pobre contextualización urbana y su llegada al suelo. La carencia de un espacio o plaza de cierta envergadura a su alrededor que medie entre la escala del peatón y las avenidas circundantes es lamentable, y tal vez lo más dramático, será el impacto vial que generarán los miles de vehículos que tratarán de acceder y salir de él en horas punta, en una de las zonas más saturadas de la capital. El sinsentido de exigir más estacionamientos en lugar de restringirlos para favorecer el transporte público, sumado a que las mitigaciones viales se pactaron asumiendo que Costanera Center tendría sus obras ya construidas, llevó a que parte importante de las mitigaciones viales de Titanium se limitaran al ensanche de Vitacura y una serie de medidas de gestión de tránsito y mejoramiento en Pérez Zújovic que parecen menores considerando la situación del barrio.
Esperamos que la reactivación del otro Titán dormido venga de la mano de las debidas obras viales -sin ofertones- que se sumen a los proyectos de modificación de Pérez Zújovic y construcción de Costanera Sur. Si no, los costos económicos y sociales que generarán las miles de horas hombre-mujer perdidos en el taco serán altísimos, si consideramos que El Golf-Andrés Bello es epicentro de parte importante de las decisiones que mueven al PIB del país. Así no tendremos que lamentar que los Titanes caigan knockeados por sus propias fuerzas. A estas “alturas” tenemos que contar con normas claras para este tipo de edificaciones, y no podemos darnos el lujo de que nuestros rascacielos terminen convirtiéndose en “rasca-cielos” por la falta de criterio sobre sus efectos e inserción urbana.