Migración y ciudad. El caso de la Lima Chica en Santiago
Pocos fenómenos tienen hoy un efecto tan destacado en la sociedad mundial como los flujos migratorios. En los últimos años la intensificación de estos se ha transformado, por esencia, en una de las principales fuerzas que configuran y dotan al tejido urbano de nuevas acciones, dinámicas, imaginarios, significados y una serie de otros elementos.
En nuestro país esta realidad no ha estado del todo ausente. En la actualidad, Chile recibe la llegada de miles de inmigrantes provenientes, en su mayoría, de los países vecinos; principalmente Argentina, Ecuador y Perú. El caso de este último resulta el más relevante en la medida que mientras la inmigración argentina y ecuatoriana se ha mantenido relativamente estable, la peruana ha experimentado un crecimiento cercano al 394% en la última década. Si a estas cifras le sumamos la alta concentración residencial que viven dichos inmigrantes en algunas comunas de la Región Metropolitana, a diferencia del resto de la población foránea, se entiende que hayan terminado por originar importantes modificaciones en la morfología y estructura del espacio urbano en algunos sectores.
El caso más emblemático es denominado la “Lima Chica”, un área aledaña a Plaza de Armas, ubicada en Calle Catedral, que cuenta con una variedad de locales comerciales que atienden a las necesidades específicas de los inmigrantes peruanos. Este lugar ha pasado a ser importante para los inmigrantes peruanos al establecerse como lugar de encuentro y punto estratégico de búsqueda de trabajo, cohesionando a estos individuos y entregándoles un sentido de pertenencia respecto a este espacio.
Estos factores se conjugan tiñendo al sector de nuevos sonidos, colores y olores, distinguiéndolo, sin duda, de cualquier otra zona del centro, haciendo imposible que éste pase desapercibido para el común de los transeúntes locales.
La fuerte presencia de estos últimos conlleva a que no se trate de un espacio de uso exclusivo por parte de la población peruana, sino que, por el contrario, al encontrarse situado en una zona céntrica y de gran movimiento de personas, se establece en lugar de contacto frecuente entre la población local y los inmigrantes. Esta situación determina que este rincón se constituya en un espacio cargado de disputas y tensiones entre personas que luchan por su legitimación, donde lo determinante es el desenlace constante de dinámicas insertas en la apariencia y exterioridad inherente al espacio urbano.
En concreto, la “Lima Chica” se transforma en escenario recurrente para el despliegue de una serie de agresiones simbólicas, verbales o corporales que tienen como fundamento la “diferencia” del ser peruano. Aunque parezca contradictorio la sostenibilidad en el tiempo de este lugar deriva de su importancia como espacio de sociabilidad y seguridad ante la exclusión que viven a diario los inmigrantes. Es así como, la necesidad de protegerse frente a la amenaza permanente a la integridad física y moral que resulta del solo hecho de transitar por el resto de los espacios públicos, les otorga a estos sujetos un vínculo con este sector de la ciudad. Ello, debido a que al ser reconocidos en su identidad nacional los inmigrantes peruanos quedan situados en una posición de vulnerabilidad que los hace objeto de agresiones e insultos por parte de la población chilena.
Asimismo, la presencia continua de los carabineros, exacerba esta clase de situaciones al considerar a estos sujetos como potenciales indocumentados, delincuentes o factor de alteración de la tranquilidad. Las miradas fijas y los controles diarios determinan que la zona vea perturbada por completo su normalidad al poner en cuestión su condición de espacio público.
En esta medida, estamos ante una nueva modalidad de enclave urbano, donde lo central ya no es el aislamiento inherente a todo sitial de esta naturaleza. Lo característico y paradójico de este caso concreto es que por un lado exacerba las actitudes discriminatorias, en la medida que al agruparse los hace más visibles para el común de los transeúntes, y por el otro, les otorga mayores facultades para rebelarse e ignorar las prácticas discriminatorias que se desenlazan en su interior.
En definitiva, la “Lima Chica” se ha configurado en un escenario particular al interior de Santiago, donde la inmigración ha comenzado a jugar un rol vital en la conformación del centro histórico de la ciudad. La explosión de locales comerciales que atienden las demandas de estas poblaciones parece indicar que al igual, como la experiencia internacional demuestra, la inmigración promueve paulatinamente la revitalización de sectores antiguamente deteriorados del centro de las ciudades.
Todo demuestra que estos desplazamientos pueden llegar a tener un potencial inigualable al dotar al espacio urbano de nuevos usos y de una heterogeneidad que resulte atractiva tanto para la población local como para los propios inmigrantes. Es tarea de las autoridades y la sociedad civil, en términos de la integración espacial y social de estas nuevas poblaciones, crear instancias de participación y fomentar el atractivo de estos sectores de modo que se evite su transformación en guetos urbanos. Sobre todo si consideramos que estos actores juegan y jugarán un rol cada vez más fundamental en la configuración de nuestras ciudades, situación que debe ser considerada en las políticas públicas referidas a estos espacios.