El Problema del Tránsito (Santiago, 1926)
El siguiente escrito es un extracto de la revista Zig-Zag (lanzada por primera vez en 1905), que corresponde al número 1136 del año 1926. Firmado por el Pobrecito Hablador, describe las críticas condiciones de transporte en Santiago centro, que el autor atribuye a falencias tanto a la gestión de autoridades y la Empresa de Tranvías, como a códigos culturales exclusivos del ciudadano local. Frente a la complejidad de las distintas problemáticas urbanas, el artículo expone un manual básico de ética y comportamiento social, mientras justifica estrategias de acción pública sobre la mecánica del sistema de transporte. A una distancia temporal de 84 años, el transporte público, como lo fueron los tranvías y actualmente lo es el Transantiago, sigue siendo el medio para detonar y generar discusión pública en torno a la ciudad.
“Los santiaguinos de pura cepa, a fuerza de presenciarlo cada día, no saben apreciar el aspecto pintoresco de nuestros tranvías y góndolas repletos de pasajeros que viajan comprimidos como sardinas en lata, pisándose mutuamente los pies y robándose el aire que respiran, unos a otros…
Todo esto, mirado desde la acera es un cuadro magnífico de costumbres, tiene graves inconvenientes para los que se ven obligados a emprender largos viajes en tranvía o autobús a mediodía. Es allí donde hacen su agosto los rateros. Como por encanto, desaparecen las carteras y relojes de los bolsillos de sus dueños y los trajes delicados y frágiles de las damas resultan desgarrados, sucios y arrugados. Pero… todo lo dan por bien empleado, pues, el santiaguino callejero considera cual un crimen no quedarse en Huérfano o en las puertas de Gath y Chaves hasta después de mediodía, hora en que el tránsito se congestiona en forma insufrible. Inútil es decir que cuando un tranvía lleva pasajeros colgando por la parte exterior de su plataforma, sin que en el interior haya espacio suficiente para mover un pie, la cobradora tiene que resignarse a cobrar su pasaje solamente a los que tiene más a mano. Los demás viajan de pavo, es decir, sin pagar.
Pues bien, ¿qué ocurre cuando en estas condiciones se produce un choque entre dos vehículos?… Unos cuantos muertos, heridos y contusos. Es así cómo cada año se producen más de un millar de muertos por accidentes del tránsito. A mediodía todo el mundo experimenta el vértigo de la velocidad y, tanto los maquinistas de los tranvías, como los choferes de las góndolas, se precipitan en carreras locas por esas calles de Dios. En Santiago, a mi juicio, la congestión del tránsito no se produce por falta de vehículos, pues, hasta las 11 y 55 minutos de la mañana, tanto los tranvías como los autobús, viajan casi vacíos. Lo que ocurre es un desorden descomunal a causa de que todo el mundo quiere irse “en el último vehículo”, a fin de disfrutar del paseo hasta el postrer momento. Nuestro pueblo – y también nuestra sociedad- es imprevisor, acomete en forma descomedida, sin respeto alguno por las leyes o reglamentos del tránsito y afronta los más graves peligros para salvar distancias largas en pocos minutos. Este es un mal racial, una tara perniciosa del espíritu latino, una incomprensible falta de tino y de razonamiento.
El decreto de nuestro Intendente Municipal, no puede ser más atinado: restringir los pasajeros de pie. Sin duda alguna, ese decreto no ha sido lo suficientemente amplio para prohibir en absoluto el que viajen pasajeros de pie, pues no cabe duda de que éstos causan una molestia a aquellos que han tomado su pasaje cuando contaban con un asiento para viajar como Dios manda: sentado cómodamente.
La propaganda de la Empresa descansa en el hecho de que el tranvía nuevo — hay que tener presente que en Santiago existe un solo tranvía decente — tiene capacidad para más de diez pasajeros de pie y que las góndolas no tienen capacidad para igual número de pasajeros extras. Además, se queja la Empresa de que el decreto edilicio cercena sus entradas en $8.000 diarios y que perjudica a los tranvías protegiendo a los autobús.
Nosotros entendemos que el citado decreto no protege ni ataca a nadie. Por el contrario, ha quedado corto al permitir pasajeros de pie. Sería de desear que el señor Gerente de la Empresa de Tranvías fuese a Valparaíso, donde jamás se producen las congestiones de tránsito que aquí ocurren y que visitase Londres y París, donde las leyes y reglamentos son respetados por todo el mundo.
En Londres nadie puede subir a un tranvía o un autobús si no hay asiento. Una simple indicación del conductor del vehículo, en este sentido, es suficiente para que nadie pretenda infringir el reglamento. Y si algún audaz pretende ir de pie, el vehículo se detiene, viene el policial, saca del coche al intruso, y santas pascuas. Así todos los pasajeros van sentados cómodamente hasta el término de su viaje.
En Europa, en general, cada cual trata de llegar a los paraderos a una hora conveniente para alcanzar un asiento en el tranvía o el autobús. Nadie espera el último minuto para ir a su casa. Y todos se someten a aguardar pacientemente su turno.
… Todo esto representa cultura y respeto es lo que le falta a nuestro pueblo. Aquí pensamos que en las sociedades democráticas nadie debe tener preferencias; y para borrar tales preferencias se atropella, se pisotea, se insulta y se le falta el respeto al transeúnte, al que va a ser nuestro compañero de viaje y a la autoridad.
La cultura espontánea no existe. La cultura y el refinamiento en el hombre, es el producto de la educación. Por eso existe la necesidad de que la autoridad eduque al pueblo. Y para educarlo debe imponer su autoridad, auxiliado por la fuerza policial.
Se queja la Empresa de Tranvías de la competencia de las góndolas y de que el decreto edilicio le quita una entrada de $8.000 diarios. Pero, al formular tales quejas, no se fija en que la competencia de los autobuses es una consecuencia de su pésimo servicio, del escaso número de tranvías y del estado de abandono, descuido y desaseo en que mantiene su material rodante. La Empresa jamás ha reparado que esos $ 8.000 diarios de pérdida, de que hoy se queja, le representa una entrada de cerca de tres millones de pesos anuales, de la cual ha disfrutado por muchos años sin derecho alguno, por un servicio deficiente y mal organizado. Habla la Empresa de sus pérdidas: pero… ¿Ha declarado alguna vez cuánta es su utilidad por concepto de venta de energía eléctrica a un precio exorbitante, cuando ella, merced a concesiones fiscales, la obtiene a razón de unos pocos centavos de kilowats?
Todo negocio es lícito, siempre que con él no se afecte a tercero. En el presente caso, el negocio de transporte urbano es ilícito y constituye una explotación, pues, se especula con el desorden del público, con la imprevisión de los viajeros y con la vida de las mil y más víctimas del tránsito, que cada año pasan por las mesas de la Morgue…”
Colaboración material: Joaquín Moreno Camus