La “zona cero” de Chaitén se exhibe en la Trienal de Chile
(La Tercera. 26/10/2009)
El 2 de mayo de 2008 el volcán Chaitén entró en erupción tras siglos de inactividad. Hasta ese día el poblado no llamaba la atención de Fernando Prats (42), artista chileno radicado en Barcelona hace 20 años. De un día para otro la catástrofe transformó a la localidad en su obsesión. Era un lugar que el artista debía visitar para incluirlo en un sitial de privilegio dentro de su exposición Sismografía de Chile.
Sólo el 7 de julio pasado Prats pudo visitar Chaitén. Ahí se encontró con el caos, el abandono y el vacío. “Fue un viaje lúcido, pero doloroso”, apunta. El artista descubrió en los interiores de las casas señales que delataban que ese 2 de mayo los chaiteninos escaparon con lo puesto: “Dejaron todo lo afectivo. Me encontré con espacios donde la memoria de estas familias estaba pulsando de una manera poderosa”.
Dentro de las casas abandonadas, el artista desenterró fotografías familiares, carnets de identidad, boletas, incluso mesas con mantel puesto y todos sus elementos cotidianos listos para iniciar una comida. También encontró ropas agrietadas y encostradas por la acción de la ceniza y el agua, camas, máquinas de coser, refrigeradores y vidrios quebrados. El clima y las inundaciones lo habían podrido todo generando una gruesa capa verde de humedad en las paredes y suelos de las casas. En el exterior, parques, canchas y arcos de fútbol y banderas chilenas también quedaron enterrados en la ceniza.
Una imagen sobrecogedora fue el hallazgo de la escuela de Chaitén sin techo, producto del desbordamiento del río Blanco y de los fuertes vientos. Ahí Prats intervino el pizarrón de una sala de clases con el diagrama de un mapa de Chile.
“El hecho de entrar a las casas no fue un acto de saqueo”, explica. “Me parecía necesario y urgente capturar esa tragedia. El ejercicio era entrar, observar y capturar. En Chaitén, cada rincón estaba reclamando ser registrado. Siempre se trabajó manteniendo una postura de profundo respeto”.
El volcán, finalmente, es lo menos importante de este registro. “Esa imagen ya estaba visualmente asimilada como drama. Me interesaban más sus consecuencias. Con mi equipo intentamos no acostumbrarnos al drama de la ciudad. Si te acostumbras, no asimilas nada. Tratamos de mantenernos atentos al asombro”.
Prats decidió capturar las huellas y signos cotidianos de la tragedia al poner en contacto sus papeles sensibles de gran formato, marca registrada de su trabajo artístico, con elementos de la naturaleza y objetos desenterrados de las capas de ceniza y aguas estancadas de Chaitén. Así esos soportes fueron pintados directamente por estos elementos. En esas telas, la propia tragedia era la que dibujaba sus formas abstractas.
“Hubo momentos en que el caos era tan extremo, que perdía el control sobre la acción de la obra”, dice Prats. “Para mí lo sucedido en Chaitén es la expresión extrema de nuestra geografía y naturaleza, es el epicentro de la Trienal de Chile”.