Mirador del Templo Votivo de Maipú / Nueva estrategia para cárceles / Venta de Aguas Andinas

El resultado de esta nueva rifa es como sigue:
a) En adelante los ciudadanos chilenos, para poder consumir agua chilena, tendrán que pagarle a un grupo extranjero, y las tarifas estarán lejos de ser baratas.
b) Así como los bomberos chilenos en acto de servicio, al transitar por vías chilenas para apagar incendios chilenos, tienen que pagar peaje a un grupo extranjero, ahora además tendrán que pagar el agua a otro grupo extranjero.
c) Un grupo reducido de funcionarios “amables y colaboradores” reciben “incentivos” para aprobar esta nueva venta de Patria (esta vez el agua de la Patria).
d) El grupo extranjero favorecido pagará una suma ridículamente baja para disponer indefinidamente del agua chilena a su antojo; oportunamente (como están haciendo todas las empresas extranjeras ubicadas en Chile), pedirán que el Estado les dé subsidios – por supuestas “pérdidas” (el último grito de la moda en el desplume de recursos naturales a países incautos) – y les financie las obras de infraestructura, más el mantenimiento de las instalaciones y equipos.
e) Las ganancias de este negocio (tiene que haber ganancia, de lo contrario el inversionista no lo habría comprado desde el comienzo) se van a cuentas de bancos suizos, y de eso no se invierte en Chile ni un solo peso, como no sea para propaganda privada.
f) Los ciudadanos, ciegos, sordos y mudos, seguirán votando por los mismos vendepatrias de siempre.

Qé panorama tan atractivo para el inversionista, y qué desgracia para la ciudadanía.
Se acabaron los tiempos de Sherwin-Williams y de la Chilena de Tabacos, cuando los inversionistas extranjeros reinvertían en Chile, patrocinando el deporte, la cultura y el progreso de los chilenos y, particularmente, dando un EXCELENTE nivel de bienestar a sus empleados y a los familiares de los empleados (de esto doy fe porque lo viví).
De niño aprendí a ver con buenos ojos a los inversionistas extranjeros que contribuían al desarrollo del país, y echaban raíces en Chile al casarse con chilenas y al tener hijos chilenos, cosa que favorecía su actitud de amor a esta Patria que no era la original de ellos pero que los adoptaba como hijos.
Todo eso se ha ido acabando, y hoy son pocos los empresarios extranjeros que muestran ese tipo de actitudes; la mayoría siguen la ley del máximo beneficio con la mínima inversión, Y ENCUENTRAN FUNCIONARIOS QUE LES ALCAHUETEAN LA ANGURRIA.

Quiero terminar con un sentido homenaje a todos aquellos empresarios extranjeros que han tenido alguna pizca de afecto por este País que los está enriqueciendo; me quito el sombrero ante ellos y les pido que continúen colaborando con nuestro desarrollo. Su aporte no se verá opacado jamás por la cantidad de nuevos grupos ambiciosos y desconsiderados que cobran peaje a los bomberos (cosa que no harían si el incendio fuera en el país de ellos), que mutilan los espacios de convivencia ciudadana para levantar gigantes de concreto y que osan desafiar nuestras aspiraciones de desarrollo portuario intentando apropiarse de nuestro borde costero para proyectos inmobiliarios.
A los buenos inversionistas, mil gracias; a los mediocres: no abusen tanto, y mejoren su actitud hacia Chile.