Hacia una planificación territorial contemporánea.
Artículo por Nicolás Tugas*
desde Barcelona
Sabemos que el desastre natural acontecido no es un fenómeno geológico singular, Chile es tierra de sismos y sus costas han sido y serán numerosas veces afectadas por tsunamis. Las contingencias actuales generan un fuerte desafío técnico al nuevo gobierno. Tanto las decisiones tomadas, como las alternativas desoídas e ignoradas, determinan hoy las condiciones de desarrollo futuro de las zonas y comunidades afectadas.
El momento actual puede ser leído como una oportunidad de iniciar una planificación territorial adecuada, la disciplina urbanística ha tenido un importantísimo avance teórico y técnico en la última década, podemos citar por ejemplo el caso de Cataluña, de Italia y muy especialmente de Holanda.
Entendemos por planificación territorial contemporánea una herramienta supralocal (diseño de áreas funcionales policéntricas y en red), multiescalar (posee reflexiones a nivel de posicionamiento global, de infraestructuras nacionales, de equipamiento regional y de diseño urbano de proyectos estratégicos locales vinculados a las otras escalas de reflexión), integral (instancia de coordinación horizontal de administraciones sectoriales, vertical de niveles de gobierno, múltiple en pactos de inversión público-privada, y también es integral entre los procesos de antropización y naturalización) y estratégica (entrega un visión macro de objetivos físicos decisivos para el desarrollo). Sus objetivos son la competitividad, la seguridad, la sostenibilidad y la inclusión social.
El momento de desarrollar esta herramienta parece oportuno porque existe un cierto consenso de que hay ciertas acciones que deben ser pensadas a largo plazo, y la complejidad de ellas, a programar sobre el territorio, merece poner al día a Chile sobre los avances técnicos del urbanismo.
La reconstrucción posee dos velocidades, las acciones de emergencia (inmediatas y urgentes): como reabastecer a la comunidad de accesibilidad, servicios básicos y vivienda de emergencia, y la planificación a largo plazo (reflexiva y cauta): qué reconstruir, qué reubicar, dónde y cómo, qué elementos deben cambiar, qué elementos deben ser introducidos, qué referentes debemos seguir, qué riesgos debemos tomar, quién paga qué. Para alimentar la segunda línea adjunto algunas directrices de diseño, son puntos a incluir, o mínimamente a debatir, en la creación de una nueva política en las áreas de riesgo, lograr implementarlos, debido a la compleja gestión que implica en ciertos casos, y a sus consecuencias formales y funcionales, podría marcar un punto de inflexión en el desarrollo de los instrumentos urbanos nacionales, un paso determinante en la planificación territorial chilena.
Definición de una línea de seguridad: en la actualidad poseemos tres áreas, a lo largo del país, que condiciona la normativa de construcción según nivel de riesgo. La franja costera, la más vulnerable, posee adicionalmente zonas expuestas a tsunamis. Por lo que técnicamente y sin la presión que ciertos propietarios tenderían a ejercer, debería estudiarse un límite que marque esta área. Existen registros históricos de los tsunamis desde la llegada de los asentamientos españoles a las costas nacionales y existen distintos estudios geológicos al respecto.
De aplicarse este límite, se generaría una directriz que debería condicionar las inversiones futuras tanto privadas como púbicas. La línea de seguridad dejaría asentamientos completamente dentro del área de afectación, algunos asentamientos quedaran divididos y otros fuera. Caso a caso deberá estudiarse qué se reconstruirá dentro del área de afectación y qué fuera.
Dentro del área de afectación de tsunamis las inversiones privadas deberían adquirir un seguro de riesgo, las inversiones públicas tendrían que ver con la mantención de instalaciones ya existentes y la creación de dispositivos de seguridad de dos tipos: elementos de contención y vías de evacuación. Adicionalmente, debería estudiarse la edificabilidad máxima y la ocupación de suelo con tendencia a la baja.
Elementos de contención: si bien es la topografía la que termina por detener la ola, ciertos elementos ayudan a la desaceleración de ésta o a contener fenómenos de tamaño medio o pequeño. Por una parte, reforzar el límite de la costa en donde éste se permita, para proteger, en lo posible, actividades económicas que dependan del acceso al mar, como caletas y puertos. Por otra parte, ejecutar un agresivo plan de arborización de las áreas de riesgo en dos magnitudes: primero a nivel territorial: la creación de buffers de contención, similar a los que el visionario Federico Albert ideó para Chanco, o los que se hacen en las costas índicas llanas para resguardarse de las oscilaciones repentinas de mareas; estos pueden ser reservas naturales o parques públicos al borde del mar e incluso campings de temporada. Segundo a nivel de tejido: condicionar la arborización del espacio público y de los modelos urbanos con baja ocupación de suelo. Las raíces protegen el suelo y el tronco y follaje hacen de rompeola. De modo adicional, se genera la oportunidad de un proyecto urbano paisajístico cooperativo y de reforestación con especies endémicas.
Vías de evacuación: cada área de riesgo habitada debería poseer un número determinando de vías de emergencias en relación a su tamaño y densidad, muchas ya existen, otras deberían implementarse. Cada una de estas vías acabaría en un punto alto seguro, del otro lado de la línea de seguridad. Por ser un sistema de interés social se debería gestionar el suelo faltante del mismo modo mediante el cual se adquiere suelo para las autopistas. Esta pieza generaría adicionalmente una oportunidad de reforma urbana en torno a paseos miradores de valor turístico-paisajístico.
Fuera del área de afectación de tsunamis: es decir del otro lado de la línea de seguridad, se debería centrar la inversión pública en equipamiento nuevo y vivienda social (tal como también advierte otro columnista de plataforma urbana). Debe evitarse un ciclo especulativo del suelo, por lo que el suelo necesario debería poder ser adquirido por la administración a un valor anterior a la delimitación de las áreas. Las consecuencias morfológicas y funcionales que esta decisión implicaría, deberían estudiarse con mucho cuidado y ello refuerza la importancia de la planificación global del territorio.
Los mecanismos para poder implementar estas directrices (como la reparcelación: que permite dentro de un polígono de actuación redistribuir las cargas y beneficios urbanísticos en proporción a las parcelas aportadas de los distintos propietarios) no pueden desarrollarse en un breve artículo, incluyen cooperación público-privada, redes de municipios, esfuerzos sectoriales coordinados, mecanismos de compensación y mayor autonomía regional. Por lo que deberíamos evaluar en detalle los mecanismos de gestión y cuestionarnos si la legislación urbanística chilena está lo suficientemente vigente como para facilitar y promover las acciones necesarias, de no ser así, debemos estudiar los cambios para poder aplicar una planificación territorial a la altura de los sucesos.
*Nicolás Tugas / Arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Chile 2004, estudiante del Máster de Proyecto Urbano y del programa de Doctorado en Urbanismo de la Universitat Politècnica de Catalunya, Barcelona. Junto a Diego Torres Torriti y Fernando García Huidobro funda EquipoArquitectura, uno de los ganadores del concurso ELEMENTAL Chile y con quienes ha publicado el libro ¡El tiempo Construye! con la editorial Gustavo Gili. Ha sido profesor asistente en universidades en Santiago y Barcelona, y adicionalmente ha dictado conferencias en Lima, Valencia, Boulemane (Marruecos) y Montreal. Tiene una importante experiencia profesional en el área de urbanismo, colaborando desde el 2006 en CCRS arquitectes, incluyendo una participación en el “Pla Director Urbanistic del Pla de Bages”, premio Catalunya de urbanismo. En la actualidad posee una línea de investigación sobre planificación territorial aplicada.
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