Catastro revela daños graves en 32 inmuebles y zonas patrimoniales
Desde el barrio Yungay hasta el pueblo de Cobquecura hay decenas de pueblos típicos y monumentos nacionales cuyos muros quedaron en el suelo. Autoridades realizan un estudio detallado de los daños y piden no acelerar demoliciones. Por Rocío Valdez y Gabriela Sandoval
Cobquecura, el pueblo más cercano al epicentro del terremoto que azotó al país era el único lugar de la Región del Biobío declarado Zona Típica por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). Hoy, casi nada de lo que le mereció ese título existe. Las construcciones en adobe y piedra laja del casco histórico están por el suelo, y el catastro realizado por arquitectos e ingenieros tras el sismo confirmó las sospechas de sus habitantes: el 95% de las casas deberán ser demolidas.
Es el caso más extremo en un Chile que está de luto y dedicado al rescate de víctimas, mientras muchos sobrevivientes ya piensan en el rescate de las casas, iglesias y barrios que conforman su patrimonio arquitectónico.
Un poco más al norte comenzaron las demoliciones debido al peligro que las construcciones semiderruidas significan para la gente. Es el caso de Chanco, en el Maule, Zona Típica desde mayo de 2000. El terremoto hizo que 21 casas colapsaran, al igual que la iglesia, de la cual sólo quedó en pie una pequeña nave lateral.
Casos como esos hay decenas en el país. En un informe preliminar, el Consejo de Monumentos Nacionales contabilizó 85 inmuebles y zonas patrimoniales con deterioros de distinta consideración entre la V y la VII Región. De ellos, 32 tienen daños graves.
Iglesias y barrios
Entre los edificios más afectados se cuentan la iglesia de la Divina Providencia y la Basílica del Salvador, en Santiago; La Matriz y la Quinta Vergara, en Valparaíso; la hacienda El Huique y el pueblo de Lolol, en la Región de O’Higgins; y el Mercado Central de Talca y la capilla Huenchullamí, de Curepto, en la Región del Maule.
Esta última localidad quedó prácticamente en el suelo. La capilla (cuya primera construcción es de 1580), una de las más antiguas de Chile quedó en muy malas condiciones y la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, inserta en la Zona Típica, podría no ser recuperable según el CMN, pues presenta un “daño severo y generalizado, previo al colapso”.
Una profundización de los daños ya existentes es lo que ocurrió en Lolol. Famoso por sus contrucciones de adobe, este pueblo ya había sufrido con el terremoto de 1985, y la precaria reconstrucción que se llevó a cabo hace 25 años hizo que el desastre se repitiera. El pintor Jaime León, radicado en el Valle de los Artistas (en las afueras del pueblo), visitó el lugar. “Lo que determinó que Lolol fuera Zona Típica ha desaparecido. La iglesia, las casas, su patrimonio arquitectónico está caído. Va a ser difícil restaurarla para que quede como era”, comenta.
Lo mismo ocurre con dos barrios de Santiago: el Brasil y el Yungay. Por fortuna, las casas presentan daños reparables, aunque la remodelación será millonaria si quiere conservar su carácter. “Ojalá esta sea la oportunidad de que nos entreguen fondos para rescatar el barrio y no una excusa para tirarlo abajo”, dice Rosario Carvajal, de la Agrupación de Vecinos del Yungay.
Diferente es el caso de la Hacienda San José del Carmen El Huique, que sí estaba bien conservada después de varias restauraciones. Incluso, el lugar -administrado por el Ejército- figura en la lista que el CMN envía a la Unesco con sus candidatos a futuro Patrimonio Cultural Mundial. “Es terrible, está por el suelo”, lamenta Oscar Acuña, secretario ejecutivo del CMN.
Acuña trabaja en un castastro detallado para entregar al gobierno que asume mañana. En él falta por estudiar los efectos en el Biobío, del que ya se saben los daños en Cobquecura, Lota y los murales de Siqueiros y Guerrero.
Lo primero es, según Acuña, actuar con prudencia: “Que esto no lleve a demoliciones espontáneas. Hay que privilegiar que las estructuras que estén en situaciones de riesgo se desarmen, pero no que se demuelan, porque eso es una pérdida irrrecuperable y total”.