Carta destacada de la semana: “La otra unidad nacional”
El regionalismo y la centralización (o en su defecto, descentralización) ha sido siempre un tema que ha estado en la palestra en variadas discusiones sobre políticas sociales y gubernamentales.
La siguiente carta hace un mea culpa de esta situación. Es de Hugo Herrera y fue publicada en El Mercurio el mismísimo día del Bicentenario: 18 de septiembre del 2010.
Señor Director:
“Si muchas veces se habla de dos Chiles en sentido social, el de los ricos y el de los pobres, también es posible decir que hay geográficamente hablando dos Chiles: el de las regiones y el de Santiago.
Chaitén, el terremoto y el conflicto mapuche han sido las últimas tres grandes advertencias respecto del abandono de nuestras regiones. Muchas de ellas carecen, incluso en sus ciudades principales, de escuelas y hospitales de calidad, los medios de transporte se quedaron en el siglo pasado y la cesantía y la falta de oportunidades son pan de cada día. Este retraso incide en la huida del capital humano más calificado, que emigra a Santiago o bien para estudiar ahí, o bien para obtener mejores trabajos, con los costos personales y económicos que esta emigración unidireccional implica.
Santiago, en cambio, sí tiene escuelas que se disputan buenos lugares en el ranking nacional, las mejores universidades, un sistema de transporte público subsidiado por el Estado, clínicas y hospitales de excelencia, y concentra la oferta de mejores empleos.
Las propias regiones parecen carecer de una conciencia plena de los alcances del problema en el que se encuentran y, apenas pueden, en defensa de intereses parciales pujan por dividirse y perder aún más su influencia. Desconocen que debieran hacer justamente lo contrario, concentrar —como de hecho ocurre en otros países— las provincias en pocas regiones, capaces de hacerle el peso a una capital que vive en gran medida gracias a sus recursos y su capital humano.
Ni las reiteradas tragedias han servido como lección. Muchas personas se han ahogado tratando de cruzar caudalosos ríos en precarias embarcaciones o por delgadas cuerdas. Lo más dramático es que esto no ocurre en emergencias, sino que se trata muchas veces de recorridos que deben hacer diariamente para cumplir labores cotidianas, como estudiar o trabajar. ¿Quién se acuerda de Chaitén? Pues bien, sigue aislado. Hace unos meses, el entonces ministro de Obras Públicas anunció que Chile quedaba definitivamente conectado. ¡En una ruta impracticable en la que cuesta sacar la cuenta de las veces que hay que subirse y bajarse de transbordadores!
Necesitamos conectividad pero en serio, lo mismo que un apoyo decidido a las regiones económico, cultural y social. Si los privados no son capaces de establecer buenas instituciones de educación, pues allá tendrá que ir el Estado y fundar universidades, institutos y escuelas de excelencia. Algo parecido hay que decir de la salud: es deber del Estado garantizar un acceso a salud con estándares similares de tiempo y calidad a los que existen en la capital. Aún no hemos vivido crisis graves, pero nadie podría descartar que en el futuro la desatención inveterada hacia las regiones termine por hacer prender en algunas de ellas la llama separatista.”
Hugo Herrera
Prof. Instituto de Filosofía
Universidad de los Andes