Vecinos de La Pincoya defienden con palos sus nuevas casas para que no se las ocupen
Las fiesta del Bicentenario la pasaron vigilando porque temían que se repitiera el aviso de toma del 5 de septiembre. Sólo la obra gruesa de las viviendas está lista.
FRANCISCA STUARDO
(El Mercurio – 22/09/2010)
El pasado miércoles dieron comienzo a la celebración del 18 Bicentenario con empanadas. Se reunieron en torno a un fogón para compartir la comida y “algo para tomar”.
No pudieron ir a las fondas porque no querían alejarse de los campamentos que se extienden a los pies del cerro en La Pincoya y de sus futuras casas. Los vecinos de 415 viviendas sociales de Huechuraba temen a que lleguen pobladores e intenten tomar sus futuras viviendas que tienen terminada sólo la obra gruesa, como ocurrió el 5 de septiembre.
Guardias nocturnos
Entre los vecinos está Paula Morales, la secretaria del comité “Nuestra Casa, nuestros sueños”, que junto a Los 90, Villa Hermosa y Vista Hermosa, reúnen a las 415 familias. Son los mismos que se coordinaron para reunir $315.000 y postular a un subsidio habitacional y que han optado por convertirse en guardias cada noche.
Así lo han hecho desde que comenzó la construcción. Primero fue el “robo hormiga” de cemento y materiales de construcción; luego, comenzaron los ataques en contra de las que serán sus propiedades.
El susto más grande, cuenta Morales, fue el 5 de septiembre. Cerca de las 6 de la tarde, recibió un llamado de parte de vecinos del sector: había gente circundando el proyecto de viviendas sociales. Se organizaron al interior de cada comité por teléfono, como ha sido costumbre, y partieron. Allá, relata, se encontraron con el único guardia dispuesto para vigilar una de las etapas. “Lo pillaron desprevenido y le quitaron las llaves y los documentos. Nosotros nos avisamos rapidito y no pasó a mayores”, recuerda: “llegamos todos a cuidar las viviendas. Habían entrado a las casas, pero no alcanzaron a tomarlas”.
En el grupo también participa Margarita Muñoz, la presidenta del comité Vista Hermosa. Ella hace rondas por una de las etapas que se emplaza sobre un antiguo campamento. Su marido se encarga de cuidar a sus hijos cuando ella sale a pasar la noche como vigilante. “No sabemos si andan armados, pero yo creo que una persona que llega a tomarse una casa viene con todo”, argumenta.
Paula Morales sale cada noche. Deja a sus hijos y a su marido -que trabaja de día- para reunise con el resto del grupo, en su mayoría mujeres. Apenas llega, se arma de palos o fierros, lo que encuentre primero a la orilla de la construcción. “Queremos defender lo que es nuestro”, dice, en forma enfática.
Los hermanos, uno de los padres o incluso sus abuelos son los encargados de cuidar a sus hijos. “Al principio los traíamos, pero les daba sueño, se resfriaban”, dice Rosa Lavín, al costado de un fogón que prenden cada noche para escapar del frío. Su rol es dar vueltas por los pasajes, linterna en mano y permanecer alerta.
De lunes a jueves los vecinos-vigilantes llegan a la construcción a las 9 de la noche y recién retornan a sus casas cerca de las 3 de la madrugada. Los fines de semana, en tanto, no se van hasta que amanece.
El pasado 9 de septiembre fueron recibidos en la subsecretaría de Carabineros por el vocero José Labbé para coordinar un cuidado especial, con motivo del 11 de septiembre.
Ese fin de semana estuvieron preparados para repeler eventuales ataques por la protección brindada por contingente del Gope y de Fuerzas Especiales de Carabineros dispuestos en el perímetro. Aún así, no se salvaron de los disparos al aire y de que apedrearan las ventanas de la casa de Tabita Rodríguez, otra de las vecinas.
La preocupación de los pobladores no cesa. Creen que las rondas no son suficientes, que se trata de un sector vulnerable y que necesitan más vigilancia.
Cuando pasean por el perímetro o se abrigan en el fogón, sacan cuentas acerca de cuándo podrán habitar sus casas y cómo subirán sus muebles por las escaleras. Mientras, seguirán madrugando, durmiendo poco y pendientes de sus celulares, en caso de cualquier aviso.”Estamos desesperados con esta situación. Estamos agotados física y sicológicamente”, confiesa Muñoz.
415
familias están a la espera de la entrega de sus viviendas en La Pincoya. Para evitar que otros pobladores las ocupen ilegalmente, vigilan todas las noches.
2°
semestre de 2010 es la fecha estipulada para la entrega oficial de las viviendas sociales.
315
mil pesos juntaron las familias para postular al subsidio habitacional.