Los Edificios Rojos de Grecia: los vecinos y su recorrido para ser declarados zona de protección patrimonial
Cuando se nombra una comuna como Providencia, Pedro Aguirre Cerda, Lo Prado o Maipú se indica una ubicación geográfica específica dentro de una ciudad, pero también rincones, lugares y espacios públicos que generan identidad y trabajo en común de sus habitantes. Esto ocurre en Ñuñoa, específicamente en la esquina de Salvador con Grecia, donde unos edificios rojos que inundan las esquinas norte y sur, acogen a vecinos que desde el 2006 están trabajando para declarar este complejo habitacional, zona de protección patrimonial.
Años atrás, una veloz liebre, la Manuel Montt 1A, venía desde el sur de la ciudad y recorría Ñuñoa por Av. Grecia, y luego de pasar frente a la piscina Mundt y sus escalofriantes trampolines, tomaba una vía rápida hacia Providencia y hacia el centro de la ciudad, doblaba por Av. Salvador, desnudando con este giro una esquina muy especial de esta comuna.
Al lado oriente aparecía una gran y concurrida panadería y, en la cara poniente mostraba un espacio que hasta el día de hoy constituye una esquina diferente, una de aquellas que no dejan ver un vértice sino una cara con balcones y locales comerciales en la planta baja. Ello permite el paso rápido de los peatones que avanzaban por Salvador o por Grecia, pero también acoge a quienes quieran detenerse y beber algo.
La que describimos es una de las caras del Complejo Habitacional Salvador y ampliación Ñuñoa, ex población EMPART.
Con el objetivo de declarar a estos edificios zona de protección patrimonial, estos vecinos han avanzado bastante Utilizando sus propios recursos, postularon un proyecto Fondart y elaboraron el expediente solicitado por el Consejo. Recurrieron a sus vecinos y a sus conocidos para levantar los planos de los departamentos, la historia de su poblamiento, y también, crearon un espacio para pensar su futuro y su desarrollo.
Este expediente fue presentado y aprobado por la unanimidad del Consejo el 14 de octubre de 2009. Ahora, sólo esperan la firma del Ministro de Educación para pasar a ser de aquellos espacios de la ciudad protegidos por el aporte que entregan a los habitantes de Santiago.
A diferencia de otros barrios de nuestra ciudad, la organización de estos vecinos no comenzó por un perjuicio directo a su vida cotidiana, sino por un rumor y una amenaza. Fue el Municipio que, a partir de antecedentes del Consejo, los llamaba en un plazo perentorio, a presentar todos sus antecedentes para ser considerados un inmueble patrimonial dentro de la comuna.
Lo que siguió a esto fueron las dudas en relación a la conveniencia de dicho atributo urbano. Hablaron con el Consejo de Monumentos Nacionales, con el Municipio, con organizaciones vinculadas al tema y con expertos en materia de patrimonio. El resultado de estas gestiones fue, el interés de la comunidad por lograr la nominación como patrimonio de la ciudad y así mostrarse como un ejemplo donde la densificación en altura convive con el despliegue de áreas verdes y espacios públicos.
Inicialmente, al alero del Comité de Administración, pero luego sumando al Centro Cultural y de adelanto Keluwe, han realizado este camino, lleno de dificultades y con pocos recursos monetarios, pero abundantes de recursos comunitarios.
Según Carolina Videla, actual secretaria del Comité de Administración, esta población fue construida en 1945 – los primeros habitantes llegaron en 1948 – para ofrecer viviendas, en modalidad de arriendo, a los socios de la Caja de Empleados Particulares, EMPART. En las entrevistas realizadas para elaborar el expediente antes mencionado emergió la historia de este complejo-barrio. Por ejemplo, que parte importante de los primeros residentes eran contadores de EMPART, y que además, alguno de los seleccionados como arrendatarios desistieron de dicha opción para irse a habitar otro complejo habitacional de EMPART ubicado en Seminario con Providencia, emplazamiento más central dentro del Santiago de mediados del siglo XX. Posteriormente, algunos quisieron volver, pero ya fue tarde.
Carolina nos cuenta que la revisión arquitectónica evidenció que se habían construido nueve plantas diferentes de departamentos (inicialmente se creían que sólo había cuatro), y que el diseño original contemplaba un tipo de departamento para una sola persona, un gesto llamativo y visionario para el Santiago de familias extendidas de la época. Cabe destacar que esta tendencia en el diseño de departamentos se consagraría cincuenta o sesenta años después en nuestra ciudad.
A juicio de nuestra entrevistada, este complejo se destaca por la calidad de su construcción (además del último terremoto, ha resistido al menos otros cuatro, sin registrar daños estructurales) así como por las amplias áreas verdes que se extienden entre sus edificios. Y ya sea por el paseo de las mascotas, por los juegos infantiles o la reunión de adultos mayores que se da en las áreas verdes, se genera un lugar para compartir y para crear comunidad.
Esta comunidad se expresa en la capacidad que han tenido los vecinos para movilizarse, utilizando los recursos profesionales de sus residentes, pero también pidiendo ayuda externa. Han trabajado en conjunto con el Barrio Yungay, con Dalmacia y Guillermo Francke; todos, lugares de la ciudad que buscan proteger su barrio como una propuesta de un Santiago sustentable y a escala humana.
La organización y trabajo de los vecinos no persigue sólo rescatar el valor formal de sus edificios, ni tampoco se entiende sólo como una medida de protección frente a la explosión de edificios de gran altura que ha tenido Ñuñoa en los últimos años; también se trata de proteger un tipo de construcción en altura que promueve el espacio público entre sus vecinos. Tendencia ausente en gran parte de los edificios de nuestra ciudad.
Carolina nos cuenta que muchos vecinos que escogieron vivir en estos edificios desde hace veinte años han optado por vivir en departamentos, pero en un complejo de edificios que genere un barrio, que genere encuentro, con los problemas y beneficios de vivir en comunidad.
Cuando escogieron el nombre de la organización cultural que albergaría sus reflexiones sobre el patrimonio y sus propuestas de desarrollo pensaron en Keluwe, voz mapudungun que significa sitio rojo, color que caracteriza estos edificios y los hace ser una distintiva puerta de entrada a la comuna de Ñuñoa, por avenida Grecia. Pero también que manifiesta su interés por ser más que una vivienda o un departamento individual, sino un lugar dentro de la comuna y la ciudad donde se cultiva la convivencia y el encuentro. Mostrándose así como una alternativa concreta en una comuna donde el desarrollo inmobiliario en altura crece y se alimenta vorazmente de lo que ofrece, vida de barrio.