“El centro debiera tener un espíritu caminable”
Sus detractores dicen que sus edificios son un atentado al patrimonio, pero él cree que le dan escala humana a los sectores que interviene. Gonzalo Martínez está detrás de la reconstrucción del Palacio Pereira y de Espacio M.
por Por Gabriela García
(La Tercera – 14/07/2011)
Decir que Gonzalo Martínez (50) mira la ciudad desde las alturas no es una exageración. El arquitecto mide casi dos metros y tal vez ahí radique su pasión por darle “escala humana” -como dice- al centro de Santiago. Es el caso del moderno edificio de 23 pisos que proyecta construir en el corazón del Palacio Pereira, monumento nacional que está en los huesos desde el terremoto de 1985 y cuya fachada neoclásica del siglo XIX se piensa restaurar gracias al aporte de $ 1.500 millones. El propio dueño, Raúl del Río, los invertirá.
El proyecto fue aprobado por el Consejo de Monumentos Nacionales en diciembre de 2009, pero sus detractores lo han retrasado. El Colegio de Arquitectos considera que la intervención es un “atentado al patrimonio” y la Dirección de Obras de la Municipalidad de Santiago ha encontrado problemas con el Plan Regulador comunal, que establece alturas máximas de seis metros a los proyectos que se hagan junto a casas de interés histórico. Y como la torre de Martínez tiene 23 pisos y estaría ubicada a un costado del Instituto de Ingenieros de Chile -de carácter histórico-, no le ha dado luz verde.
Pese a ello, a fines de 2010 un dictamen de Contraloría falló a favor del visto bueno que le había dado el Consejo de Monumentos y estableció que se antepondría a la normativa que busca hacer respetar la Dirección de Obras. Ahora, sólo queda esperar a que se acate la decisión de la Contraloría y se empiece a levantar el inmueble.
“La gente piensa que vamos a botar el Palacio, pero lo que haremos es fortalecer con hormigón armado lo que queda de este y construir una torre moderna al interior de la fachada antigua. En su estado actual, el edificio es un peligro para las personas”, aclara Martínez. Según él, sacarlo de la ruina cuesta al menos US$ 10 millones y “dudo que el gobierno lo haga”, dice.
El arquitecto llama a sus detractores a ver las maquetas virtuales antes de oponerse a su idea. “No se han molestado en conocerlo. Este proyecto ha recogido opiniones de otros arquitectos, del Consejo de Monumentos e, incluso, de la misma Dirección de Obras. Como el Colegio de Arquitectos consideraba que la altura de la torre restaría luz natural al interior del palacio, se rescató el crucero en un 100%, y en los tres primeros pisos, la estructura tiene un corte que deja pasar los rayos del sol. Además, no se compromete la arquitectura del palacio, ya que se restaurarán sus salones y se mantendrá el diseño antiguo que se fusionará con la torre nueva”.
Viñamarino de nacimiento y ex alumno de la U. Católica de Valparaíso, Martínez no suele dar entrevistas y prefiere mantener un bajo perfil. En 1985 se instaló en la capital, de la cual admira, sobre todo, el centro. Sobre una mesa hay figuras de papel de medio metro encargadas al artista Sergio Gómez, que representan lo que para él son los personajes típicos del corazón santiaguino: el quiltro apaleado de La Moneda, los zombies que vagan por el Paseo Ahumada con un morral o el permutador inmobiliario. “Le pedí ahora a Gómez que me hiciera una réplica de la Piedad de Miguel Angel. Pero, en lugar de la Virgen y Jesús, los protagonistas serán una peruana y un negro frente a la Catedral de Santiago”.
Polémico por sus proyectos de renovación céntrica, en 2003 inauguró el puente transparente en altura que interconecta dependencias de banco Santander, arriba de la calle Bandera. El mismo que en las noches se enciende y tiene 50 microparlantes que emiten sonidos de el Amazonas cuando el transeúnte lo atraviesa. “El puente se ganó un premio en la Bienal de Miami y me confirmó algo que venía pensando hace tiempo: mientras el Sanhattan toma fuerza como polo financiero, el centro podría consolidarse como un paseo europeo que atraiga a las personas sensibles al arte y quieran encontrar en esta zona el espíritu caminable de Buenos Aires”, dice el arquitecto.
Martínez se declara un “arquitecto de las emociones”, porque dice que es lo que permite traer los recuerdos al presente, insiste en que el centro de Santiago esta subvalorado. “La única parte donde tanto el gerente como el junior de la oficina todavía se lustran los zapatos, es en el centro. Por eso debemos hacerlo un lugar habitable y no uno que se vacía de noche y se pone peligroso. Es como cuando celebras el aniversario con tu mujer y ese día se ha puesto algo especial. Es la misma que ha estado contigo por años, pero se ve distinta. Ese perfume o vestido nuevo te la trae al presente”, explica.
Buscando ese primer flechazo es que el arquitecto diseñó también el Espacio M. Ubicado en la esquina de Morandé con Compañía, es un edificio de 11 pisos que considera 9.000 m2 de oficinas, un centro comercial de tres niveles, un patio de comida, 400 estacionamientos subterráneos y un supermercado. Todo, construido dentro del terreno de la mítica fachada del ex diario El Mercurio.
Abandonado a su suerte desde hace más de 30 años, allí se inaugurará en diciembre el primer slow mall de la ciudad, un lugar para pasear y relajarse del ritmo ajetreado del centro. “Va a ser como un oasis, con una galería, música ambiental y un sistema de aromatización de los ambientes. La fachada se restaurará por completo y se transformará en galería, pero por dentro dejaremos los vestigios de las molduras del antiguo edificio. Esto generará un espacio dramático”, cuenta Martínez sobre una obra que él espera se convierta en logotipo urbano, como lo es la Torre Entel de la Alameda o el edificio de El Consorcio de Providencia.