Una política de BONOS: algunas dudas sobre el Minvu, la planificación y el populismo
Navegando por flickr me encontré con la galería de la fotógrafa Rosario Montero, y entre sus diversos trabajos llamó mi atención la serie de fotos de la ciudad de Calama rotuladas con el título El bono minero. Lo que muestran las fotos es elocuente: casas de un estrato económico medio con altos niveles de modificación en sus fachadas, con evidentes y costosas inversiones, que bien podríamos atribuir a los abundantes bonos recibidos cada año por los mineros de la zona; y es que un bono (en este caso millonario) que pasa directo a los bolsillos de los ciudadanos, se transforma en inversión inmediata, y se nota.
Un bono es un beneficio personal inmediato, y por lo mismo tiene un impacto enorme especialmente en sectores populares. Cambiando de escala desde el millonario bono minero, cabe recordar los bonos por carga que la propia presidenta Bachelet entregó durante el año pasado, y que estuvieron enormemente presente en los debates entre Piñera y Frei. Sea de 40 o 50 mil pesos, puede llegar a significar –como las historias personales lo relatan- que una mujer con 5 hijos, tenga de un momento a otro más dinero del que nunca ha juntado de una sola vez. Y el impacto de eso es altamente significativo.
Ahora, ¿por qué tocamos este tema acá? Porque ante el escenario político actual, como se explicará luego, parece altamente necesario preguntarse por las consecuencias de una política basada en bonos, y sus implicancias a nivel urbano; en otras palabras, un instrumento que genera beneficios individuales inmediatos, ¿es capaz de traducirse en beneficios comunitarios, de la mano de un pensamiento conjunto –como debe ser- de la ciudad?
Decía que esta pregunta resulta pertinente en el contexto actual, ya que nos encontramos prontos al cambio de gobierno, y con él de todos los gabinetes; el caso particular del MINVU y de sus posibles escenarios será analizado con más detalle mañana en este sitio (por Nicolás Valenzuela), pero parece claro que en este ministerio, y en el conjunto de carteras que actúan directamente sobre la ciudad (MOP, Transporte, Medio Ambiente, por nombrar los más relevante), imperará una doble mirada representada por sectores diversos de la Coalición por el Cambio, implementadas en dos áreas de decisiones distintas en torno a la ciudad.
Una primera visión está encarnada por el sector más liberal de la coalición, y que caricaturizado al extremo puede ser visto como el sector representante del empresariado, dónde los intereses de la Cámara Chilena de la Construcción son altamente persuasivos, y cuya principal ingerencia estará (como ha estado hasta ahora) en la planificación urbana y las decisiones en torno a los grandes proyectos urbanos. Una segunda área es el de las políticas sociales avocadas a la construcción de vivienda social y a la habilitación de barrios populares; podemos especular que este aspecto se vincula muchísimo más con el área más conservadora de la coalición, en particular en la UDI, donde el trabajo en poblaciones ha sido uno de los ejes principales en su consolidación como partido popular los últimos años. Sin ánimo de apostar a los equipos a cargo, las duplas de ministro y subsecretario que andan sonado de manera poco oficial (Lavín-Allard, Longueira-Allard) dan cuenta justamente de esa dualidad.
Si sumamos a esto la carrera presidencial que posiblemente empiecen a correr los dirigentes de la UDI, es probable que de haber un ministro de este partido en el MINVU, haya una alta cuota de asistencialismo, con énfasis en los barrios vulnerables: no sólo así lo dicta los valores del área más conservadora del gobierno electo, sino que también ahí están los votos, y la UDI ha sabido construir una red importantísima en poblaciones de todo el país.
En este escenario, los miedos de quienes nos consideramos oposición a la derecha en ese sentido son matizados: los sectores vulnerables no serán dejados de lado; pero cabe la pregunta de cómo se harán cargo de éstos. Ya algo ha salido a la luz en el debate en torno a la intención de unificar el sistema de subsidios, como lo precisa Amaral en los videos publicados hace algunas semanas. Unificar el sistema de subsidios significa en la práctica, privilegiar por sobre todo la variable económica en la designación de recursos, limpiando cualquier otro criterio de asignación (localización, políticas específicas para ciertas zonas, etc.), y acercando bastante el concepto a lo que entendemos como bono: usted no tiene plata, tome la plata para que se compre una casa.
En cuanto a barrios, cabe preguntarse por el futuro de programas como el Quiero Mi Barrio; manteniendo la lógica anterior, resulta plausible pensar que este programa o algún equivalente se mantendrá, pero la inquietud surge en torno a la naturaleza de esta continuidad, ya que gran parte de los avances del PQMB estaban en la construcción de redes sociales de organización y participación, incluso por sobre las obras; me atrevo a aventurar que un sesgo con el que llega este gobierno es el de eliminar intermediarios y entregar de manera directa recursos a las organizaciones. Nuevamente una política de bonos.
Curiosamente, este esquema se parece bastante al clientelismo operado por Chávez en Venezuela para dar recursos a las organizaciones locales; sin embargo, no sería de extrañarse esta similitud entre extremos ideológicos, ya que los gobiernos de derecha tienden a ser más expansivos en sus gastos (basta recordar las críticas de la oposición por las decisiones de ahorrar por parte del Estado ante la subida del cobre un par de años atrás).
El bono se ve más, se traduce en algo más directo, pero ¿qué consecuencias tiene para el desarrollo en conjunto de la ciudad, si entendemos que esta no es sólo la suma de decisiones individuales, sino la construcción del espacio colectivo? Además de su evidente consecuencia populista, (sí, e bono genera popularidad porque significa recursos y soluciones aquí y ahora), una política basada en la lógica del bono se salta la intermediación entre lo que quiere ser cada uno y lo que queremos ser como sociedad; la construcción de esto último, pareciera ser precisamente el rol del Estado y quien lo guía.
Agradezco las conversaciones tenidas al respecto con Nicolás Rebolledo y Nicolás Valenzuela.
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