Unión Europea: plan de descontaminación 2050
Alrededor del mundo, los países se organizan en grandes y generales esfuerzos por mitigar y reducir los impactos que el desarrollo y la vida en las ciudades tienen en el planeta. El Protocolo de Kyoto fue uno de los primeros acuerdos con esos objetivos, suscrito entre varios países durante los años 90.
Entre las iniciativas actuales, hace un tiempo, la Comisión Europea anunció un plan de reducción de emisiones contaminantes, que espera lograr para 2050 el retiro de la totalidad de los automóviles a gasolina de las ciudades.Según informó Siim Kallas, Vicepresidente y Comisario Europeo de Transporte, la Unión Europea emprenderá el plan Transportes 2050. De forma preliminar, el anuncio del funcionario actualizó la hoja de ruta (el llamado “Roadmap 2050“, del que ya les habíamos contado en Plataforma) e incluyó las metas y plazos para lograr un sistema de transporte eficiente y común para las naciones miembros de la unión. La idea es que estas medidas permitan a la vez una mayor libertad de movimiento a las personas, contribuya al desarrollo económico y sea de menor impacto en el medio ambiente.
Entre los objetivos planteados por la Comisión se encuentra la reducción de la cantidad de petróleo utilizado para el transporte; por medio de la conversión de automóviles a través de la utilización de tecnologías eléctricas, de hidrógeno e híbridas, los habitantes podrán seguir utilizando el auto en las ciudades. Además, el transporte aéreo y el marítimo deberán adaptarse a los cambios, y depender menos del petróleo y el diesel.
Entre las 40 medidas del plan, que tendría un costo total (contando sus 40 años de ejecución) de 2.116 millones de dólares, se encuentra la disposición de que el combustible para aviación sea en un 40% biocombustible, reducir en otro 40% las emisiones del transporte marítimo y disminuir en 50% los desplazamientos de media distancia por carretera, tanto de pasajeros como de mercancías, para que sean realizadas por tren u otros medios de transporte.
Las redes ferroviarias, de carga y pasajeros, jugarían aquí un rol fundamental, al igual que los sistemas de transporte entre países, y por supuesto el transporte público. Las metas son, para la mitad del siglo XXI, haber eliminado de los centros de las ciudades los automóviles con combustibles convencionales, y utilizar sólo los con fuentes alternativas; además, se espera transformar el parque automotriz a un 50% de vehículos propulsados por electricidad, hidrógeno o híbridos.
La reducción sistemática de las emisiones en todos los ámbitos señalados contribuiría a reducir en un 60% el total de las emisiones de gases invernadero a la atmósfera, reduciendo a la vez la dependencia del continente del petróleo. El punto es que, según anuncio de Siim Kallas, la transformación debe hacerse también con un cambio en los mercados, ya que el traspaso a combustibles menos contaminantes para el transporte de personas y carga no debiera frenar el desarrollo económico.
Ante eso, las primeras voces detractoras de la iniciativa vinieron de la industria automovilística, argumentando que los plazos son insuficientes, y no puede esperarse un recambio de la tecnología y el mercado en un período como el propuesto. Por otro lado, organizaciones ambientalistas también se han expresado en contra, ya que el plan detalla las metas, pero no establece mecanismos y medidas concretas para llegar a ellas.