¿Por qué Chile necesita a Valparaíso?
En el 2004, luego de un trabajo de cerca de dos años, el Estado de Chile obtuvo ante la UNESCO la declaratoria de Valparaíso como Sitio del Patrimonio Mundial, es decir, una ciudad representativa de la cultura de un período de la humanidad que debe ser debidamente preservada. Valparaíso es la única ciudad chilena en esta categoría -las otras declaratorias corresponden a parques nacionales o lugares no habitados, como las salitreras, y corresponde a una de las veinte ciudades en América Latina con la misma distinción.
Además del interés en proteger su patrimonio histórico, en las últimas dos décadas las ciudades han buscado en la declaratoria de la UNESCO un estándar de calidad, que asegure promover sus virtudes como destino turístico de intereses especiales o, como se denomina habitualmente, turismo cultural. Estas ciudades son, muchas veces, parte de la imagen país que se quiere promover, invirtiendo en ella el capital necesario para su adecuada preservación, capitalizando luego a través de las actividades turísticas y comerciales que se generan en torno a ella. Eso hacen ciudades cercanas como Quito, Salvador de Bahía o Cartagena de Indias, por mencionar algunas. No es nuestro caso. Chile asumió hace ya un tiempo que las ciudades las regula el mercado sin contrapesos reales ni estrategias de largo plazo. El Estado tiene un tímido rol normativo y subsidiario, en consecuencia, si no hay mercado, la ciudad irá progresivamente decayendo en sus dinámicas sociales y económicas.
Valparaíso, por su condición de puerto cercano a Santiago, y una serie de otros factores, ha ido sufriendo un proceso de obsolescencia progresiva desde mediados del siglo XX. En efecto, la constante pérdida de población en los últimos veinte años, niveles de pobreza cercanos al 20%, y tasas de cesantía permanentemente dentro de las más altas del país, reflejan un bajo interés del mercado por Valparaíso, en consecuencia, su condena bajo los cánones actuales. Sin embargo, el Estado de Chile tiene un compromiso ante la UNESCO que debe cumplir. Aprovechando el impulso Valparaíso puede transformarse en una oportunidad para fortalecer la difusión de nuestra imagen país hacia el exterior. Nuestra única promoción internacional actual se basa en los paisajes de la Patagonia, del desierto de Atacama o de Isla de Pascua.
Para alcanzar este desafío debemos asumir que el sistema de financiamiento municipal no puede dar abasto para una tarea que internacionalmente se asume como una corresponsabilidad del Estado y el municipio, por los desafíos y complejidades que conlleva. En efecto, bajo la estructura de financiamiento municipal actual, Valparaíso no tiene muchas posibilidades de aumentar sus ingresos (o mejor dicho, de reducir su déficit); no se pueden construir edificios en altura, el comercio es limitado, la mayoría de las viviendas están exentas de contribuciones, hay pocos vehículos particulares ya que éste no siempre es el sistema más eficiente de desplazamiento, y la recolección de la basura es más costosa que en el resto del país por su particular trama urbana. En consecuencia, el deterior de Valparaíso es un problema de país.
Este es el contexto para discutir la necesidad de una ley especial que permita asegurar el financiamiento básico para la adecuada preservación, gestión y promoción del patrimonio urbano de Valparaíso. Si esta ley se enmarca en financiamiento directo del Estado, como aporte del Puerto a la ciudad u otra fórmula, es el debate que tendrán que abordar as autoridades. Sin embargo, y junto con el financiamiento, es necesario considerar como un elemento indisoluble la creación de una corporación u otra institucionalidad similar, orientada a gestionar eficientemente estos recursos sin las trabas habituales del Estado, asegurando la necesaria transparencia en sus procedimientos y operaciones, y promoviendo la asociatividad con el sector privado. Este es modo como lo hace la mayoría de las ciudades del mundo, modelo que fue implementado (ley mediante) por la Municipalidad de Santiago en el período del alcalde Ravinet para su exitoso plan de repoblamiento de la comuna en los años ´90. No es inventar nada nuevo, basta ver lo que hacen los países desarrollados, así como nuestros vecinos en América Latina, para aprender de ellos.
Valparaíso, por su historia, estructura urbana y condición económica tiene grandes oportunidades que esperan ser debidamente aprovechadas para alcanzar estándares de nivel mundial. Los trolebuses y ascensores pueden ser la base del primer sistema de transporte público urbano no contaminante del país. Su orientación norte y la pendiente de los cerros permiten fomentar a la instalación de paneles solares en las viviendas, entregando los excedentes de energía al sistema interconectado central (mediante la ley de Net-Metering, actualmente en discusión en el Congreso). Tiene todas las condiciones para ser un lugar privilegiado de investigación o fomento al desarrollo de nuevas tecnologías, dada la alta concentración de universidades en su connurbación. Por último, el emergente desarrollo de las industrias creativas en la ciudad puede ser una fuente de empleo y de atracción de profesionales muy relevante si se aseguran adecuadamente los niveles básicos de servicios urbanos. Alternativas para el desarrollo de Valparaíso existen, ser un aporte económico al país sí es posible y retomar la vanguardia en algunos temas que serán parte del debate futuro del país.
La primera reacción de aquellos más cercanos a las esferas de poder de la capital será, probablemente, que si hacemos una ley especial para Valparaíso otras ciudades también lo exigirán. Es posible que eso suceda, ya que nuestro país tiene diferentes realidades y necesidades que el Estado central no siempre es capaz de asimilar, dado el excesivo nivel de concentración de poder político y económico. Lo que es seguro es que la estructura de financiamiento municipal actual sólo funciona bien para las cinco comunas más ricas del país, todas ellas en Santiago. Valparaíso es paradigmático en este sentido, su nombre es conocido en todos los rincones del mundo sin embargo no tiene posibilidades de construir su propio destino, ¿Por qué no abordar ya el desafío de volver a posicionar la ciudad en el lugar que se merece?, le haría bien a Chile.