Las próximas batallas ciudadanas de la defensora del patrimonio urbano
La canadiense, que lleva 11 años a la cabeza de Ciudad Viva, quiere evitar que se instalen tres torres de 19 pisos en la calle Bellavista.
por Consuelo Terra
(La Tercera – 08/03/2011)
La presidenta de la organización ciudadana Ciudad Viva, Lake Sagaris, de 55 años, canadiense, candidata a doctora en urbanismo de la Universidad de Toronto, vive hace 30 años en el barrio Bellavista. Escogió una antigua casa de dos pisos de Antonia López de Bello, a pasos de la plaza Camilo Mori, cuando decidió instalarse en Santiago para procurar que creciera de manera sustentable.
Es conocida por la labor que hace en Ciudad Viva -que los santiaguinos aprendan a procurarse un espacio amable donde vivir- y recordada por la oposición que protagonizó en contra del trazado original de Costanera Norte. Más rememorada aún por haber evitado que se construyeran inmensas torres de departamentos donde hoy está el Patio Bellavista. Y aunque dice que sin éxito le dio la pelea a la instalación de la sede Bellavista de la Universidad San Sebastián -que, según ella, rompía con la escala del barrio y traería una cantidad de autos para los que no estaban preparadas las calles del sector-, quiere evitar que se instalen tres torres de 19 pisos en la calle Bellavista, en los mismos terrenos que la universidad le compró al Liceo Alemán. Según Sagaris, sobrepasan las alturas establecidas por el Plan Regulador Comunal, algo que fue confirmado por un fallo de la Contraloría en noviembre pasado.
¿Debieran complicarles las torres de gran altura a los santiaguinos?
En este caso, ya hay una construida y quedan otras dos. (Más que nada) el proyecto no cumple con el plan regulador, y en su declaración de impacto ambiental dice que no afecta zonas de patrimonio ni el paisaje natural ni las ceremonias religiosas. ¡Totalmente falso para este barrio! La Contraloría encontró una serie de irregularidades en el desarrollo del proyecto inmobiliario, y vamos a presentar una demanda judicial sobre la base de las decisiones de la Contraloría. Aquí falló la institucionalidad y no lo queremos más.
¿Por qué le preocupa Bellavista?
Hace 15 años, el gran peligro de este barrio era que terminara como terminó el de Suecia, despoblado y difícil de recuperar. Por eso, con los vecinos de acá comenzamos a luchar por recuperarlo y frenamos el deterioro (se mejoró Pío Nono y se declararon como zonas típicas algunos microbarrios de Bellavista). La gran amenaza de este sector es la despoblación.
¿Por qué?
Porque en Bellavista, en el lado que pertenece a Recoleta -que es la mitad del barrio en población y tamaño-, los residentes no han gozado la misma protección que los que vivimos en el lado de Providencia. Mientras en esta zona la municipalidad les ha dado más tranquilidad a sus vecinos, los de la otra no tienen ninguna protección frente a cualquier actividad comercial que llega ni del exceso de patentes de alcohol. Lo que queremos es poner un límite residencial claro y acotar las zonas de comercio.
La canadiense cuenta que el segundo gran eje de trabajo de este año es la declaración del barrio Bellavista completo como zona típica. “Es fundamental delimitar las alturas de edificación para seguir siendo un barrio a escala humana”.
Fuera de esta zona de Santiago, ¿en qué otros temas están?
Para nosotros es prioritario lo que está pasando con el plan maestro de ciclorrutas de Santiago. Pensamos que aparte (de lo bueno que es que existan) ciclovías, se pueden reducir velocidades, por ejemplo. Como expertos en el tema, presentamos una propuesta al gobierno para que ninguna calle residencial tenga una velocidad mayor a 30 km/h. A esa velocidad es muy inusual que alguien muera atropellado.
Eso podría ser bien impopular entre los automovilistas, que conejean por calles chicas para evitar tacos.
Eso tiene que terminar, porque pone en peligro la vida de la gente y destroza la calidad de vida de los barrios. En otras ciudades del mundo, como Portland, Vancouver o Londres, se está bajando la velocidad en calles de uso peatonal intenso y el éxito ha sido espectacular. Pensar que todo requiere de una ciclovía segregada es ridículo, las calles son de todos.
¿Sería posible adoptar algo así en Santiago?
¡Ya se hizo! Cuando se peatonalizó la calle Ahumada, alegaban que sin autos el comercio se muere y ahora es la vía comercial más cara de la ciudad. Con el Transantiago, la extensión del Metro y las mismas autopistas, no tiene sentido seguir teniendo a los autos pasando a una velocidad en conflicto con los usos residenciales, comerciales, con las llegadas a escuelas o consultorios.