Basura cinco estrellas
(La Nación. 09/11/2009)
Desde hace 43 años, los biólogos Edna y Luiz Toledo no saben lo que es salir a esperar el camión recolector de basura. Su casa de tres plantas está construida con ella desde el piso hasta el techo, y hasta lo más despreciable para otros es considerado aquí una materia prima noble.
Su hogar o la Casa de Reciclados en el municipio de Barra Mansa, a unos 150 kilómetros de Río de Janeiro, hace honor a su nombre: desde un recipiente de cerámica, “descompostera”, creado por Luiz, donde la basura orgánica se descompone sola hasta convertirse en fertilizante natural para la huerta orgánica, hasta un pájaro de reluciente plumaje blanco y negro picotea los gusanos de ese abono para alimentar a sus pichones.
“¿Qué parte de la casa no es basura? Aquí nada es basura. Todo se aprovecha”, dice Edna.
Fue Luiz quien, preocupado por lo que se desperdiciaba en los hogares y por el enorme déficit de vivienda de Brasil, tuvo la idea de construir barato con sobras reciclables.
Así comenzaron a comprar escombros de demoliciones, botellas, vidrios rotos, envases plásticos, papeles, cartones, envases de leche, tapitas, latas.
Lo que parecía la utopía de “un loco”, en tiempos en que nadie hablaba de recalentamiento planetario, contaminación o emisión de gases de efecto invernadero de los basureros públicos, se hizo realidad. Una realidad de tres pisos y que es la casa donde viven.
CASA DE GOLOSINAS
Al comienzo da la sensación de estar en la casita de golosinas del cuento de Hansel y Gretel. Pero aquí los ladrillos son botellas de plástico que alguna vez contuvieron deliciosos refrescos, y los envases de chocolates y caramelos forman bandas de celofán trenzadas en cortinas para espantar insectos.
En el jardín, el “puente de los suspiros”, hecho de escombros y columnas de botellas de vidrio que reflejan el sol matinal, cruza un bucólico estanque de aguas transparentes. En realidad son aguas tratadas del sistema cloacal.
El piso del garaje externo está revestido con restos de neumáticos para asegurar la tierra cuando llueve.
Lo único que la pareja erigió con materiales de construcción tradicionales son las vigas y pilares que constituyen la estructura de la vivienda, por una cuestión de seguridad, pero no se descarta que el prolífico inventor descubra cómo sustituir el hormigón armado.
El resto, 90% de la casa, es de materiales reciclados. Las paredes fueron realizadas con una mezcla de escombros, arena y poco cemento, que sustituye los ladrillos.
Luiz experimentó diversas técnicas y materiales para evitar que los muros se cayeran. Algunos llevan una mezcla de estiércol de cordero -alimentado sólo con leche, advierte un cartelito-, otros tienen cartones reciclados o restos de poliestireno expandido.
Los revestimientos son de botellas de colores. Los azulejos y varios maravillosos mosaicos con formas de animales se hicieron con trozos de vidrios rotos. La figura de un faisán contiene todos los colores de los envases etílicos.
El biólogo también investigó en variedades de techos: los hay de una mezcla de agua, hojas secas y restos de papel carbónico, mientras otros llevan tejas elaboradas con una pasta de envases de cartón de leche.
Algunos pisos se hicieron con recortes de mármol desechado por la industria, y otros con tapitas de plástico y botellas.
MATERIALES AISLANTES
Los materiales empleados tienen una ventaja de confort adicional pues son buenos aislantes, y la casa es mucho más fresca que otras.
Barata, estéticamente bella, práctica y además autosustentable, su costo fue 70% inferior al de una vivienda con materiales de construcción tradicionales.
Es lo que el arquitecto William Monachesi, de visita en la Casa de Reciclados, llama “arquitectura espontánea”, una tendencia mundial en la cual “personas con necesidades específicas de vivienda toman la iniciativa de construir sus propias habitaciones, principalmente con material reciclable”.
La casa recibe casi diariamente a interesados en este tipo de técnicas.
Los objetos de decoración también provienen de la basura: ventiladores y cafeteras rotas que ellos transforman en lámparas, o restos de espejos, cerámicas, estatuillas, que en esta casa lucen como en una revista de arquitectura. LN
Condominio reciclado
Luiz tiene un nuevo proyecto, en un terreno contiguo situado en la cima del cerro donde vive y al que se llega a través de una suerte de rampa construida con restos de madera y hierro. Es el Condominio Rural Ecológico Integrado Autosustentable, una suerte de villa de 20 casas, con espacios compartidos, cocina y servicio de limpieza comunes, construido también con residuos.
Ya está construido el parque de juegos, que incluye una piscina cubierta de mosaicos de motivos marinos con pequeñas piezas de botellas de vidrio y alimentada con agua de una vertiente natural.
Las viviendas tendrán también un sistema de tratamiento de aguas servidas. Los restos sólidos se trasformarán en abono para una huerta comunitaria y los líquidos serán recuperados para la descarga de los baños y para regar el jardín y el huerto.
El propósito es vivir según su filosofía “solidario-ecológica”, dice Luiz. Por eso sólo aceptarán en la villa a quienes se adhieran a ella y entiendan que aquí lo único desechable es el cubo de basura.
Cooperativa de recolectores
El matrimonio organizó una cooperativa de recolectores de basura de la zona de Volta Redonda, también en el estado de Río, y compra todo lo que a los vecinos les sobra. Luego “lo vendemos en el mercado. El sistema es autosustentable”, subraya Edna.
Una vecina pobre y viuda ya consiguió adquirir su heladera y su televisión, además de poder mantener a sus hijos, añade Luiz.
Cuando ellos llegaron al barrio, se registraban 12 casos de dengue por año. Desde que se mudaron no hay más, relata Edna. Al comprar a los vecinos latas, tapas y neumáticos, éstos “vaciaron sus patios” de recipientes con agua donde se multiplican los mosquitos transmisores de la enfermedad, explica.