Editorial – El debate nuclear que viene
(El Mercurio. 23/12/2009)
“…Sea cual fuere el gobierno que asuma en marzo próximo, éste deberá adquirir la responsabilidad por definir el futuro energético de Chile por las próximas generaciones…”.
En estos dos últimos años el Ministerio de Energía ha llevado a cabo estudios tendientes a recopilar información acerca de la factibilidad, conveniencia y metodología para la posible instalación de la primera central nuclear para generar electricidad en el país. De acuerdo con lo que ha expresado el ministro Tokman, al gobierno que le toque asumir en marzo próximo le corresponderá tomar la decisión durante el primer año de administración respecto de este trascendental desafío. Ya en el pasado se han realizado estudios similares, todos los cuales habrían considerado no recomendable la incorporación de la energía nuclear. ¿Qué hay de nuevo en Chile y en la comunidad internacional que haría que esta vez la decisión sea favorable?
Primero, hay que reconocer la realidad del cambio climático. Ningún estudio anterior ha debido considerar los efectos de los gases de efecto invernadero. De todas las tecnologías para generación de electricidad, la energía nuclear es la que presenta el menor nivel absoluto de emisiones de CO {-2} por GWh. A contar de 2013, la generación de electricidad en Chile implicará la emisión de la mayor cantidad de CO {-2} por GWh generado a nivel latinoamericano, ya que se basará en forma importante en carbón. De no aprobarse el funcionamiento de las centrales hidroeléctricas de Aysén, este fenómeno se verá aún más intensificado.
En segundo lugar están los costos de la electricidad. A nivel latinoamericano, el precio que se paga por la electricidad en Chile es uno de los más altos. Junto con la hidroelectricidad, la energía nuclear tiene los costos de generación más bajos, más aún si a la generación mediante carbón se le multan las emisiones de CO {-2} por KWh. De rechazarse por el gobierno entrante la alternativa nuclear, los chilenos deberemos seguir pagando precios de la electricidad muy por sobre los de países que a nivel internacional compiten con nuestros productos. El país necesita energía eléctrica para crecer, y si tal energía se logra a menores costos, toda la economía se beneficiará.
En tercer lugar está el resurgimiento de la energía nucleoeléctrica a nivel internacional. Los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, Suecia e Italia han manifestado que se dará nuevo ímpetu a la instalación de nuevas centrales nucleares para suplir su demanda creciente por electricidad, al mismo tiempo que les permitirá reducir la emisión de CO {-2} de su generación. Japón, Corea y Francia continuarán con sus programas nucleares de larga data. El nuevo ímpetu de la industria nuclear a nivel internacional generará la oportunidad de adquirir reactores de nueva generación, más seguros, más eficientes y capaces de generar más electricidad a menores costos.
Por último, está el problema de la escasez futura de hidrocarburos. Se dice que al gas natural le quedarían sólo 40 años de disponibilidad de recursos a los precios actuales, y que al petróleo, a lo más, 50 años. En la medida en que países como China e India aumenten significativamente sus respectivos consumos de hidrocarburos, el precio de los mismos continuará al alza. De no ser por la actual crisis económica, el precio del barril de petróleo este año podría haber llegado a los US$ 200 dólares o incluso más. En la medida en que la situación económica se regularice, la demanda por hidrocarburos también tenderá a hacerlo, lo cual en el mediano plazo obligatoriamente llevará la demanda de vuelta a la tendencia histórica y los precios al alza.
Sea cual fuere el gobierno que asuma en marzo próximo, éste deberá adquirir la responsabilidad por definir el futuro energético de Chile por las próximas generaciones. Por su trascendencia, esta decisión no se puede encarar con falta de información ni a la ligera. Se debe analizar en detalle cada uno de los aspectos técnicos, económicos y sociales involucrados. Si finalmente la decisión resulta negativa para la instalación de centrales nucleares de potencia, se deberán reconocer en toda su magnitud los efectos negativos que en el largo plazo una decisión de tal tipo involucrará. A nivel internacional, significaría apartarse de las políticas energéticas adoptadas por los países más desarrollados del mundo pertenecientes a la OCDE.