La clave del éxito de una precaria villa de Las Condes
Los habitantes de la villa La Escuela, ubicada donde finaliza Av. Colón, ampliaron al doble sus viviendas y mejoraron la seguridad de su barrio. La Municipalidad de Las Condes vio en ellos el mérito de estar muy bien organizados.
por Carlos Palacios
(La Tercera – 23/03/2011)
Macaya llegó a vivir a la villa La Escuela en su peor momento. Era el año 2000 y estos bloques de departamentos -ubicados en los faldeos precordilleranos de Las Condes, en el sector de Av. Colón y Av. Paul Harris- lucían roídas fachadas de azul oscuro. Además, cada propietario había ampliado su vivienda a su gusto y se había apropiado de terrenos públicos, con estructuras de madera y lata que apenas se mantenían en pie. De noche, las pequeñas callejuelas en su interior eran zona de pandilleros. “Hasta había redadas policiales”, recuerda Romina.
Ha pasado una década y la villa La Escuela luce una cara completamente distinta. Los habitantes de este conjunto de viviendas sociales -construidas en 1987 para albergar a las familias de campamentos del sector- tomaron cartas en el asunto. No sólo arreglaron sus casas -deshaciéndose de las construcciones hechizas y ampliando sus hogares de 36 m2 a 60 m2-, sino que cambiaron su estilo de vida: se acabaron las pandillas, porque pasaron a ser parte de la revitalización del proyecto, y las callejuelas volvieron a ser seguras.
¿La receta del éxito? Haberse organizado para luego postular a los Fondos de Desarrollo Vecinal (Fondeves) que ofrece la Municipalidad de Las Condes.
Los vecinos de este sector tienen la suerte de vivir en la comuna que más recursos destina a proyectos de organizaciones comunitarias. Según datos de la Asociación Nacional de Municipalidades, de todos los presupuestos que manejan los municipios de la Región Metropolitana para tales fines, Las Condes representó el 50% del total en 2009.
Los Fondeves están compuestos por aportes municipales y de los propios vecinos que se adjudican un proyecto. En la última década, Las Condes ha invertido cerca de $ 5.500 millones y ha beneficiado a más de 16.000 familias con este sistema.
Según el alcalde de la comuna, Francisco de la Maza, “son una herramienta para ayudar a comunidades que necesitan mejorar su seguridad y condiciones de habitabilidad, y que no cuentan con los recursos para hacerlo por sí solas”. La fórmula es participativa: la alcaldía pone la mayor parte y los beneficiarios, el resto. “La condición es que estén organizados en comités de administración y que los proyectos ingresen a través de las juntas de vecinos”, agrega. Así lo hicieron los habitantes de la villa La Escuela.
En 2004, Tegualda Cáceres asumió como presidenta de la junta de vecinos de este sector, donde viven 324 familias en bloques de 12 departamentos y tres pisos cada uno. Ese año se dedicó a golpear puertas con su “programa de gobierno” en mano. “Esto es como ser Presidente de la República, uno tiene que tener ideas concretas que llevar a cabo”, dice.
“Hubo que cambiarle el switch a la gente, acostumbrada a recibir todo gratis. Necesitábamos formar un comité y pagar gastos comunes para acceder a los fondos municipales”, explica.
Tegualda dio un primer paso. “Teníamos que agrandar el techo que cubre las escaleras, porque en invierno se llovían”. Y así lo hicieron. En 2005 postularon al primer Fondeve y consiguieron techumbres nuevas.
Lo siguiente fue acabar con las pandillas. “Accedimos a otro subsidio municipal para pintar las fachadas de los bloques. Como mano de obra usamos a los jóvenes. Se juntaron los de aquí con los de allá, hasta que, de tanto convivir, empezaron a llevarse bien”, explica. Le pagaron $ 100.000 mensuales a cada uno y los mismos vecinos eligieron el color que hoy lucen los edificios, un intenso azul cielo.
“Después de eso llegó la tranquilidad. Se acabaron los tiroteos y las peleas. Antes, los paseos a la playa que organizaba el municipio eran en grupos separados. Ahora vamos todos juntos. Si no, no va ninguno”, dice Tegualda.
Tras un año como presidenta, Tegualda traía entre manos una idea que les cambiaría la vida a los vecinos de La Escuela. “Vivíamos hacinados. Hasta siete personas en un departamento de 36 metros cuadrados”, cuenta.
En 2005, Tegualda consiguió que el entonces concejal de Las Condes y actual senador, Carlos Larraín, le donara $ 9 millones para el proyecto piloto de ampliación en un bloque de departamentos. Una vez terminados, le mostró al alcalde lo que habían logrado: el espacio al interior creció casi al doble, con 60 m2 totales y que incluían un baño con ventilación, un dormitorio y una cocina más grande. “Pero cada propietario podía diseñarlo a su pinta”, dice Tegualda.
La respuesta de la alcaldía no tardó en llegar y desde entonces, cada año, se han ampliado grupos de departamentos con la modalidad de los Fondeves. Los vecinos pagan $ 382.000 cada uno, cerca del 5% de lo que aporta el municipio, que ya lleva más de $ 1.500 millones invertidos en La Escuela.
Este año culmina la última etapa, con 42 viviendas. “Incluso los tijerales son compartidos. Nosotros compramos carne y llevamos ensaladas, mientras la municipalidad se pone con el vino y las empanadas”, finaliza Tegualda.