Carta – Posición chilena en Copenhague
(El Mercurio. 18/12/2009)
Señor Director:
En vísperas del cierre de las negociaciones para reducir el calentamiento global en Copenhague, Chile anunció el compromiso de reducir en 20% sus emisiones de gases de invernadero para 2020, con respecto a su línea de base de 2005 sobre proyección de emisiones del sector eléctrico, transporte, minería y demás sectores energo-intensivos. Más aún, se comprometió a financiar esta reducción “significativamente con recursos nacionales”. Este compromiso para Chile implica limpiar y hacer más eficiente su matriz energética, el transporte y la industria; lo cual igual debería hacer para responder a los problemas locales que enfrenta.
El compromiso de Chile, a pesar de no ser un emisor relevante en el contexto mundial, es la señal correcta de responsabilidad ética y cooperación que debe asumir la comunidad internacional (especialmente Estados Unidos, los industrializados, los emergentes y China) para superar el espíritu de competencia y conveniencia que ha dominado las negociaciones del clima desde 1997, cuando se firmó el Protocolo de Kyoto. De continuar siendo la calculadora el factor dominante ante este desafío, los países emisores estarían optando por el genocidio de aquellos que no pueden adaptarse (Tuvalu es el símbolo), y condenar a todos los seres vivientes a mayor vulnerabilidad en un planeta más degradado y de clima impredecible. Sería un grave fracaso ético y político. Los países y líderes que no quieran ser parte de este fracaso deben comprometerse, como hicieron en Kyoto, a pesar de que ni EE.UU., ni Australia, ni Rusia lo hicieron en ese entonces. En esta línea es clave la posición de Chile y de los países africanos que junto a la Unión Europea -que financiará la adaptación- aceptaron ser parte de un acuerdo. La suma de estas iniciativas es, sin duda, lo que permitirá salir de Copenhague con agenda, y sin las manos vacías para enfrentar el calentamiento global.
Sara Larraín
Directora Chile Sustentable