Un siglo de evolución: Santiago 1910-2010: cómo ha cambiado la ciudad vista desde sus cerros
(El Mercurio, 21/06/2010)
por Manuel Fernández Bolvarán
A inicios del siglo XX, los santiaguinos recién empezaban a ver como un posible panorama el ascenso al San Cristóbal, el Santa Lucía y el Blanco. En esa época, desde sus cimas se podía ver la capital en toda su extensión. Pero la expansión de la urbe ha sido tal, que hoy la panorámica se aprecia largamente desbordada.
En el Santiago de comienzos del siglo pasado, subir al cerro Santa Lucía era casi un privilegio. Si bien los parques, fuentes y paseos para peatones y carruajes ya habían sido abiertos en 1874 y la escalinata de ingreso por la Alameda se habilitó en 1903, el acceso estaba reservado para la aristocracia capitalina.
Tener acceso a una vista panorámica de la ciudad hacía la diferencia en términos sociales. “Había que ir en carruaje y vestir con elegancia. Las clases bajas estaban excluidas por el costo, protocolos y formalidades que implicaba”, cuenta Germán Hidalgo, académico de la Facultad de Arquitectura de la UC.
Para Hidalgo, conocer desde dónde la gente observa la ciudad, quiénes observan y qué observan es clave para entender el paso de Santiago de ser una aldea a una metrópoli. Por eso realizó una investigación sobre el tema, apoyada por Fondecyt, junto a los académicos de la facultad José Rosas, Wren Strabucchi, Ítalo Cordano y Lorena Farías. Y además prepara el libro “Vistas panorámicas de Santiago 1790-1910” (Ed. Universidad Católica y Origo), que aparecerá en octubre.
En esa línea, destaca que hasta fines del siglo XIX eran pocos los que se interesaban por subir al Santa Lucía; principalmente eran pintores, científicos y militares. Casi todos extranjeros que buscaban registrar en una pintura, grabado o fotografía que habían venido a una ciudad tan lejana.
Hacia 1910, el interés de los santiaguinos ha despertado. Y según explica Hidalgo, el Santa Lucía es uno de los lugares predilectos: “Permitía dominar casi toda la ciudad y observarla desde dentro, de una forma cercana, reconociendo edificios. En ese momento, las áreas de interés se multiplican; lo más atractivo era mirar al sur de la Alameda, en especial a la nueva comuna de Providencia, que era el sector que vivía un mayor desarrollo”.
Pero otros puntos de observación ganaban terreno. Uno era el cerro Blanco, en Recoleta: antes de 1910, permitía ver la ciudad a lo lejos. Pero en esa época Santiago se ha expandido hasta sus faldeos y ofrece una vista espectacular.
Pero la gran revolución fue la instalación de la virgen del San Cristóbal (1908), que abrió su cumbre a la observación a los ciudadanos. “En cierto sentido, ése es el símbolo del momento en el que Santiago, como ciudad, entró a la modernidad”, afirma Hidalgo.
Es que el San Cristóbal generó una nueva forma de ver la ciudad, y su habilitación se explica por el crecimiento de ésta y el interés por buscar nuevos sectores hacia donde crecer. La vista del Santa Lucía empezaba a ser insuficiente para observar los nuevos límites de la capital. “Desde entonces, Santiago ya no se puede ver como algo unitario, sino que se entiende por partes, porque no es posible abarcarla en su totalidad con la mirada”, afirma el arquitecto.
El San Cristóbal se fue popularizando en las décadas siguientes, con el funicular, los caminos y, finalmente, el teleférico. Hasta que la ciudad expandió sus límites más allá de la panorámica que ofrece su cumbre. En el intertanto, el Santa Lucía perdió su condición de mirador natural al rodearse de edificios.
“Hoy no hay un punto desde el cual se vea la ciudad entera. Tal vez la única forma en que es posible tener un control visual de la totalidad de la ciudad es a través de Google Earth”, afirma Hidalgo.