“En Copenhague se avanzó mucho, pero no tanto como quisiéramos”
(La Tercera. 20/11/2009)
El economista británico Nicholas Stern es una de las autoridades más reconocidas en el campo del cambio climático. Asesor del gobierno de su país, en 2006 publicó un informe oficial sobre el impacto del deterioro ambiental en la economía mundial. Dicho informe sirvió de base para la posición de Londres de cara a la cumbre de Copenhague. En esta entrevista, Stern enjuicia la cita de Dinamarca.
Aunque a último minuto hubo progresos, no logró lo que se quería en Copenhague. No hay un acuerdo vinculante.
Se ha avanzado mucho, pero de ninguna manera tanto como quisiéramos. El objetivo de no permitir que el calentamiento aumente en más de 2 °C, de que las emisiones caigan 80% para 2050 y de que los países como China bajen un 40% en intensidad en la próxima década, así como el empeño en firmar en los próximos dos años un nuevo tratado, son positivos. Pero no nos engañemos: no hay tratado vinculante, no hay verificación internacional y el fondo que EE.UU. anunció no tiene compromisos definitivos.
¿Quién tiene la culpa de este relativo fracaso?
En parte está el problema de que EE.UU. tiene dificultades internas que no permitirán al gobierno reducir las emisiones más de 4% para 2020, y en parte el problema de que el compromiso de los US$ 100 mil millones anuales a partir de 2020 para ayudar a los países en vías de desarrollo a reducir sus emisiones no está detallado, porque los otros países ricos no han ofrecido montos definitivos. Además, China e India siguen reticentes a una verificación minuciosa. El objetivo es evitar un calentamiento de más de 2 °C. En ese objetivo hay consenso. La diferencia entre lo que la mayoría de los países están dispuestos a hacer, según lo que ofrecieron en la cumbre oficialmente, y el objetivo mencionado son unos miles de millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que suena mucho, pero no lo es. Si se salva esa diferencia en las negociaciones que habrá en 2010, a lo mejor hay tratado vinculante a fines del año que viene.
¿Dónde está la clave, en que se concrete la ayuda de US$ 100 mil millones que se ha enunciado o en que los ricos sean más drásticos consigo mismos?
La clave está en dos cosas: ayuda financiera y apoyo técnico. Los países desarrollados están dispuestos a hacer su propio esfuerzo, incluyendo EE.UU., que quiere reducir sus emisiones en un 17%, aunque el Congreso se resiste. Se necesita apoyar a quienes ya están haciendo esfuerzos en los países en vías de desarrollo, y seguir presionando a China e India. Hay que reducir la deforestación y concentrar un esfuerzo mayor en la aviación y la navegación, donde hay fuerte concentración de emisiones.
¿No es muy cómodo para China, el primer contaminador mundial hoy, culpar a EE.UU. por no hacer más ella misma y negarse a aceptar verificaciones minuciosas?
China e India han avanzado, pero la percepción de que el mundo desarrollado arrastra los pies no ayudó en Copenhague. Es difícil que antes de 2020 hagan un esfuerzo muy grande, a menos que el mundo desarrollado se comprometa a una reducción de 40% con respecto a los niveles de emisión de 1990. Eso es difícil.
“Evitar el calentamiento subirá precios de alimentos”
En Australia, el Congreso rechazó una propuesta de reducción y en EE.UU. la opinión pública es escéptica sobre el calentamiento. ¿No exagera gente como usted los peligros climáticos?
Si el calentamiento aumenta 5 °C, estaremos hablando de las peores condiciones climáticas en 30 millones de años. El sur de Europa se volverá un desierto, Asia tendrá inundaciones, el hemisferio occidental sufrirá embates cataclísmicos y veremos conflictos globles masivos. No hay la menor exageración.
Se alega que el costo de las políticas de reducción será enorme.
Los políticos deben decir la verdad: evitar el calentamiento significará un aumento de precio en asuntos básicos como los alimentos y la energía. Decir lo contrario es negar la realidad.
¿Cuánto dinero se necesita transferir desde los países ricos? Si se logran los US$ 100 mil millones eventualmente, ¿bastan?
Los países ricos deben transferir a los países en vías de desarrollo unos US$ 50 mil millones anuales hacia 2015. A partir de 2020 sería ideal duplicar la cifra. Sí, los US$ 100 mil millones bastarían.