Entretención de calidad: La accesibilidad de los eventos masivos en Santiago
Rodeo el Parque O’ Higgins en busca de la entrada de vehículos para el concierto de Ozzy Osbourne, para mí sorpresa un encargado de los estacionamientos se acerca a mi y me pide que lo siga por el parque de estacionamientos. Después de unos minutos el guardia se detiene, aparta una barrera que demarca el fin del paso de vehículos y me deja pasar. Estacioné mi auto a sólo diez metros de la entrada al concierto y hasta ahí, todo bien. Después del control de seguridad un hombre se acerca a mí y me pregunta por mi entrada, yo le respondo que he comprado platea alta junto a mis amigos. El hombre me mira y me dice que el lugar para las sillas de ruedas es en tribuna, ya que en el lugar que yo he comprado no está permitido el ingreso de sillas de ruedas, por lo que tuve que conformarme con presenciar el evento desde unos asientos que costaban la mitad de lo que pagué por asistir.
Los eventos de ocio son tremendamente importantes para las personas y la vida en sociedad, sobre todo en las grandes urbes, en las que la cohesión producida por las aglomeraciones y los altos ritmos de trabajo erosionan el humor y debilitan los ánimos. Desde la antigüedad cada civilización tuvo los suyos: los Juegos Olímpicos de Atenas, las luchas en el Coliseo de Roma, los Juegos en Tenochitlán, son todos eventos de esparcimientos con un alto grado de importancia para sus sociedades, ya que son rituales que canalizan las pasiones y diluyen las tensiones de las grandes masas. Pero casos como el expuesto con anterioridad merman la posibilidad que todos disfrutemos de estos momentos esenciales.
Situaciones como estas dejan en evidencia la descoordinación que existe en las organizaciones encargadas de este tipo de actividades con respecto al tema de accesibilidad. Se hace evidente la gran diferencia que existe entre un prestador de servicios que domina las necesidades de personas con problemas sensoriales y de desplazamiento y otro que lo ignora por completo. En el ejemplo anterior vemos por un lado una compañía de servicios de seguridad, que cuenta con el personal de estacionamientos capacitado sobre el tema de los espacios exclusivos y que se ha preocupado de implementarlos y hacerlos respetar, mientras que la compañía encargada de la venta de boletos y los encargados de la planificación de los espacios y comunicación para el evento ignoran totalmente el tema.
Los ejecutivos de las productoras no exigen a los recintos un cierto número de espacios disponibles y paralelamente no promueven la información a través de sus operadores de boletos, como FeriaTicket y TicketMaster. Es muy importante que los recintos y los eventos de este tipo no solamente cuenten con los espacios, sino que comuniquen de forma la clara información sobre ellos. Hoy en Chile, los lugares en los que se desarrollan estos eventos no cuentan con las facilidades mínimas para permitir la libre asistencia de deficientes físicos a sus instalaciones. Lugares fundamentales, como el Estadio Nacional o el Teatro Municipal cuenta con algunas adaptaciones básicas como las rampas, pero no cuentan con ascensores, tampoco con baños amplios en los que quepa una silla de ruedas, ni estacionamientos reservados o fiscalizados y sólo dan la opción de presenciarlos en sectores específicos y de mediana calidad. En el caso del Movistar Arena o del estadio San Carlos de Apoquindo casi no existe ningún tipo de preparación con respecto al tema, y para los eventos que realizan la solución es “no se preocupe, aquí lo subimos entre todos”. Gracias, pero no gracias. No me malentiendan, agradezco mucho la buena voluntad de las personas. De hecho, es esa buena voluntad la que me ha permitido disfrutar de muchos eventos. Pero el asunto de la accesibilidad no puede continuar en este estado de desatención por parte de las instituciones, pero por sobre todo de las autoridades y gobernantes. Uno de los grandes problemas es que nadie fiscaliza estos recintos.
Por otro lado, los establecimientos que si cuentan con alguna facilidad o espacio para personas con deficiencia física en la mayoría de los casos no lo comunican al público. Tampoco lo difunden al personal encargado de ventas, entonces, cuando uno llama para preguntar por los accesos nadie sabe nada. El personal de seguridad no tiene idea que los mal llamados “inválidos” van a conciertos, por lo que cuando ven llegar una silla de ruedas piensan que prácticamente se equivocó de dirección y no saben a dónde dirigirle. La información no aparece en los sitios web de las productoras ni de los anfitriones del evento, y tampoco aparece en los folletos. De nada sirve contar con los lugares adecuados si nadie sabe que existen, dónde están o cuánto se paga por ellos. Tan importante como la presencia de estos lugares es la difusión de los mismos.
Un buen ejemplo de buena difusión es el caso del Festival Lollapalooza, al que recientemente tuve la suerte de ser invitado. Como muchos habrán podido observar en los mapas de este evento, demarcados con el signo oficial de la silla de ruedas, se podían reconocer de forma rápida y fácil los lugares reservados para personas con movilidad reducida. Descargando el mapa, visualizándolo en internet o en folletos repartidos en el evento, las personas podían saber a dónde dirigirse, con la certeza que el lugar permitiría que TODOS pudiesen disfrutar del evento, no importando su condición física. Tarimas con rampas frente a los escenarios al aire libre y baños amplios para sillas de ruedas son algunas habilitaciones que se pudo apreciar los dos días que duró el festival. Esta es una muestra de las políticas que manejan las compañías internacionales con respecto a la accesibilidad de los lugares y eventos.
Lamentablemente, la implementación de estas políticas por el personal local dejó en evidencia la gran brecha cultural sobre la inclusión de la diversidad física en nuestro país. Presenciamos un festival internacional, en el cual se podía observar perfectamente a los artistas desde espacios exclusivos y previamente definidos por la compañía extranjera, pero al mismo tiempo no pudimos acceder en auto al evento, ya que por parte de la organización anfitriona no se permitió el ingreso de vehículos de personas con discapacidad el interior del recinto. Aparentemente nadie en el grupo organizador se detuvo a pensar en cómo aquel personaje, para el cual las tarimas y los baños se encontraban tan bien señalizados, llegaría al lugar. Tampoco reflexionaron sobre lo desgastante y cansador que es empujar una silla de ruedas todo el día a pleno sol, como para agregarle más cuadras de esfuerzo al panorama. Eso es desconocimiento, por utilizar un eufemismo. Por otro lado, en el caso específico de las plataformas frente a los escenarios, por ejemplo, el personal de seguridad por falta de experiencia (es probable que fuese primera vez que veían una tarima exclusiva para personas con movilidad reducida) sólo permitió ingresar a la persona con un acompañante, excluyendo a un tercero o a cualquier otra persona que asistiese con ellos al evento, siendo el espacio disponible una superficie bastante amplia y encontrándose prácticamente vacía. Resulta algo ilógico asistir con amigos a un concierto si voy a tener que verlo solo.
Entonces, junto con el diseño e implementación de una adecuada infraestructura que permita el libre acceso, desplazamiento y disfrute de los espacios, se hace necesario además el dominio real del diseño universal y un manejo adecuado de los conceptos y las necesidades de accesibilidad para todo tipo de personas, es decir, capacitación al grupo humano. Vamos, que no es tan difícil. Deténgase un momento, mire a su lado y se dará cuenta que somos todos diferentes. Acérquese a una persona en silla de ruedas, a una persona con problemas de visión o a un joven con un hermano con parálisis, pregúntele qué necesita, qué opina, le aseguro que también asisten a conciertos, van al cine y al teatro. Lo que sucede es que usted no lo sabía, ¿nunca lo ha pensado, verdad? Bueno, le aseguro que la respuesta de cualquiera de estas personas será bastante reveladora y quizás, si le pone atención, pueda entregar un servicio de categoría. Integrar de manera adecuada los conceptos de accesibilidad y diseño universal dentro de su compañía, en otras palabras, pensar en todos a la hora de planificar un evento es esencial para ofrecer realmente espectáculos de categoría internacional.