Editorial – Autopistas urbanas

(El Mercurio, 22/1/2010)

Por primera vez desde que en 2006 comenzó a operar el sistema de concesiones urbanas, el flujo de vehículos fue menor que el del año anterior. La reducción en el número de pasadas fue de un 5,2 por ciento, aunque debido al aumento en el valor real del peaje, la caída en los ingresos fue menor a ese porcentaje o inexistente.

La baja en la demanda no se restringe sólo a las concesiones urbanas, pues también cayeron los viajes en las autopistas interurbanas, aun cuando la caída medida en las plazas de peajes fue menor.

En general, el descenso en el flujo vehicular se explica principalmente por la menor actividad producto de la crisis, pues la variación en el número de viajes depende estrechamente de las condiciones macroeconómicas. En ese sentido, la recuperación de la actividad económica que se espera para este año debería volver a aumentar el número de pasadas.

¿Debería ser un motivo de preocupación la caída de rentabilidad de los concesionarios? En general, el éxito o fracaso de los distintos sectores económicos interesa principalmente por los efectos que ello tiene en el empleo del sector, o por el interés de quienes han invertido en ellos. En principio, no existe razón para pensar que se debe evitar que los sectores tengan períodos de baja o nula rentabilidad. Por el contrario, el riesgo que enfrentan los inversionistas en esos períodos provee información valiosa para decidir si se debe invertir más o menos en esos rubros.

Las empresas del sector han planteado que el caso de las autopistas urbanas es distinto, debido a la magnitud de sus inversiones. Sin embargo, ellas no son mayores que las de la minería, que está a merced del vaivén de los precios internacionales de los metales. Y si bien las primeras autopistas urbanas enfrentaron riesgos característicos de una industria nueva, ellos se han disipado con el tiempo. Al momento de efectuarse las inversiones existían diversos riesgos —político, tecnológico, no pago de cuentas mensuales por los clientes, competencia con las calles no concesionadas, etc.—; sin embargo, ellos han demostrado tener poca importancia o ser inexistentes. Por lo demás, los proyectos iniciales, si fueron bien analizados por los inversionistas, debían incorporar una mayor rentabilidad esperada para hacer frente a esos riesgos, y dado que no se han materializado, la rentabilidad debe ser mayor que la esperada. En ese sentido, un año de crecimiento negativo no debería impactar en forma determinante la industria. Asimismo, la recuperación económica ya se ha traducido en un aumento en los flujos, como lo observa la asociación de autopistas de concesionarios.

En resumen, con una economía y reglas estables y un nuevo gobierno orientado hacia el crecimiento, el negocio de las concesiones viales urbanas e interurbanas debería ser muy atractivo para las empresas especializadas, y no es necesario protegerlas de contingencias de corto plazo.