Aristas legales de la desafectación del Parque Nacional Lauca
Con un proyecto que viene desarrollándose desde el año pasado, a principios de este mes se anunció que se encuentran avanzados los estudios jurídicos para desafectar una zona del Parque Nacional Lauca, para dedicarlo a explotación minera.
Aunque el área está protegida por convenios internacionales y es una Reserva de la Biosfera reconocida por la UNESCO, el gobierno espera poder encontrar el recurso legal para desafectar (dejar de hacerse cargo) entre un 5% y un 15% de los terrenos del parque, y entregarlo a empresas mineras para explotar las reservas de cobre, oro y plata presentes en el subsuelo.
La reserva natural del Parque Lauca comprende una superficie de más de 137 mil hectáreas de precordillera y altiplano, en la Región de Arica y Parinacota. Es un patrimonio natural protegido, tanto para Chile como reconocido por organizaciones internacionales. En su extensión alberga conocidas atracciones turísticas del norte, como el lago Chungará y los bofedales de Parinacota.
Hay dos atributos que reconocen la zona como de protección natural. El primero es la declaratoria de Parque Nacional, que data de 1970. Chile adscribe al acuerdo de la Convención de Washington para la Protección de la Flora, Fauna y Bellezas Escénicas, de 1967. Según este convenio internacional, los gobiernos “convienen en que los límites de los parques nacionales no serán alterados ni enajenada parte alguna de ellos”, sino mediante la declaración de una ley. Además, se establece que las riquezas existentes en las zonas protegidas no se explotarán con fines comerciales.
Es por eso que el anuncio del presidente implicaba que se buscaría una solución, sin tener que crear y emitir una ley, para entregar una parte del parque a la explotación comercial minera.
El otro atributo del parque como zona protegida corresponde al reconocimiento por parte de la UNESCO como Reserva de la Biósfera, enlistada en 1981. Esta condición, distinto a la anterior, no tiene ningún tipo de peso legal real en Chile. Son los gobiernos los que deciden postular una determinada zona a este nombramiento por parte de la UNESCO, y el compromiso que se adquiere al obtenerla tiene sólo un carácter ético de conservar el lugar.
Según Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de la asociación chilena Terram, esta es una “categoría muy relevante a nivel internacional pero que en Chile no está basada en alguna ley, no hay obligaciones al respecto…es sólo un nombramiento”. De ahí viene que sea implícito de que si hay un gobierno detrás de la solicitud del nombramiento, se asuma que ese gobierno protegerá el lugar.
Dado entonces, que la condición de Reserva de la Biósfera no sería legalmente vinculante, el obstáculo que quedaría por salvar al desafectar el parque sería que presenta algunos terrenos de los que son dueñas pequeñas comunidades y familias indígenas. Oficialmente no está definido el sector que se desafectaría, pero en el caso de que correspondiera a los terrenos de las comunidades aymaras, o al menos una parte, serían las empresas mineras las que negociarían directamente con las personas. Sería un trato entre privados en la que el estado no puede interceder.
Distintas organizaciones y personas, ya sean indígenas o no, han expresado su rechazo a la posibilidad de que se inicie la explotación minera en la zona. También se han abierto grupos en Facebook para mostrar la desaprobación de la población. Junto con el desacuerdo ambientalista, también existe la otra postura: los grupos a favor argumentan que la llegada de las mineras constituye una oportunidad de desarrollo económico para la región.
La Coordinadora Aymará de Defensa de los Recursos Naturales expresó, en su momento el año pasado, su rechazo, principalmente porque la necesidad de agua para la actividad minera es grande, y se dañaría el ecosistema del parque, con la presencia de agua que permite la subsistencia de flora y fauna autóctona. Además, todo proceso efectuado en tierras con propiedad indígena debe ser consultado a las comunidades, según un convenio con la Organización Internacional del Trabajo.
La zona a desafectar no está totalmente definida, pero se estima que serían 43 mil hectáreas, supuestamente casi despobladas de flora y fauna local. La idea de entregar los terrenos a la minería no es nueva, ya que se habían hecho planes que no se concretaron durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.